El flamante director de contenidos de MediaPro estuvo de visita por México. Aprovechamos para hablar con él de las nuevas plataformas y de su cine.
Ciudad de México, 9 de julio (SinEmbargo).- Daniel Burman (1973), uno de los cineastas nuevos más importantes de Argentina, a él son adjudicadas Dos hermanos, El abrazo partido, Derecho de familia, El misterio de la felicidad y la reciente El Rey del Once, ha hecho una serie para Netflix.
Se trata de Edha, una serie fallida, aunque todavía no se sabe si va a haber segunda temporada, pero la verdad es que sus dos protagonistas, Juana Viale y Andrés Velencoso, son la muestra de un iceberg en que muchas cosas no funcionan.
Decirle en una entrevista a su director que evalúe a la actriz o que diga por qué fue tan mala la serie es un poco agresivo, pero lo cierto es que Burman sigue y su oficina acaba de ser comprada por el grupo español Mediapro, uno de los más importantes grupos internacionales de producción cinematográfica y televisiva.
Así las cosas, Daniel Burman es el jefe de contenidos para toda Latinoamérica, cuyo principal objetivo es incorporar a las ficciones realizadas para el mercado latino estadounidense la verdadera imagen de quienes pertenecen a ese grupo étnico, que la producción actual no refleja correctamente.
"Al igual que América Latina, el público latino de Estados Unidos es cada vez más exigente, con una gran capacidad de consumo y ciertos estereotipos ficticios ya no funcionan", sostuvo el director.
"Mi objetivo es inscribir talentos de los Estados Unidos, México y Argentina para hacer proyectos desde Miami, no solo para América Latina sino para el mundo", declaró.
Burman continuará administrando su productora en Buenos Aires y ahora también estará a cargo de la consolidación de Mediapro Argentina dentro del Grupo Mediapro. Recientemente estuvo en reuniones con Televisa (aunque no hemos podido sacarle ninguna noticia al respecto), pero nos sirvió para hablar con él sobre las nuevas plataformas para ver cine, series y documentales.
–Eres uno de los directores más afamados de la nueva generación, ¿por qué te fuiste al streaming?
–Las nuevas plataformas han hecho una revolución muy grande, sobre todo para los directores y para los guionistas. Si bien están manejadas por grandes corporaciones, permiten una paradoja, es decir, un acceso más democrático, un contacto más directo entre el creador y el espectador. Hay un mito muy grande casi tabú, que todos hablamos muy románticamente del cine, que es una experiencia única y sin duda lo es, pero si hacemos un análisis de cómo se constituyen los juegos de poder, acceder a las salas cinematográficas es un juego muy poco leal para los que hacen la película. No acceden a las salas las mejores películas ni llegan a las salas las películas que más espectadores hacen. Es una industria, la de la exhibición, muy difícil. Es un tema del que no se habla. Yo entiendo cuando se compara la industria del libro, en el cual la librería tiene un alma, el acceso a las librerías independientes es mucho más directo, el cine también tiene que autocriticarse cómo la industria del poder fue dejando afuera a lo mejor del cine. Yo durante años como muchos directores luché para conseguir una sala y mantenerla y ahora hay no sé si una revancha, pero una situación que muchos disfrutamos: la gente aprieta un botón y la película está disponible para 100 millones de personas en todo el mundo. Pueden verla o no verla a la hora que quieran. No es poco eso. Sin los espectadores no se completa la obra.
–Hace poco asumió la Academia del Cine Ernesto Contreras y ha comenzado a hablar de eso
–Yo he tenido suerte de que me apoyaron los exhibidores y los distribuidores, pero lo cierto es que en la mayor parte del mundo es un sistema de oligopolio, donde el exceso es muy complejo. En el streaming se pierde algo, porque la experiencia cinematográfica es única, pero yo encima de eso pongo la posibilidad de que alguien escuche el cuento.
–Ahora, hiciste en el cine El abrazo partido, pero para Netflix hiciste Edha, hay una clara diferencia
–Sí, claro, hay diferencia, pero también para las plataformas podría hacer una película como El abrazo partido. Películas como El rey del once se ha visto en todo el mundo por streaming, lo que me emociona es que hago mi cuento y que alguien lo escuche. Después, el resto no tiene sutileza pero casi.
–En Edha criticaron mucho a la actriz, pero habrá próxima temporada…
–No lo sabemos todavía. Juana Viale fue una decisión conjunta con la gente de Netflix y para mí dirigir y escribir Edha fue una experiencia increíble. Fue un desafío enorme, meterme en algo tan grande, con actores que venían de diferentes lados, mezclando géneros, con un seguimiento creativo por parte de Netflix, para mí fue una experiencia espectacular. Todo lo que hice es parte del mismo camino.
–¿Cómo fue la grabación?
–Fue compleja. Unas 17 semanas de grabación en Argentina, un esfuerzo bastante grande desde todos los puntos de vista y uno de los aprendizajes más grandes de mi vida profesional.
–¿Cómo fue El rey del once?
–Esa fue una película hecha con las manos. Es un filme donde puedes moldear el relato como si fuera arcilla, fue genial, humana por la gente con la que trabajamos y profesional también, por los actores involucrados. Hacer una película de a pie y con las manos, cada tanto tengo ganas de hacerla.
–¿Calmó o equilibró esa película alguna expectativa personal?
–Era un relato que tenía pendiente, volver al barrio donde nací, el barrio que me alimentó de tantas películas. No reflexiono mucho por qué hago una película o dejo de hacerla. De pronto tengo un impulso y sucede.
–¿La película Dos hermanos?
–Esa fue una película bastante compleja. La disfruté muchísimo, con dos actores muy extraordinarios (Graciela Borges y Antonio Gasalla), con quienes aprendí mucho. Cada película corresponde a una etapa de mi vida, a las ganas de contar algo, la necesidad de conectarme con una temática y hay momentos como ahora que no estoy haciendo ninguna película que también disfruto mucho. Es un peso muy grande cuando tienes un cuento para contar y tener que llevarlo a cabo. Es una responsabilidad muy grande, de ver lo que tienes en la cabeza y que cuando lo lleves a la realidad sea más o menos parecido. Tomarme un descanso, me agrada.
–¿No tienes entonces una obsesión por hacer tal película?
–Tengo varias cosas en la cabeza, hay algo darwiniano en este tema de hacer filmes, una película que sobrevive, la más apta, cuando esa película tiene que existir. Hasta que no llegue ese momento, mejor no hacer nada. La prensa escrita obliga a detenerte, es un gran aliado de las películas.
–Hiciste un libro con el director Manuel Antín, ¿cómo fue eso?
–Fue una idea de Margarita Tambornino, la directora de Ediciones Treinta y Seis. No lo conocía personalmente, el primer café que tomé con él fue una emoción enorme, uno de esos momentos de la vida que se detiene, me conmocionó mucho el primer encuentro que tuve con Manuel Antín. Me pareció que su palabra debía quedar cristalizada en un formato y le propuse hacer un libro de conversaciones, me impresionaba cómo teníamos puntos de vista tan diferentes sobre lo que hacíamos y que tenía que ver con el paso del tiempo. Me interesaba ver cómo el mundo había cambiado en el tema de cómo hacer cine, fue espectacular. Quedó contento con el libro, fue una experiencia que nos divirtió a los dos.