Ernesto Hernández Norzagaray
11/05/2018 - 12:00 am
¡La imaginación al poder!
Jean-Paul Sartre, el filósofo más influyente en el movimiento estudiantil francés de 1968, fue quien acuño desde el existencialismo esta frase romántica que marcaría a toda una generación de rebeldes de todo el mundo y solo comparable con aquella otra que rezaba provocadora: Seamos realistas, pidamos lo imposible, atribuida al filósofo alemán Hebert Marcuse a quien Gustavo Díaz Ordaz acusó en uno de sus tantos exabrupto de ser el ideólogo de la revuelta estudiantil mexicana -y es que Marcuse, en su libro Contrarrevolución y Revuelta, sostenía que ante el aburguesamiento de la clase obrera en los países industrializados la energía revolucionaria se había desplazado hacia los estudiantes, los movimientos tercermundistas y las minorías raciales (Black Panthers).
Jean-Paul Sartre, el filósofo más influyente en el movimiento estudiantil francés de 1968, fue quien acuño desde el existencialismo esta frase romántica que marcaría a toda una generación de rebeldes de todo el mundo y solo comparable con aquella otra que rezaba provocadora: Seamos realistas, pidamos lo imposible, atribuida al filósofo alemán Hebert Marcuse a quien Gustavo Díaz Ordaz acusó en uno de sus tantos exabrupto de ser el ideólogo de la revuelta estudiantil mexicana -y es que Marcuse, en su libro Contrarrevolución y Revuelta, sostenía que ante el aburguesamiento de la clase obrera en los países industrializados la energía revolucionaria se había desplazado hacia los estudiantes, los movimientos tercermundistas y las minorías raciales (Black Panthers).
En aquel año, en aquel mes paradigmático, en aquellos días de romanticismo, se vive la mayor revolución cultural del siglo XX, que surge como siempre de un evento insignificante, de una decisión autoritaria, por la clausura de la Universidad de Nanterre y esa medida extrema en clave racional del gasto educativo del gobierno gaullista llevó a sus estudiantes a concentrarse en la Universidad de la Sorbona donde ambos contingentes inicia una huelga que fue reventada por los policías antidisturbios con cientos de detenidos y heridos.
Así, como volaron por los aires los adoquines contra las fuerzas del orden, también lo hicieron los valores dominantes de la segunda posguerra donde todavía persistía el conservadurismo y el convencionalismo en las instituciones educativas decimonónicas (En las universidades francesas, por ejemplo, los profesores dictaban sus clases con toga con lo que se establecía una marcada diferencia jerárquica y de autoridad).
Entonces, las luchas estudiantiles fueron más allá de la simple reapertura de la periférica Universidad de Nanterre y cuestionaron todo, desde la sexualidad hasta la intervención norteamericana en Vietnam, de la lucha antinuclear al anti-belicismo, y ello ocurría con desenfado y alegría en los campus universitarios de Nanterre y la Sorbona, pero muy pronto se extendería la rebeldía estudiantil a las calles de Berkeley, Praga, Buenos Aires y Ciudad de México.
La revuelta estudiantil francesa sería el pivote que catapultaría al movimiento comunista internacional en sus diversos ismos alternativos al totalitarismo soviético, es decir, maoísmo, trotskismo, anarquismo, castrismo, guevarismo, tercermundismo pero, sobre todo a sus expresiones radicales en el feminismo y ecologismo, que se manifestaría también en una nueva forma de hacer y decir, irreverente, provocadora, en la literatura, las artes plásticas, el teatro, la música, el cine, el periodismo incluso los métodos de enseñanza que ahora apostaban por el pensamiento crítico y autogestionario.
El poder político francés, como ningún otro, evidentemente no estaba preparado para esa irrupción contestataria en sus universidades y no atinaba como procesar las demandas estudiantiles, y de primer momento lo único que se le ocurriría fue la represión como mecanismo para reestablecer el orden en las calles parisinas. Pero ese antídoto no correspondía al virus contestatario, que no le importaba sufrir golpes y vejaciones de las fuerzas de seguridad pública con tal de provocar una eclosión que abriera paso a mayores libertades públicas y privadas como también una mejora en las condiciones de vida de los trabajadores.
En esa sintonía las centrales obreras (CGT, CFDT y la FEN) llamaron el 11 de mayo (el día que aparece este texto) a sus afiliados a iniciar una Huelga General para el día 13 que se consuma y paraliza toda Francia. La respuesta del presidente Charles de Gaulle ante este escenario de inconformidad fue llamar a detener las protestas y fue así como recibió el apoyo entre otros el del PCF, dirigido en aquel entonces por el estalinista George Marcháis quien calificó el movimiento estudiantil de ser un “movimiento contrarrevolucionario” y coincidir con de Gaulle con un matiz leninista detenerlo por su “aventurerismo pequeño burgués” contrario a los “intereses de la clase obrera”.
Pero, el movimiento contestatario siguió su curso envolvente, se expandía por el mundo con sus lemas y consignas libertarias y entroncaba con los problemas de realidades a la vista contrastantes.
Así, mientras en Praga los estudiantes levantan protestas por la presencia de los tanques soviéticos en México lo hacían por la libertad de los presos políticos que había dejado el movimiento ferrocarrilero y médico; en Berkeley la movilización estudiantil era a favor de los derechos civiles y la libertad de expresión en Buenos Aires la lucha estaba dirigida a tumbar la dictadura de Juan Carlos Onganía y toma forma en los atentados del Frente Armado Revolucionario o en general en América latina la defensa de Vietnam compaginaba con las protestas estudiantiles por las mismas razones de Alemania y Holanda.
Ante esta situación de emergencia Georges Pompidou, Primer Ministro de la República Francesa, entabla negociaciones en todos los niveles con el objetivo de restablecer el orden y para ellos hace concesiones tanto a los estudiantes, como a las centrales de los trabajadores. Charles de Gaulle llama a referéndum sobre su permanencia en el gobierno y gana el NO lo que significó su separación que lo asume inmediatamente Pompidou que días antes había presentado su renuncia.
Se convocaría unos días más tarde a nuevas elecciones generales y ante la posibilidad de que las izquierdas ideológicas se unieran para presentar candidaturas comunes De Gaulle maniobro para evitar, aunque en realidad los muchachos estaban entretenidos en conquistar la utopía libertaria no para ganar comicios que significaría la conservación del status quo que deseaban destruir. Así, finalmente, los partidos de la derecha electoral aliados al gaullismo triunfaron por escaso margen sobre la izquierda.
Este recuento no fuera mayormente significativo de no haber detrás de ellos una serie de ideas libertarias que marcarían la visión de toda una generación. Ni el mundo ni la vida volverán a ser como eran, como lo diría el líder estudiantil más visible Daniel Cohn-Bendit, después de las jornadas y barricadas en el Barrio Latino.
Muchos patrones culturales cambiaron a lo largo de las siguientes décadas. Sus detractores señalan que el movimiento estudiantil fue derrotado políticamente y así fue efectivamente si se le ve en clave partidaria, sin embargo, su impronta cultural y política, esta presente en muchos de los rasgos progresistas de la sociedad contemporánea.
En definitiva, el Mayo francés, representa el movimiento contracultural más poderoso del siglo veinte y sus lemas siguen siendo ejemplo de imaginación y creatividad en un mundo marcado por la violencia que ha traído consigo el fin de la bipolaridad y la globalización neoliberal.
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