Un investigador del Instituto de Astronomía de la UNAM señala que las altas cantidades de luz artificial a la que los seres vivos están expuestos altera sus ciclos biológicos, por lo que llama a buscar estrategias para implementar alumbrados públicos sin efectos perjudiciales.
Hasta la fecha, expertos siguen llamando a reducir la contaminación lumínica.
Por Zoilo Carrillo
México, 5 de junio (EFE).– La contaminación lumínica altera las actividades de los animales tales como las migraciones, los tiempos de reproducción e incluso el reloj biológico, afirmó hoy a Efe Fernando Ávila, del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Ensenada.
Los seres vivos, incluidos los animales, "al haber evolucionado a lo largo de miles de años con los ciclos naturales de luz y oscuridad que son el día y la noche" se ven alterados con la presencia de altas cantidades de luz, y aunque en México se esté avistando un proceso de cambio en el alumbrado público, este debe realizarse de manera correcta para no resultar perjudicial.
"Estamos afectando su reloj biológico interno, entonces ya no migran de la manera en que solían hacerlo, pierden rutas donde solía haber comida a su paso natural y los tiempos de reproducción se descontrolan", sostuvo el especialista, responsable de la Ley del Cielo, de leyes y reglamentos del estado de Baja California para prevenir la contaminación lumínica.
Un caso particular del impacto en los animales es el de las tortugas marinas, cuyas crías nacen en la playa e instintivamente "avanzan buscando el reflejo de la luna y las estrellas en el mar" para regresar al agua.
Sin embargo, "si nacen en una zona contaminada lumínicamente pueden verse distraídas de su camino y, entonces, ya no van a parar al mar".
Una de las medidas que buscan aplicarse en México con la Ley de Cielos Oscuros -recientemente aprobada en el Congreso y a la espera de que la ratifique el Senado- para paliar estos problemas es la sustitución del alumbrado público por uno que ilumine con luz LED blanca y no a base de las lámparas de sodio tradicionales, de color amarillento.
El LED, a juicio del físico, tiene muchos beneficios, entre ellos una duración de 10 a 12 años y su ahorro económico a largo plazo. Sin embargo, estas ventajas, especialmente la pecuniaria, crean "el riesgo de que se sobre ilumine".
"Esto es un mito al que nos hemos enfrentado constantemente, que a mayor iluminación hay mayor visibilidad. La realidad es que en cierto limite ya no obtenemos beneficio, obtenemos un deslumbre que que minimiza la visibilidad", aseveró.
Por ello, el cambio de las bombillas de las ciudades deben realizarse "de forma responsable", sabiendo distinguir entre las necesidades que presentan las distintas zonas urbanas.
Además, la luz LED obliga a enfrentarse con otro problema, ya que no todas las bombillas de este tipo son iguales, existiendo diferencias en el tono de blanco.
Por un lado está el blanco frío con tendencia al color azul y por otro el banco cálido con un tinte anaranjado. Ambos afectan de forma distinta a la biología de los seres vivos.
La luz más azul "dispara la señal química a nuestro organismo de que todavía es de día", por lo que el cerebro, al interpretar esa señal, no asimila de igual forma "que ya oscureció y que es hora de descansar".
"Hay trastornos de sueño, cada vez nos vamos a dormir más tarde, la falta de descanso se va acumulando y nuestro cuerpo es una fábrica de químicos natural. Este disparador de que es hora de dormir ya no está presente y eso va desquiciando nuestra fábrica. Empiezan a haber problemas", detalló Ávila.
El científico recomendó también que para minimizar la contaminación lumínica "es más aconsejable el blanco que va al color cálido porque se dispersa menos en la atmósfera".
Eso sí, el LED propicia un ahorro de energía eléctrica de entre un 40 y un 60 por ciento, sin duda alguna su mayor ventaja.
La contaminación lumínica tiene otra afectación al ser humano y al entorno, esta última ligada a su tradición ancestral de observar el cielo para entenderse a sí mismo.
Las altas cantidades de luz que emanan las ciudades casi invisibilizan los acontecimientos astronómicos entre 100 y 150 kilómetros a la redonda, motivo por el cual, desde hace más de 50 años, los astrónomos fueron los primeros en advertir los problemas de este tipo de contaminación.
Por ello, al día de hoy, el gremio sigue llamando a que la contaminación lumínica se reduzca mientras estudian el cielo desde las afueras, refugiados en sus observatorios.