FridaGuerrera
02/06/2018 - 12:00 am
Carolina, memorial del feminicidio en Jalisco
Carolina nació el 22 de agosto de 1996, en Guadalajara, Jalisco. Desde muy pequeña mostró ese espíritu de ayudar, de dar, era muy cariñosa, llena de sueños. Amaba a sus padres, a su hermano mayor, como toda chica de su edad tenía un novio, amigas, amigos. Una vida.
Pasan los días, cada tres o cuatro horas cuento a una mujer o a una niña que fue asesinada en este país. A dos años de haber iniciado esto, me doy cuenta que tenemos que seguir, que debemos continuar la ardua labor de sacarlas de las notas rojas, del sensacionalismo. Que debemos seguir contando sus historias, nuestras historias, vernos plasmadas ahí en cada línea, en cada relato del dolor, de la ausencia, para lograr la base social que necesitamos para cambiar las cosas. Y entonces, contar historias de mujeres vivas.
María Auxilio Díaz y Daniel Bastidas son los padres de Carolina Alejandra Bastidas Díaz, su segunda hija, cuando conocí su historia imaginé a estos padres sentados frente a una ventana, esperando las respuestas a las dudas que nunca tienen contestación, los imagino observando las fotos de Caro deseando tener magia o poderes ocultos y sacarla de ellas, besarla, abrazarla, volver a protegerla, porque eso hicieron todo el tiempo.
Las clásicas advertencias: “no seas confiada”, “no todos son buenos”, “hay gente mala”, “el mundo es cruel”, “hay lobos disfrazados, recuerda a caperucita roja”, eran la eterna letanía de María y Daniel.
Carolina nació el 22 de agosto de 1996, en Guadalajara, Jalisco. Desde muy pequeña mostró ese espíritu de ayudar, de dar, era muy cariñosa, llena de sueños. Amaba a sus padres y a su hermano mayor; como toda chica de su edad tenía un novio, amigas, amigos. Una vida.
Carolina era una chica de 20 años. La jovencita pidió permiso a sus padres para entrar a trabajar, María le dijo a Daniel que le otorgará el permiso, y así entró a laborar como barista a un café en la zona centro de Guadalajara.
Caro quería ser educadora, su maestra la inspiró a querer serlo. Deseaba enseñar a los niños, guiarlos, educarlos. Esperaba entrar a la Universidad a estudiar Pedagogía, sin embargo, al no pasar el examen, entró a estudiar al Centro de Estudios Profesionales en Computación y Comercio para Auxiliar Educadora, por lo pronto.
El café donde trabajaba era muy concurrido por estudiantes, frente a esté había un edificio donde vivían muchos de ellos. Ahí conoció a NR* quien a diario acudía al lugar. “Carolina no era una chica desconfiada o que viera mala intención en las personas, era muy sana, eso la hacía creer que todos lo eran”, detalla María.
“Mamá conocí a un muchacho, que me cayó bien”, pero nada más, sólo eran amigos.
El 10 de diciembre de 2016, Caro salió a rumbo a la escuela, de ahí se iba al café, sin embargo, ese día su jefe le había pedido que cubriera a un compañero por la mañana, (sus padres no lo sabían). María le preparó su lonche, le dijo que ahí le dejaba dinero para que se fuera a la escuela y su comida. No la volvió a ver viva.
Durante el día María y Daniel no se preocuparon, la jovencita estaba ocupada. A las cuatro de la tarde María le llamó, el celular enviaba a buzón. No hubo preocupación extrema, la madre pensó que se había descargado el celular, la hora acostumbrada de llegar a casa de Caro eran las nueve de la noche, los padres se dieron cuenta que su hija no había llegado de inmediato le marcaron, nuevamente el buzón. A las 23:00 horas de ese sábado, María le marcó al novio de Caro, le pregunta por ella, no estaba con él.
Llegó la angustia, el dolor en el pecho, esa que te dice que algo no está bien, que tú hija te necesita.
Caro no acostumbraba hacer eso, nunca faltó a casa, sí salía a reuniones o fiestas, pero jamás dejaba de reportarse, de avisar a sus padres. Mucho menos faltaba a casa, le llamaron a amigas, amigos, primos; nadie sabía nada, nadie la había visto.
La noche se hizo día. A las seis de la mañana María y Daniel salieron rumbo a hospitales a buscarla, en el camino llamaron al jefe de Caro, sorprendido les comentó, que la vio a las 15:00 horas cuando salió de trabajar, fue cuando supieron que Caro no había ido a la escuela, para apoyar a su jefe. “La vi con NR cruzando la calle, de hecho, le dije que le iba a pagar, me respondió que no tardaba”, les detalló el jefe de la joven, quien les pidió acudieran al lugar porque no le daba buena espina lo que estaba pasando.
Acudieron al departamento, por más de 40 minutos estuvieron tocando el timbre, NR se asomó por la ventana. “Somos los padres de Carolina y queremos saber si está aquí contigo”. La respuesta fue sí, aquí está.
Otros cuarenta minutos, en abrir la puerta, los padres de Carolina insistentes y molestos llamaron a la policía, finalmente NR abre la puerta, los padres piden permiso para entrar. ¿“Dónde está Caro” ?, en el baño, responde el sujeto, uno de los tíos de Caro quien acompañaba a los padres, patea la puerta.
Ahí estaba Caro, en el suelo, cerca de la puerta. Entonces todo fue confuso, la policía llegó, les pidieron salieran del apartamento, ellos mismos corroboraron que ya no había signos vitales. ¿Qué le hiciste a mi hija, desgraciado? En el lugar también estaba NR2*, hermano de NR, ambos fueron detenidos solamente para declarar lo que había sucedido, de inmediato fueron liberados.
Caro se convirtió para las autoridades en la carpeta 65394/2016, para sus padres en el dolor que hasta el momento no se va, y que saben que se quedará ahí enquistado, en la injustica de las leyes de la Fiscalía del Estado de Jalisco, quienes determinaron que Carolina “murió” por broncoaspiración.
Una vez más la incomprensión, María se cuestiona. “Sí fue un accidente como dicen”, “¿por qué no llamaron a una ambulancia?”, “¿por qué no trataron de comunicarse con nosotros?”, “¿por qué no la ayudaron?”, “algo más paso ahí, Caro se veía lastimada”.
Desde ese 11 de diciembre de 2016, los padres de Carolina, piden justicia, han solicitado decenas de ocasiones que el caso se tipifique como feminicidio, la Fiscalía sigue insistiendo que fue “muerte natural”
El día 21 de mayo de 2018, acompañadas de algunas familias víctimas de feminicidio en Jalisco al lado de Irinea Buendía, quien batalló durante siete años hasta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), tipificó como feminicidio el “suicidio” de su hija Mariana Lima Buendía a manos del que fuera su marido, el ex policía judicial, Julio César Hernández Ballinas.
Ese 21 de mayo fue instalado el Memorial a más de 1500 víctimas de feminicidio en Jalisco. Ahí está su nombre, Carolina Alejandra, para que las autoridades del Estado no olviden que tienen centenares de cuentas pendientes con estás familias. Para que no crean que María y Daniel, permitirán que su hija se quede en la omisión, con la certeza de que no se detendrán, hasta que haya JUSTICIA para Carolina.
Escuchar a María me vuelve a sumergir en el mundo de ellas, del sufrimiento, de las dudas eternas. No la conozco físicamente, pero escucho a una madre inmersa en la dolorosa agonía de saber que cuando su pequeña la necesitó ella no estaba ahí. Una madre despedazada, tratando de juntar todos los días los cachos de vida que le dejaron desde que le arrebataron a Caro.
*Nombres Reservados
Quieres contar una historia de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas.
@FridaGuerrera
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