Somos gordos, pero ¿por qué? ¿Nos comemos nuestras emociones? Eso es lo que dice la experta Adriana Esteva, quien acaba de sacar un libro en Planeta con esa premisa: estoy mal, estoy bien, todo lo que me alimenta es un estado de ánimo. ¿Cómo hacer para que esa rueda deje de girar? ¿Es el peso algo que tiene que ver con la relación de pareja, con las relaciones afectivas?
Ciudad de México, 13 de abril (SinEmbargo).- Somos gordos, pero ¿por qué? Las dietas fallan y fallan otra vez y son pocas las personas que pueden dar un resultado importante, frecuente, a las personas que sufren sobrepeso.
“Comer sin medida y subir de peso descontroladamente pueden ser las formas en que intentamos protegernos del miedo, la angustia, la inseguridad y la incertidumbre que nos provoca entregarnos completamente a nuestra pareja, de sentirnos vulnerables ante ella”, es lo que dice Mercedes Esteva, la autora de Comiéndome mis emociones, donde explora el vínculo que tiene el amor con nuestro cuerpo y, más específicamente, con el peso.
Adriana Esteva ha sufrido en carne propia los vaivenes del peso. Su libro, entonces, nace de las vivencias y del crecimiento personal y profesional de la autora. Tras reconocerse como una víctima de su peso, Adriana ofrece una empatía inigualable con todas aquellas personas que han transitado por los mismos caminos y buscan reencontrarse consigo mismas.
–Cuéntame de la dieta, de la falta de dieta, esto que significa ser gordo en esta sociedad
–Bueno, mira esta indagación que comencé conmigo hace 10 años, estaba signada por el tema del peso, un problema que me había acompañado durante veinte años. Ser gorda en una sociedad que le da tanta importancia a la delgadez, se vuelve como ser un ciudadano de segunda. Eso a mí nunca me terminó de encajar. No estoy dispuesta a seguir tus cánones y pues claro me llevó a ver el peso y a la forma de comer de una manera muy diferente. Yo lo conocía desde las dietas, desde los masajes, desde las pastillas, desde el sufrimiento, de la vergüenza, desde el rechazo, quise abrir la ventana para ver otra forma de hacerlo. Me volví curiosa conmigo, comenzando a preguntarme si no he logrado bajar de peso, debe haber una buena razón para eso. Y todo eso me llevó 10 años. Había muestras, había miedos, en esa indagación vi el enojo, en terapia, el enojo de por qué mi cuerpo era tan grande, por qué mi cuerpo tenía formas que me disgustaban, por qué a veces lo agredo. Tomando esas pistas, el enojo, la agresión, terminé viendo el caso de un abuso sexual fuerte y poder buscar el cuerpo para agradecerle con todo lo que hizo para protegerme. Creo el enojo que sentía hacia mi cuerpo no era hacia él sino a lo que estaba atrás.
–Hay muchísimos casos de mujeres abusadas, que luego son gordas. Parece que tiene sentido, pero se ha estudiado muy poco la protección que realiza el cuerpo
–Creo que por algún mecanismo de defensa aprendimos a desconectarnos: la cabeza es algo, el cuerpo es otro, mis emociones son una cosa, el espíritu es otro y esto fue mera protección. Cómo hacerme cargo de una herida que todos tenemos, es desconectar. Esta desconexión que en algún momento me pudo haber servido, porque yo me clavo con mi cabeza y no siento el dolor del cuerpo, mientras me vuelvo totalmente pendiente de mi cuerpo, volviéndolo objeto, no me conecto con la emoción. Somos un todo, somos sistemas interdependientes y lo que a veces no tengo la herramienta para darle cauce a lo que siento, el cuerpo viene como gran herramienta. El cuerpo jamás nos va a hacer daño, viene a ponernos límite, en un capítulo digo: “Me volví grande por fuera pero chiquita por dentro”.
–Hay una cosa de grandeza de por fuera, pero cada vez más chiquita por dentro
–Exacto. Cómo una persona incapaz de mostrarse, porque a lo mejor cuando se muestra, hubo este abuso, una vergüenza o simplemente no teníamos ni voz ni voto. Por dentro tenemos una consciencia infantil muy temerosa, que sigue usando las mismas herramientas que usábamos cuando éramos chicos. Esta parte de conexión con la consciencia nos permite mirar al cuerpo con otros ojos, no con las cosas de los cánones. Me voy un poco a lo evidente, por más esfuerzos que se hacen, amenazas y cuídate, baja de peso, las cosas siguen igual o peor. ¿Por qué no han volteado a ver lo que está pasando? ¿Por qué no pensamos en un niño que tiene que hacerse grande porque está solo en casa o porque su padre ya no está y debe proteger a su madre? Una chavita de 10 años que tiene que cuidar a sus hermanos pequeños, que tiene que salir a proteger, ¿por qué no ven todo esto? Esto es lo que elegí ver en este libro. Lo viví como el eje de mi persona. Tuve un truene fuerte de pareja y cuando empecé a respirar, a cuidar a mi cuerpo, de pronto tuve una cercanía con un hombre y empecé otra vez a comer, a subir de peso. Me puse como alumna en este libro, platiqué con terapeutas, con muchas mujeres que se dieron cuenta para hablar de su peso desde otro lugar, de ver por ejemplo que si no tuvieran sobrepeso ya habrían dejado al marido, el peso como gran contención para lo que tenemos que hacer y no lo hacemos…
–La diabetes tipo 2, que viene con la obesidad, también tiene mucho que ver con las emociones
–Sí, por supuesto. Con esta falta de encontrar estructura y no tener el manejo de mis emociones, es como un grito de ayuda y mostrarse cansado de no tomar decisiones. La enfermedad de algún modo me confirma mi teoría de que no puedo hacerlo, de que no merezco la libertad de afuera y no podemos dejar de ver esto, la intensa relación que hay entre mis emociones, mis enfermedades, mi conducta…muchas veces las enfermedades creemos que la resolverá un remedio o un doctor, pero nosotros tenemos mucho que hacer. El cuerpo es tan sabio que siempre nos da otra oportunidad para que tomemos consciencia.
–¿Cómo te manejas en la obesidad, tan difundida en esta época?
–Para mí es la responsabilidad más hermosa. No soy una madre Teresa de Calcuta, pero mi propia historia cobra un nuevo sentido, puedo decirle a la gente para de hacer lo que estás haciendo, el ciclo de maltrato te mantiene donde está. A veces me siento como la nave de la resistencia de Star Wars, las “soluciones” van para un sentido y yo corro en el otro. La industria farmacéutica, la industria de los productos para bajar de peso, el consumismo, lo que quieren es que sigamos donde estamos. Estamos ante un escenario bastante violento si le hacemos caso, estamos perdidos.
–También es cierto que hay chicas que pesan 50 kilos y se sienten gordas, hay todo un trabajo que hacer con respecto a eso
–Me duele mucho el alma eso y está cada vez violentándose más. Hay muchos casos de niñas de seis años que no quieren comer, por miedo a estar gorda y por otro lado está la explosión de obesidad. Hay que darle otro tratamiento al problema de obesidad, no es rápido, no es fácil, nos lleva a ver cosas que en principio puede darnos miedo, pero va a llevar a un proceso que va a necesitar de todo nuestro ser. Hay gente que me dice, 'no, es mucho tiempo, a mí dame una dieta' y yo no voy a dar una dieta, pues es parte del problema y no de la solución.
–¿Qué aconsejas hacer con la comida?
–Por empezar, tratar de entender al cuerpo con los mensajes externos es una locura, voltear a ver el tema de la comida tiene que ver con reconocer mi hambre, voltear a ver qué me gusta, qué me hace sentir bien a mí…uno pensaría que cuando dice eso está diciendo rompe la dieta y come todas las porquerías que comes cuando la rompes. No es eso. Dejar de hacer dieta es un compromiso mucho más grande conmigo, porque me voy a dar la oportunidad de tomar decisiones que tengan que ver con mi forma de bienestar real. Tal vez descubramos que el hambre que tengo es de otras cosas y no de los alimentos. Tal vez tenga hambre de claridad, de certeza, de asertividad, de compañía, de afecto y eso nos da miedo. La comida la tengo muy al alcance, eso otro no.