Ernesto Hernández Norzagaray
15/06/2018 - 12:01 am
¿Qué, después de Anaya?
No cabe duda que los anayistas están confundidos, no tienen una misma postura en el tema de los pactos en la elección presidencial o se han dividido la chamba. Jorge Castañeda por un lado habla de que ya existe uno entre EPN y AMLO, mientras Diego Fernández de Cevallos dice que terminara de imponerse otro entre EPN y Ricardo Anaya.
No cabe duda que los anayistas están confundidos, no tienen una misma postura en el tema de los pactos en la elección presidencial o se han dividido la chamba. Jorge Castañeda por un lado habla de que ya existe uno entre EPN y AMLO, mientras Diego Fernández de Cevallos dice que terminara de imponerse otro entre EPN y Ricardo Anaya.
Entonces en este equipo filopanista se va desde la desesperanza hasta la esperanza de último momento para que no llegue a la Presidencia de la República un “un orate, un enfermo, un psicópata, un iluminado”.
¿Cuál de las dos posturas es la que domina en la coalición "Por México al Frente"? O mejor, ¿cuál es la que está en el ánimo de Ricardo Anaya?
La primera tiene una buena dosis depresiva. Encierra la idea de que todo está perdido y hay que esperar la derrota. En tanto la del Jefe Diego es un acto desesperado, enloquecido, autoritario, antidemocrático, dispuesto a todo lo que haya que hacer para ganar la elección “antes que entregar el país a López Obrador”. O sea, que si se tiene no se suelta. Busca reeditar en alguna forma el "Pacto por México", incluso deja entrever que vale una nueva versión del Fraude Patriótico que el PRI le impuso a su partido en 1986 en Chihuahua.
Pero esta semana el poder dosificó un doble mensaje contundente contra Anaya, a través de sendos videos que se dice se grabó en un buen restaurant de Madrid y donde el hermano de Manuel Barreiro explica a una empresaria argentina muy preguntona el detalle del financiamiento ilegal de la campaña frentista.
Pero no solo eso, el tercer golpe vino desde el mismo PAN, que en un acto sin precedente el senador y presidente de la Mesa Directiva, Ernesto Cordero, interpuso una demanda penal contra el candidato de su partido por el presunto delito de lavado de dinero.
Este político calderonista empuja esta iniciativa con el objetivo de dar armas a una PGR completamente politizada. Vamos a ver en los próximos días cuál es el desenlace y si hay un acuerdo entre EPN y los calderonistas que destilan el odio de su jefe político. Quizá sea el último intento de subir a Meade a la segunda posición en la intención de voto y esto podría ocurrir después del debate del martes pasado.
Previo al encuentro circularon sondeos de opinión que ponían a Meade en el segundo lugar incluso en la línea de los 5 puntos de diferencia con López Obrador, que ha sido un rango fronterizo que prefigura los fraudes electorales.
Así EPN sigue en la apuesta por Meade, sabe que es él, quien realmente le garantiza no solo continuidad en el modelo económico, sino una absoluta impunidad en los actos corruptos y excesos en que se ha visto comprometido junto con su familia.
Y si para ello hay que pasar por encima de Anaya no lo van a dejar de hacer, en los hechos está en marcha su desacreditación moral y ética con saldos positivos pues viene decreciendo en las encuestas de intención de voto.
Además están rotos los puentes desde el momento en que Ricardo Anaya ha salido a reiterar que de ganar la elección “él si meterá a la cárcel a Peña Nieto". Y lo volvió a decir en el tercer debate, con lo que selló su futuro.
Entonces, la postura esperanzadora de evitar que llegue el “orate” a la Presidencia no tiene futuro, es un signo de chochez de este hombre que, en 1994, no quiso hacer lo que tenía que hacer como candidato para alcanzar la Presidencia de la República y ahora le habla al viento a ver si éste le devuelve respuestas que no tiene en Los Pinos.
Nadie, en su sano juicio, ayudaría a alguien que lo amenaza. Está perdido y hasta cabe la posibilidad de que él y sus socios pisen la prisión gracias a los Judas de su partido.
Ciertamente no estamos en un juego de suma cero típico, donde lo que pierde uno lo gana el otro. Es decir, si se profundiza la caída de Anaya no necesariamente esos votos que se pierden van a ir a caer a la canasta de Meade, lo más probable es que estos se dispersen o neutralicen.
Las elecciones así son y puede que el candidato de la coalición "Todos por México" solo agregue una franja de esos sufragios porque, sin duda, Anaya estará en la papeleta electoral. Esto lleva a una poderosa duda que hoy se encuentra flotando en las redes sociales y que ya algunos analistas avizoran en la campaña negativa contra López Obrador en forma de llamadas calumniosas.
Se trata de la amenaza de un fraude electoral de grandes dimensiones que sería desastroso para el país. Que se observaría en una miscelánea de acciones nacionales donde están por ejemplo las llamadas telefónicas masivas contra AMLO, pero también las campañas de intimidación violenta que ya costaron la vida de decenas de candidatos o bien los cientos de candidatos propietarios y suplentes que “voluntariamente” han decidido no competir en estas elecciones concurrentes.
No menos significativo sería la operación de casilla por casilla en todo el territorio nacional y ese recurso cibernético manipulador del voto que vimos en las últimas elecciones presidenciales estadounidenses, y sería una total interferencia extranjera en nuestros comicios vengan de donde vengan.
Y si el proceso electoral se judicializa está la parcialidad que frecuentemente exhiben los miembros de los organismos electorales que como es del dominio público responden a un sistema de cuotas partidarias.
Quizá, todo eso, sea “lo que no sabemos”, como llama Jorge Zepeda, para enfrentar esa avalancha de sufragios a favor de AMLO que prefigura un triunfo contundente e indiscutible sobre un sistema político que necesita urgentemente un tanque de oxígeno de legalidad y legitimidad, pero que las resistencias son grandes y no tenemos por qué menospreciarlas.
Y es cuando la memoria nos trae a aquellos viejos panistas que creían que el apego a la legalidad y el bien común como la expresión más acabada de la política.
Ergo, las expresiones de Castañeda y Fernández, sobre pactos perversos para conservar el poder lejos, muy lejos, se encuentra de la política democrática que debe llevarnos al cumplimiento de la máxima de un voto, un ciudadano, y el respeto irrestricto a la voluntad popular. Punto.
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