Jesica González Alva pertenece a la tribu del pulgar. Así llamó el estadounidense Howard Rheingold, especialista en la implicación social de la tecnología, a los usuarios de celulares por su rapidez para enviar mensajes. Jessica tiene 20 años. Acaba de terminar sus estudios de Bachillerato y trabaja como afanadora en la empresa Quadrum. Gana dos mil 700 pesos mensuales, mismos que hasta hace poco gastaba en tiempo aire para su teléfono celular.
Y con frecuencia, narra, llegaba a consumir hasta tres mil pesos mensuales, por lo que tenía que pedir a sus papás que le ayudaran a liquidar los gastos de su BlackBerry.
Desde los 12 años su familia le regaló un teléfono celular para estar constantemente al pendiente de ella, y desde entonces no volvió a separarse de este tipo de aparatos, de los cuales ha tenido una docena de distintas marcas y precios en tan sólo ocho años.
Las bolsas de su overol color rojo sirven de fundas para sus dos celulares. En el edificio donde labora se le ve caminar entre los pasillos; entra a la cocina, va hacia los elevadores y se dirige a los baños, sin perder de vista jamás sus teléfonos.
Apenas asoma discretamente los celulares fuera del bolsillo de su ropa y clava la vista hacia ellos. Lee sus mensajes y responde con tal destreza y rapidez que sorprende el movimiento de los dedos pulgares de ambas manos.
Esta joven mujer de ojos claros, tez blanca y cabello ensortijado, todos los días tiene que levantarse a las cuatro y media de la mañana para llegar a tiempo a su trabajo. Sin embargo, su adicción al teléfono celular no le permite dormir antes de las tres de la mañana, es decir, duerme apenas una hora y media todos los días, trastorno que los especialistas de la UNAM han llamado insomnio juvenil y cuyo origen es la dependencia de este aparato móvil.
“Yo no puedo estar sin celular. Es parte de mí, como el baño diario y el maquillaje sin los cuales no puedo salir porque me angustia y me irrita”, afirma Jesica González quien sin saberlo padece una enfermedad.
Integrado por las palabras del Inglés, “no-mobile”, la nomofobia es un término adoptado en Gran Bretaña y Estados Unidos. Aún no estudiado en México, especialistas en telecomunicaciones y comunicación masiva empiezan a notar el fenómeno tanto en un consumo exponencial, como en las escenas cotidianas en las que el celular es un distractor ludico más que un instrumento óptimo.“En el fondo se trata de una incapacidad del ser humano por estar a solas consigo mismo, explica el psicólogo Juan Antonio Marbán Mejía, con más de 35 años de experiencia en consulta.
SI NO LO TENGO, ¿QUÉ HAGO?
El teléfono celular, entre algunos de sus usuarios, es un agente externo portador de supuesta seguridad, de igual manera que dicho valor algunos se lo asignan a los autos y al dinero en general, explica el psicólogo Marbán Mejía.
De ahí que los usuarios sientan inseguridad personal cuando no lo portan y en consecuencia hagan lo imposible por regresar a su casa y rescatarlo, describe este observador de la conducta humana.
Esa visión no es distante de lo que piensa el presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación de las Ciencias de la Comunicación (CONEICC), Jorge Alberto Hidalgo Toledo. El celular, dice, amplifica las disfunciones sociales y evidencia los problemas de estrés en los individuos y los de comunicación entre las familias, por mencionar algunos problemas ocultos.
Hay datos que avalan tales percepciones: el 44 por ciento de los mexicanos no sabe ya estar sin celular, por lo que actúa para recuperarlo de inmediato en cuanto lo olvida, de acuerdo con el estudio México en el Mundo Móvil, revelado en julio pasado por Yahoo! México y la agencia Ipsos.
Esta investigación sobre el comportamiento de los usuarios con dispositivos inteligentes en México, sostiene también que seis de cada 10 usuarios duermen con el celular y 70 por ciento lo usa como reloj despertador. Y la relación que existe entre el mexicano y su celular es tan personal que el 60 por ciento no lo comparte con su pareja y el 68 por ciento de los adolescentes no permitiría que sus padres vieran su contenido.
Marbán Mejía, el psicólogo, advierte que lo que sigue es que algún día los usuarios exploten y se den cuenta de que ya no pueden controlar su dependencia, y al igual que otras enfermedades tendrán que empezar por separarse de su adicción: el celular.
EL MAL USO DEL CELULAR
Por ahora, en México, se observa que el celular no es usado a cabalidad como producto utilitario. No hay distinción entre las llamadas útiles y las inútiles. Y son los jóvenes los que protagonizan la escenas donde el celular es mal utilizado. Son ellos, la parte sustancial del mercado de la telefonía móvil en México: una encuesta de Mitofsky arrojó que mientras dos de cada tres menores de 30 años usan un celular, sólo uno de cada tres mayores de 50 años lo hace.
De modo que las escenas de comportamientos anómalos se reproducen más donde hay jóvenes. Por ejemplo, los salones de clases.
El presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación de las Ciencias de la Comunicación (CONEICC), Jorge Alberto Hidalgo Toledo, indica que se han detectado “problemas serios de disciplina escolar” relacionados con el celular.
El CONEICC es un organismo nacional que agrupa a 74 universidades del país y que se dedica al estudio de las Ciencias de la Comunicación. Su director añade: “Los profesores no pueden dar clase porque los alumnos tienen toda su atención en este aparato y se resisten con determinación a apagarlo”.
Otro ejemplo de mal uso es el caso de los padres de familia que regalan un celular a sus hijos para estar supuestamente al pendiente de ellos. “No es tanto que el papá o la mamá esté preocupado por su hijo, sino más bien utilizan el celular como chicotito o herramienta para fortalecer su control”. Lo mismo hacen los jefes autoritarios y las parejas con acentuados rasgos controladores.
En promedio, los usuarios de celular dicen realizar seis llamadas y recibir siete al día. En general, todos los grupos reportan menos llamadas realizadas que recibidas, según una encuesta de Mitofsky.
Pero no son sólo las horas de productividad las afectadas por el mal uso del celular. Durante la comida, continúa Hidalgo Toledo, es frecuente ver que cada una de las personas sentadas en la misma mesa platican por el celular con otros individuos que se encuentran a muchos kilómetros de distancia, porque los que están frente a ellos no llenan sus emociones.
El psiquiatra Arturo Mendizabal Rodríguez, uno de los pocos médicos en el país especializado en la atención a niños y jóvenes, comenta que en México no existen aún estudios específicos ni serios sobre el daño del incorrecto uso del teléfono celular.
ES QUE LAS COSAS HAN CAMBIADO
A finales de los 80 la telefonía celular era un servicio disponible para las personas con un alto poder adquisitivo, pero hoy es un servicio de primera necesidad ampliamente utilizado y disponible para cualquier persona. Incluso, el Banco de México lo incluyó en la canasta básica de servicios de los mexicanos.
Este aparato multifuncional rebasó meteóricamente el número de líneas telefónicas fijas que hay en el país. Según la consultora especializada en telecomunicaciones The Competitive Intelligence Unite (THE CIU), en México hay casi 97 millones de celulares. Y de acuerdo con la Comisión Federal de Telecomunicaciones (COFETEL) existen en el país menos de 20 millones de teléfonos fijos.
Pero además de haber casi 77 millones de teléfonos celulares más que teléfonos fijos, el 25 por ciento se encuentra en el Distrito Federal y otro porcentaje similar diseminado en 12 ciudades del país, por lo que en el resto del país se reparte el 50 por ciento.
Y es que más allá de que por generaciones a los mexicanos nunca se les dio las facilidades para adquirir un teléfono fijo, el celular además de ser muy accesible para todos los sectores de la población también representa muchos servicios y significados que embonan en la cultura de un sector importante de los mexicanos.
De hecho, Hidalgo Toledo dice, con base en un estudio de la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI), que más del 58 por ciento de los mexicanos accede a Internet a través de su teléfono celular y ya no por su computadora como antes lo hacía la mayoría. Resalta también el dato que encontró Facebook en México: más del 50 por ciento ingresa a esta red social por medio de un celular inteligente.
Muchas transacciones económicas, como la compra de un boleto para ir al cine, ya se pueden hacer sin mayores problemas, por eso se piensa que los teléfonos celulares sustituirán en un futuro a las tarjetas de crédito, continúa.
Hidalgo Toledo explica que a nivel antropológico este aparato móvil modificó los procesos de socialización. Anteriormente si un joven quería invitar a salir a una chica tenía que hacerlo cara a cara, pero ahora con el teléfono celular se hace de manera virtual, lo que evita la frustración del rechazo que podría marcar o no su forma de relacionarle por el resto de su vida.
Ahora que ya no hay el rechazo cara a cara, es muy probable que el mismo chico haga la misma invitación a 10 chicas diferentes y si la novena lo acepta seguramente reafirmará su identidad, es decir, precisa el académico: “El teléfono celular modificó hasta el cortejo”.
La consultora especializada en telecomunicaciones The CIU, calcula que a más tardar en tres años habrá tantos teléfonos y líneas móviles como número de habitantes en el país. La demanda, como ocurre ahora, estará concentrada en los menores de treinta años.
Por lo pronto, en la casa de Jesica hay seis celulares activados. Dos de ella, dos de su hermana, uno de su mamá y otro de su papá.
FUTURO: ¿CELULICÓLICOS?
¿Qué va a ocurrir? - se pregunta Hidalgo Toledo. Hace una pausa breve y enseguida se responde: seguramente se va a tener que implementar algún tipo de alfabetización, no para saber las funciones del aparato, sí para usarlo en forma correcta y responsable.
Propone que desde la Primaria se enseñe a los alumnos cómo y cuándo usar la tecnología, para evitar que los sature y rebase, ya que es inevitable pensar que el celular cada vez será más importante en su vida.
En Estados Unidos, menciona, hace dos años empezaron un programa de desconexión, y ha sido tan exitoso que la empresa dueña de la marca NIKE se involucró. La terapia estuvo basada en un sistema muy similar al usado en las clases de tejido.
Explica que la práctica del tejido ayuda al desarrollo de la conversación, centra la atención de las personas y permite pensar de manera más profunda; a diferencia de los mensajes cortos, breves y superficiales que se generan con la comunicación por el celular.
Jorge Alberto Hidalgo Toledo, investigador en comunicación aplicada y nuevas tecnologías de la información, insiste: “Tenemos que preocuparnos por el impacto que tiene el teléfono celular, porque está organizando la vida de todos los jóvenes, construyendo su realidad y su identidad.
El celular está en el corazón de todos obligándolos a tomar decisiones en tiempo real, y sustituyendo a muchos otros objetos antes necesarios como el reloj, el despertador, la cámara fotográfica y la computadora portátil”, dice.
Si hay adicción al celular, Marbán Mejía, psicólogo, sugiere como un sano inicio calendarizar su uso para separarse de él en lo más posible, y utilizarlo sólo en los casos estrictamente necesarios.
Con el tiempo y un avance positivo en el tratamiento de la enfermedad, el paciente será capaz de identificar las llamadas importantes de las intrascendentes hasta descubrir que el 90 por ciento de las llamadas que hacía eran irrelevantes, según el experto.
Marbán Mejía advierte que es muy probable que así como en su momento surgieron grupos de ayuda como Neuróticos y Alcohólicos Anónimos, es muy probable que surjan otros para apoyar específicamente a los adictos al celular, en un futuro no muy lejano.
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