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Ernesto Hernández Norzagaray

25/05/2018 - 12:00 am

¡Adiós a las armas!

Esta organización fundada en 1959 por un grupo de jóvenes que tenían como objetivo poner fin a la dictadura de Francisco Franco y alcanzar la independencia del País Vasco - una región económica y cultural que abarca parte del norte de España y el sur de Francia-, y para ello asesinan la mañana gélida del 20 de diciembre de 1973 y en la calle Claudio Coello de Madrid al almirante Luis Carrero Blanco, presidente y heredero del gobierno  franquista, y su muerte sería un factor clave en la transición de la dictadura a la democracia, las fuerzas progresistas de dentro  fuera de la península ibérica animaron los cambios que culminan con la llegada  a la Presidencia de Adolfo Suárez, un joven surgido del Movimiento Nacional franquista y quien habría de impulsar cambios institucionales profundos que sustanciaron lo que hoy se conoce como la transición española a la democracia.

"Se calcula que ETA causó más ochocientas muertes y dejó a cientos de heridos, en contrapartida cientos, quizá miles de sus militantes, murieron, fueron a la cárcel o viven hasta el día de hoy en el exilio y la clandestinidad". Foto: Ap/Archivo

Una noticia que está en las primeras planas de la prensa europea es la disolución de la organización política-militar Euzkadi ta Askatasuna (ETA) la última guerrilla urbana, marxista paradójicamente nacionalista e independentista en el llamado mundo desarrollado.

Esta organización fundada en 1959 por un grupo de jóvenes que tenían como objetivo poner fin a la dictadura de Francisco Franco y alcanzar la independencia del País Vasco - una región económica y cultural que abarca parte del norte de España y el sur de Francia-, y para ello asesinan la mañana gélida del 20 de diciembre de 1973 y en la calle Claudio Coello de Madrid al almirante Luis Carrero Blanco, presidente y heredero del gobierno  franquista, y su muerte sería un factor clave en la transición de la dictadura a la democracia, las fuerzas progresistas de dentro  fuera de la península ibérica animaron los cambios que culminan con la llegada  a la Presidencia de Adolfo Suárez, un joven surgido del Movimiento Nacional franquista y quien habría de impulsar cambios institucionales profundos que sustanciaron lo que hoy se conoce como la transición española a la democracia.

Ya en democracia la estructura organizativa de ETA evolucionó hacia modelo leninista con un brazo político y otro militar.  Así, en distintos momentos llegó a estar con distintas marcas electorales en las instituciones democráticas políticas vascas y españolas mientras sus soldados realizaban acciones violentas contra las fuerzas de seguridad del Estado español, como no recordar por ejemplo la máxima delirante de que entre más militares muertos se pusieran sobre la mesa, más fácil sería la negociación de la independencia de Euskadi que nunca llegó aunque en el largo proceso se celebraron negociaciones con los gobierno socialistas y populares y todas ellas terminaron en el fracaso.

Se calcula que ETA causó más ochocientas muertes y dejó a cientos de heridos, en contrapartida cientos, quizá miles de sus militantes, murieron, fueron a la cárcel o viven hasta el día de hoy en el exilio y la clandestinidad.

Sus objetivos estratégicos no se lograron y con el paso del tiempo la organización llevó a cabo una reflexión colectiva, que en 2011 inició el proceso de desmantelamiento de la organización y la semana antepasada en un texto leído por Josu Ternera, uno de los históricos que ha vivido en la clandestinidad desde 2002, informó a la opinión pública que ETA llega a su fin y ahora cada uno de sus miembros decidirá lo que tiene que hacer en la vida política.

Ahora bien, desde que ETA da a conocer sus planes de disolución en España se ha abierto un debate sobre si por la normalización de la vida pública cabe el perdón, el punto final, o no y si cada uno de los militantes debe continuar purgando condenas o seguir buscando a los huidos para que paguen sus deudas con la sociedad española.

Hasta ahora la posición que gana es la dogmática de “que en democracia el que la hace la paga” y las posibilidades del perdón y la incorporación a la vida política es casi imposible, las familias de las víctimas algunas del corazón del ejército pesan enormemente en las decisiones que viene tomando el gobernante Partido Popular.

Y el caso vasco, comparado con lo ocurrido en Irlanda, donde en el verano de 2005 se desmanteló el Ejército Republicano Irlandés (ERI), o más recientemente la desaparición de la guerrilla más antigua de América Latina, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y su conversión en partido político, es poco o nada lo obtenido por los etarras hasta ahora. Ni siquiera la demanda añeja y humanitaria.  Que sus presos dispersos sean reubicados en las prisiones vascas para estar cerca de sus familias, vecinos y amistades.

No obstante, la decisión de los etarras es firme de decir adiós a las armas, no volver a actuar armados contra las instituciones españolas y han pedido perdón a las familias de las víctimas, sin embargo, les queda un camino largo que recorrer y será tarea de los intermediarios políticos convencer que es mejor tener a los conversos en las instituciones que fuera de ellas. Nos guste o no todo cese al fuego, significa ceder algo de cada parte.

Viví en el Madrid más castizo como estudiante de doctorado de 1991 a 1993, supe de los atentados con bomba que cometían los comandos etarras, incluso en una ocasión estuve cerca de uno de ellos, en los accesos al cuartel que está al lado del Palacio Real, a unos pasos de la Plaza del Sol, la Gran Vía, y el populoso barrio La Latina donde todos los domingos se concentran decenas de miles en el Mercado El Rastro y de la escuela primaria más cosmopolita Vázquez de Mella, en la calle Bailén,  donde asistían mis hijos, me sacudió el estruendo sofocado por muros antiguos y vi cristales rotos, cuerpos y vehículos militares destrozados. Era una imagen dantesca en medio de la histeria de los vecinos y soldados que nunca he olvidado.

Pese a mi interés por entender el conflicto vasco más allá de las razones históricas y la llamada autodeterminación de los pueblos no terminó de aceptar la guerra en democracia. España con todos sus defectos tiene una democracia consolidada y eso permite que las tentaciones separatistas, legitimas por esa razón histórica indiscutible, puedan canalizarse por la vía de las instituciones.

Así ocurre hoy en Cataluña, donde los nacionalistas que son mayoría electoral han declarado en diciembre pasado la independencia de su país y aunque el gobierno central ha echado atrás la decisión por inconstitucional, la lucha continúa por la vía política. Nada se ha roto. Espero, como muchos otros, la reconciliación de ese gran pueblo multicultural que en los años setenta logró conciliar a los enemigos de la guerra civil. Hay que dar oportunidad a una paz justa en ese gran país.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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