El director alemán Werner Herzog nació el 5 de septiembre de 1942 en Munich. Hemos crecido con él y con sus películas. Cómo olvidar esa adolescencia donde nos contaban escenas tremendas de su actor fetiche Klaus Kinski en Aguirre la ira de Dios.
Vimos ese filme una noche de lluvia, en una pantalla de televisión, mientras afuera el mundo se deshacía en una tormenta eléctrica y adentro, en esa aventura desenfrenada, algo parecía ser El Dorado, pero no.
Desde nuestra juventud hasta esta madurez, Herzog ha sido imparable. Sus ficciones, sus documentales y óperas nos han llenado los ojos y el alma. También ha creado una escuela de cine para experimentar físicamente lo que él vivió, por ejemplo en La cueva de los sueños olvidados.
La importancia de este filme que en sus manos se convierte en un verdadero tratado de filosofía que expresa la búsqueda de sentido a la existencia humana, a partir del encuentro con la naturaleza y la historia milenaria, se puede ver en YouTube, gratis.
La exclusiva y breve entrada del cineasta y un reducido equipo a las cuevas de Chauvet, al Sur de Francia, donde un científico descubrió 400 pinturas de animales provenientes del periodo del Paleolítico, hace 32 mil años, resulta un viaje profundo y transformador por el alma de la especie humana.
En la voz de Herzog, en su mirada, en su modo de poner la luz sobre frisos vívidos y muy definidos (“parece que los dibujos hubieran sido hechos ayer”, dice el cineasta), la aventura de Chauvet, como bien podría ser llamada la nueva película del alemán, reivindica la condición humana.
Si para Jean Paul Sartre la vida eran “el ser y la nada”, para Herzog y para los científicos que trabajan en la Cueva de Chauvet descubierta en 1994, ubicada cerca de la comuna de Vallon-Pont-d'Arc en un acantilado de caliza sobre el antiguo cauce del río Ardèche, la vida es la de un “Homo Espiritus” que, en oposición a nuestro conocido “Homo Sapiens”, concibe un mundo fantástico donde las cosas a menudo pueden ser otras.
Ahora, en Netflix, hay varios filmes de Herzog, entre ellos donde relata el nacimiento de Internet y fundamentalmente Happy People: A Year in the Taiga, un documental que explora un lugar tan recóndito como es la Taiga de Siberia.
Muestra sobre todo las aventuras de un cazador, esa gente que se va todo el invierno al bosque para atrapar martas cibelinas, en el pueblo de Bakhtia, al que sólo se entra en bote (en verano) o por helicóptero.
La marta rusa es un pequeño mamífero que tiene una piel extremadamente preciada y la caza de este animal está generando desde hace tiempo una gran tensión entre los activistas, amantes y protectores de la naturaleza con aquellos que ven en la marta mucho más que un animal un buen puñado de rublos.
Lo que Herzog marca (y relata) es la libertad de estos hombres que sin mujeres ni hijos, ni radio, ni teléfono, sólo acompañado por su perro, se abre a la noche y a los vientos para decirse a sí mismo: -Esto soy.
La vida no es lo que el capitalismo ni el neoliberalismo quiere que sea. Hay muchas vidas dentro del mundo y Werner dispuesto a grabarlo para mostrarnos de qué va el destino del hombre.
“Cuando vine aquí y descubrí lo que hacía un cazador, me quedé aquí”, dice un pariente de Tarkovski y uno no puede pensar más que cómo hacer para llegar a la taiga, hacerse unos esquís de madera de árbol y no recibir un solo llamado de teléfono.
Estas son las películas de Herzog. Un cine que hay que ver.