Horacio Franco: “Si yo me hubiera negado a ser quién soy hubiera sido un fracaso”

22/07/2018 - 12:05 am

El gran músico y activista Horacio Franco recibe a SinEmbargo en su estudio de La Condesa. Mucho le ha costado hacerse camino con la flauta de pico o dulce, con un repertorio escaso, pero lo logró. Primero estudiando en Holanda y luego siendo como es al frente de una música que a todos seduce. Aquí la nota y su manifiesto por un México que lo vio nacer hace 53 años y al que adora.

Ciudad de México, 22 de julio (SinEmbargo).- Estar con Horacio Franco (1963) no es sólo estar con uno de los músicos –de un instrumento poco “adaptado” a las grandes orquestas- más exquisitos de México, ni siquiera estar con un personaje que es él mismo para hacer activismo con la comunidad LGBT. Estar con él es también estar con un mexicano preocupado por su lugar de origen, por el bienestar que está más allá de su sombra, un hombre profundamente interesado por el que está al lado, su vecino.

Tanto es así que ha hecho un manifiesto del México por el que quiere luchar, ha estado también en la Asamblea (una experiencia un tanto amarga) y está muy feliz por la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador, para que haya un cambio en donde él se hizo grande por tocar en un barrio de Iztapalapa, más allá de dar un concierto en el Carnegie Hall (que también lo dio).

–¿Por qué la flauta?

–La flauta que me cayó en las manos en la secundaria, era un instrumento escolar. Al poco tiempo escuché en el piano una Sonata de Mozart y ahí se juntó el binomio perfecto. ¿Para qué tenía mucha facilidad? El primer día que toqué la flauta fue tan fácil para mí. Y conocer la música clásica fue increíble. Me costó mucho trabajo. Confrontarse con mis padres, no podían entender que alguien podría vivir de la música. Yo mismo me tuve que buscar un sino, entrar en el conservatorio a los dos años, para encontrar mi vida y mi sustento.

–Con el tiempo fueron entendiendo que no era tan así lo que pensaban

–Fíjate que sí, aunque para destacar en la música y con la flauta, no hay otra cosa más que el trabajo y la disciplina. Para ser músico, periodista o gobernante no te queda otra en la vida si quieres que tu trayectoria destaque el trabajo y la disciplina. Supe perfectamente que yo quería vivir de músico, estuve bien, planeé a largo plazo.

–¿En tu familia no hay ningún músico?

–No. Tengo un hermano que tiene oído absoluto, quiso estudiar música pero no lo dejaron, mucho tiempo antes que yo. No hay nadie que sea músico. Mi padre era cantinero y mi madre era sirvienta y luego ama de casa. Tenían buen gusto, hasta cierto punto. No era gente que estuviera informada. A mi madre la quiso pintar Diego Rivera y ella se negó, estaba sacadísima de onda. Imagínate sí a mí me quisiera pintar Diego Rivera, me encuero tres veces (risas).

–¿En el conservatorio no quisieron cambiarte el instrumento?

–Sí, me lo quisieron cambiar. La flauta de pico fue un instrumento que Adolf Hitler impuso durante el nazismo en Alemania en las escuelas. Se copió en México, en Argentina, en Japón…cuando entré en el conservatorio empecé a estudiar violín, con un maestro muy mal encarado. Total que cuando tuve que dar prueba frente a él saqué una flauta y empecé a tocar un concierto de Antonio Vivaldi. Hace 40 años de esto y di mi primer concierto como solista.

Pero cuando vas a un lugar como Oaxaca, una india descalza se acerca llorando y me dice que me quede con ella, que es lo más bonito que ha oído, ¡Eso es impresionante!. Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo

–¿Ahí diste entonces tu primer concierto?

–Fue el 12 de abril de 1978, cuando tenía 14 años. Ya había tocado mucho en la escuela secundaria, en todos los festivales escolares. Me gustaba tocar frente al público. A partir de mi primer concierto en Bellas Artes, me pude enfrentar mejor a mis padres. Puedo estudiar una carrera de abogacía cuando tenga 40, si me quitan la carrera musical jamás podré hacer lo que ahora puedo. Déjenme en paz.

–¿Tus padres viven?

–No. Ya murieron.

–¿Ellos vieron tu éxito?

–Sí vieron algo y empezaron a comprender muchas cosas de la vida del músico. Nunca los molesté por nada. Murieron más tranquilos en ese sentido.

–¿Cómo es la vida de un flautista, cómo eres tú con el instrumento?

–La flauta de pico es un instrumento secundario. Tiene importancia histórica, pero no tiene repertorio como el clavecín, el piano o el violín. Hitler lo eligió como instrumento escolar durante el nazismo porque tenía la virtud de eso. Cualquiera puede soplar la flauta de pico, pero lo más difícil es el control. Es el más fácil de insuflar, pero el más difícil controlar las cualidades específicas del sonido de la flauta. Apenas en el sonido del siglo XX con el surgimiento de la música barroca, empieza en Holanda una escuela de flauta de pico. Si es un instrumento barroco y renacentista, pero no tiene el gran repertorio. No es fácil, tienes que reinventar el instrumento, algo que hicieron los holandeses. Conseguirle a la flauta de pico un lugar en la música contemporánea, hacer crossover como hago yo, es complicado. Con Regina Orozco, con Susana Harp, Natalia Lafourcade, Eugenia León, Susana Zabaleta, con los indígenas, no son propios del instrumento del siglo XVIII pero me han servido mucho para difundir la flauta de pico.

–¿Cómo es tu manera de tocar?

–Mi manera de tocar es muy personal, como tiene que ser cuando un intérprete habla por sí mismo. Es una técnica consumada y es al mismo tiempo una extensión de mí mismo. Es un idioma en el que hablas y lo dejas impreso en lo que tocas. La verdad en el arte no la tiene nadie, lo principal en el arte que esté sustentada en una verdad innegable que es la técnica. Eso es fundamental. Mucha gente no lo entiende y no lo sabe. Creen que es por inspiración, que tocas un instrumento y ya, tienes que ser un atleta de alto rendimiento.

–¿Se han reproducido los flautistas en México gracias a ti?

–Fíjate que sí, pero muchos de mis alumnos no están trabajando en la flauta. La gente que se fue de México y trató de vivir con la flauta dulce vio que no era tan fácil. Si no tienes disciplina y constancia como Ana Margules, es imposible. Yo estudié en la mejor escuela del mundo, en Holanda, los que nos recibimos éramos como 14. De esa generación somos dos los que seguimos tocando. Todos los demás se fueron a otro instrumento, porque no hay repertorio para la flauta dulce y es un instrumento ingrato. No es como la guitarra, por ejemplo. Es difícil encontrar trabajo como guitarrista, pero encuentras más repertorio que en la flauta dulce.

–¿Cuáles son los lugares más impresionantes dónde has tocado?

–Bueno, impresionantes para mí fue un lugar de Iztapalapa, un lugar muy sórdido, los chavos inhalando chemo, los niños, las madres, me respondieron muy bien. Impresionante el Carnegie Hall o en China o en la Filarmónica de Berlín, pero cuando vas a un lugar como Oaxaca, una india descalza se acerca llorando y me dice que me quede con ella, que es lo más bonito que ha oído, ¡Eso es impresionante!

–¿Tu personalidad ha acompañado tu instrumento?

–Nada es ficticio. Estoy muy de acuerdo cuando Andrés Manuel López Obrador dice “No mentir”. No creo en la mentira y no tengo una doble vida. No manipulo mi imagen, así soy, así vivo, así toco. Fue un producto de mi honestidad y la disciplina con la que viví en mi familia. También cómo me formó Holanda, viví cinco allí. Si yo me hubiera negado a ser quién soy hubiera sido un fracaso.

–¿Cómo va el activismo con la comunidad LGBT?

–Las cosas están cambiando en México. Por primera vez puedo decir que voté por alguien que ganó. México está para la izquierda y es la primera vez que me siento muy contento. AMLO ha cambiado mucho, tiene que gobernar para todos y tiene que expresar su benevolencia a todos los habitantes. En un momento dado, vi que no sólo el Presidente tenía que ser así, sino cualquier gente y por eso me volví activista. Quise hacer algo para cambiar la sociedad. En la música clásica hay un público muy conservador y de derecha. Sigue siendo un mundo bastante elitista y poco contestatario. En mi carrera, me di cuenta que tenía que hacer algo. Soy homosexual y tuve que hacer activismo por la comunidad LGBT, pero en Israel estuve dando conciertos para los indigentes, por ejemplo, aquí para los indígenas. Si logré una independencia en mi interior, tengo que lograrla en mi exterior. Lo que más falta en este país es la gran educación. Si no van a poner en el Gobierno campañas de educación, que la gente aprenda las diferencias que hay en este país, va a ser un fracaso. Una campaña masiva de educación cívica en todo el país, hace falta, México se está cayendo a pedazos. Los homosexuales tienen derechos, pero muchos de ellos dicen “pinche indio naco” a quien no es como ellos y eso me parece tremendo, detestable. Eso es producto de la falta de educación. Falta sensibilidad que es lo que da la educación. La imagen de Andrés Manuel López Obrador cambió para mí y lo amé muchísimo cuando se puso la bandera de la comunidad LGBT en el Estadio Azteca. Esa es la religiosidad que debe de imperar en el mundo.

Este es el manifiesto que ha escrito Horacio Franco para su querido país, México:

Quiero un México donde haya desaparecido la corrupción institucionalizada desde hace tanto y albergada por todos los sectores de la sociedad.

Quiero un México donde se reparta la riqueza igualitaria, inteligente y proporcionalmente para que jamás vuelvan a existir las groseras y absurdas diferencias entre tantos que tienen tan poco y pocos que tienen tanto.

Quiero un México que sea capaz de darle a todos sus habitantes una manera digna de vivir sin obligarlos a emigrar a Estados Unidos a buscar mejores horizontes, a mandar jóvenes a las filas del narco o a profesionistas capaces a fugarse a otros países.

Quiero un México sin discriminación hacia los pobres, los indígenas y otras minorías.

Quiero un México sin nepotismo y “palancazos”

Quiero un México donde la palabra autoridad sea sinónimo de confianza y servicio público

Quiero un México en el que las instituciones representen genuinamente a los intereses para los que fueron creadas

Quiero un México donde la justicia esté representada por instituciones absolutamente incorruptibles

Quiero un México sin clientelismo ni leyes manipuladas a modo

Quiero un México sin más desapariciones forzadas ni trata de personas

Quiero un México con sindicatos sin líderes corruptos y corruptores de la defensa de los derechos de los trabajadores

Quiero un México donde la educación sea el valor primordial y fundamental de la nación y se le invierta el porcentaje del PIB que tienen las naciones más avanzadas

Quiero un México donde se fomenta la salud, el deporte y la buena alimentación por sus instituciones y por todos los sectores

Quiero un México con un pueblo leído, educado e informado que tenga una mentalidad crítica

Quiero un México donde la cultura y las artes tengan el lugar real que deben tener, y que se les invierta el porcentaje del PIB que tienen y recomiendan las naciones más avanzadas, y se les reconozca dentro de la productividad como un agente medular para el desarrollo económico y social

Quiero un México apoyando a las ciencias e invirtiendo el porcentaje del PIB que recomiendan para ellas las naciones más avanzadas

Quiero un México donde se le apueste a formas alternativas de energía que mejorarían la calidad de vida

Quiero un México sin monopolios ni capitalismo de amigos

Quiero un México sin doble moral

Quiero un México donde se le apueste al campo y a su productividad

Quiero un México donde se conceptualice la modernidad por la eficiencia y la rapidez de sus comunicaciones

Quiero un México donde no haya crímenes de odio

Quiero un México donde las drogas sean una cuestión de salud pública, estén legalizadas y la gente educada con programas intensivos para no consumirlas

Quiero un México donde todos tengan las mismas oportunidades

Quiero un México donde la educación no sea sinónimo de escolaridad y en el que la educación cívica sea primordial

Quiero un México donde sólo se tengan hijos deseados y planeados

Quiero un México donde la mujer goce de iguales oportunidades y consideraciones que los hombres y que pueda decidir sobre su cuerpo

Quiero un México donde las siglas LGBTTI no le causen escozor ni temor a nadie

Quiero un México con una laicidad como la concibieron originalmente

Quiero un México sin poderes fácticos que le hagan daño a la mentalidad crítica de la población

Quiero un México sin crímenes ni censura hacia periodistas

Quiero un México donde los partidos políticos se busquen sus propios recursos -legalmente- y obtengan un mínimo del erario público

Quiero un México donde no exista más la impunidad

Quiero un México donde se plantee planear la nación a largo plazo. Nunca más sexenalmente

Quiero un México donde a los políticos en verdad les importen los intereses del pueblo y del país.

Quiero un México donde la orientación vocacional sea asertiva y todos los adolescentes sepan y conozcan sus talentos y posibilidades para estudiar la carrera o el oficio que les hará ser exitosos

Quiero un México donde tener un oficio como carpintero, herrero, mecánico o electricista sea considerado como una verdadera profesión digna

Quiero un México donde las trabajadoras domésticas tengan todas las prebendas sociales que se merecen

Quiero un México donde la preservación de la ecología en todas sus formas se convierta en una manera de vida y una forma de educar

Quiero un México donde la salud pública sea una prioridad y se le destinen mayores recursos al tratamiento, a la prevención y al diagnóstico de enfermedades

Quiero un México donde el orgullo nacional no solo dependa de un partido de fútbol

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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