Ciudad de México, 10 de junio (SinEmbargo).- La historia es como un cuento de hadas que termina en una película de terror. En el mundo del futbol rico, ese que veremos la semana que viene durante el Mundial de Rusia, apareció la Associação Chapecoense de Futebol, conocida simplemente como Chapecoense.
Se clasificó para la Copa Sudamericana, llegando a la final con el equipo colombiano Atlético Nacional, que venía de ser el campeón de la Copa Libertadores 2016.
Sin embargo, esa final nunca pudo disputarse; el avión que transportaba al plantel de Chapecoense a Medellín, para el primer partido, sufrió un accidente aéreo que costó la vida de 71 personas, entre ellas 22 futbolistas y casi todos los miembros del organigrama deportivo.
Fue el 28 de noviembre de 2016, cuando una aeronave de la compañía boliviana LaMia, colisionó contra un cerro del departamento de Antioquia en Colombia. Los primeros datos del accidente revelan que al avión le faltaba combustible y que a todos los protocolos aéreos los rompían frecuentemente.
En el aeropuerto de México hay un kiosco donde venden café y sándwiches de jamón serrano. Uno habla con las azafatas de la ex línea Mexicana de Aviación, quebrada en 2010, y la moraleja es clara: en este mundo de neoliberalismo todo es para las líneas aéreas low cost, así son las cosas.
Mexicana transportaba al año 11 millones de pasajeros y generaba empleo para más de 8 mil trabajadores de forma directa y 200 mil de forma indirecta. Era una de las aerolíneas latinoamericanas más reconocidas mundialmente, en su etapa final contaba con 21 vuelos internacionales, 19 vuelos nacionales y 12 vuelos a Latinoamérica.
¿Cuando uno viaja por Volaris, por Viva Aerobús –menos mal que ya no existe Aero California- piensa en Mexicana, piensa en esas líneas aéreas que nos proporcionaban seguridad, al realizar su trabajo con eficiencia y estar asegurados por el Estado?
El documental Chapecoense: las claves oscuras del siniestro, conducido por Francho Barón para CNN y que será transmitido este domingo, revela hasta qué punto debemos reflexionar sobre la aviación y en manos de quienes nos encontramos.
El saldo fue de 71 muertos y 6 heridos de diversa gravedad, que al final sobrevivieron: los futbolistas Helio Neto, Alan Ruschel y Jakson Follman, un periodista de Chapecó (Rafael Henzel) y dos tripulantes bolivianos (Ximena Suárez y Erwin Tumiri).
LA INVESTIGACIÓN DURÓ MÁS DE UN AÑO
La investigación de Francho Barón y su equipo duró más de un año, en seis países y lo primero que uno se da cuenta es que LaMia era una empresa de low cost, con múltiples deficiencias organizativas, económicas y operacionales que comprometían la seguridad de sus vuelos.
La tripulación decidió seguir adelante con un vuelo que no contaba con el combustible necesario para llegar a su destino con garantías y fue esa falta de combustible la que provocó que los motores de la aeronave dejaran de funcionar, desencadenando el mortal accidente a pocos kilómetros del aeropuerto de destino, en Antioquía.
¿Cuál fue la verdadera causa de la tragedia? ¿Realmente tuvo la culpa el piloto, o pudieron las autoridades de tres países evitar este siniestro que conmocionó al mundo? ¿Hubo corrupción o tráfico de influencias para que la aerolínea comenzara operaciones? ¿Quiénes son los personajes hasta ahora ocultos de esta historia? ¿Quién debería responder ante los familiares de las víctimas?
“En la vida como en el fútbol, hay ganadores y perdedores”, dice Francho Barón al comenzar el documental. Se trata de una hora conmovedora, en donde todos los trabajos investigativos permiten pensar que es una tragedia que podría ser prevenida, que no tendría que haber pasado.
“A veces la línea que los separa es muy tenue. Este relato tiene muchos perdedores y pocos o ningún ganador”, mientras una cámara muestra los primeros cadáveres recogidos en el accidente.
Las víctimas todavía negocian con la aseguradora, cuyas cuotas estaban suspendidas por la línea aérea LaMía, que responde a un dueño venezolano, Alberto Albacete Vidal, quien dice que sólo arrendaba la aeronave.
El gobierno boliviano hizo la vista gorda con el tráfico de influencias de Gustavo Vargas Villegas, titular del Registro Aeronáutico e hijo de Gustavo Vargas Gamboa, director de la aerolínea. Vargas Villegas aprobó la matrícula del avión, algo que le había sido negado en la gestión anterior.
En el medio de todo este entramado de corrupción y desidia, la vida de 71 personas que ya no pueden reclamar y las preguntas qué quedan sin respuesta.
