Las dos temporadas de This Is Us están en Fox. Uno podría decir de entrada que está Milo Ventimiglia y con su boca torcida y su cuerpo escultural entrenado como si fuera un militar –de hecho este actor de 40 años es hijo de un veterano de Vietnam-, un hombre que no bebe alcohol y que es vegano, ya vale la pena verla.
Pero lo cierto es que el viaje de la familia Pearson (con una Mandy Moore (34) al frente, genial) representa el periplo de miles de estadounidenses que ven como la vida se pone enfrente y no representa para nada el gran sueño americano. ¿O sí?
Es una familia con trillizos, salvo que uno –el adoptado el mismo día en que nacieron los gemelos- es negro. La chica de los tres es gordísima y lucha a cada rato por saber cómo manejar eso, mientras queda embarazada por su novio, también gordo. El otro gemelo se dice actor, pero es un producto de Hollywood, con su escaso talento y su preguntarse todo y no comprometerse demasiado. Es además adicto.
El padre (Milo Ventimiglia) es casi perfecto, pero murió pronto y la madre, luego de ocho años de duelo, se puso en pareja con Miguel, el latino y mejor amigo de Jack Pearson.
La verdad es que con sus dramas y comedias, Los Pearson representan un poco cómo se ha extendido y cómo se produce hoy el gran sueño americano. Todos mezclados, todos con problemas, pero todos juntos para crecer y sobrevivir.
La serie está creada por Dan Fogelman y es un tanto vertiginosa y uno debe verla con atención, porque está manejada en dos tiempos, el del pasado y el presente y cómo las cosas que se plantean hoy tiene su correlato en el pasado.
El padre biológico de Randall (Sterling K. Brown, ganador de un Emmy por su personaje), la muerte de Jack Pearson, la incorporación de una niña con problemas en la segunda temporada, todo con la madre a veces distante, a veces no entendiendo mucho de sus hijos a pesar de que se sienta la gran progenitora, caracterizan a esta serie.
Para el 25 de septiembre se viene la tercera temporada y aunque a veces las soluciones parezcan almibaradas, la serie crea una costumbre de mirarnos muchas veces en los personajes.