REVISTA ARTES DE MÉXICO | Unión con la naturaleza: plantas sagradas

24/03/2018 - 12:03 am

Sabemos de los pueblos indígenas que su relación con la naturaleza es muy distinta a la que nosotros establecemos con ella. Si bien esta unión permanece viva, múltiples veces ha sido malinterpretada. El número 127 de la Revista Artes de México Plantas Sagradas nos esclarece por medio de códices, crónicas y relatos los usos místicos y espirituales que diversas culturas prehispánicas otorgan a las plantas enteógenas.

Por Bárbara García Gasca

Ciudad de México, 24 de marzo (SinEmbargo).- Julio Glockner en su artículo “Crónica de una incomprensión” nos advierte esta visión incomprendida que, desde la Conquista, se ha tenido de las prácticas religiosas y medicinales de los pueblos indígenas: “Desde el primer contacto que tuvieron los europeos con América, se inició una historia de incomprensión sobre la vida religiosa de la población nativa, que en buena medida, perdura hasta nuestros días”. Es por eso necesario entender el legado indígena y que éste permanezca vivo.

En las páginas de este número, encontraremos los usos de diversas plantas, algunas consagradas para sanar el cuerpo, la mente, otras, para revelar mensajes “del más allá”. Sin embargo, con la previa declaración de su nombre científico: plantas enteógenas, es decir plantas que, según los antiguos, tenían la capacidad de “generar lo sagrado dentro de sí”, de desdoblar la mente para generar experiencias dentro del territorio de lo sagrado.

Sólo entonces podemos entender, de la mano de extraordinarios antropólogos, cómo las plantas sagradas cumplen una doble función para los indígenas, pues su ingesta construye puentes de comunicación entre la planta y el consumidor, y se da paso a una experiencia divina. Mercedes de la Garza en “Umbrales hacia otros mundos” señala que si bien el uso de enteógenos abre nuevas puertas, hay una diferencia entre el uso ritual y el uso recreativo que se da hoy en día. El ritual siempre es guiado por un chamán, el cual en palabras de Glockner, es quien “ha experimentado una muerte y una resurrección cómo signo de apertura al mundo de lo sagrado; una persona que ha recibido un mensaje iniciático de las deidades y el don correspondiente [...]”. Por lo tanto, el papel del chamán se vuelve un factor importante ya que mediar la experiencia no sólo facilita el proceso de curación, sino que también demanda un pacto energético entre ambas partes.

Patricia Lagarde, "Peyote Lophophora williamsi ", de la serie Herbolaria mexicana, 2000. D.R. Israel Ortiz, ​Ololiuhqui​, 2017

Las plantas y hongos que se encontraban en los territorios precolombinos variaban en especies, y por lo tanto eran elegidas cuidadosamente, ya que cada una de ellas era ofrendada a alguna deidad de acuerdo a similitudes arquetípicas. Un ejemplo de esto es el hongo amanita muscaria, que cómo Mercedes señala, se usaba para hacer “ofrendas a Huitzilopochtli, acompañadas de silbidos, sacrificios de codornices, incienso, canto y baile”. Es necesario recordar que el proceso ritual era trascendente a la hora de activar esas sustancias, pues a través del uso de la palabra, ya fuera en forma de cantos o rezos, otorgaba vitalidad y fuerza a la invocación. A propósito de esta noción, es interesante traer a cuenta la escultura del príncipe de las flores y dios del éxtasis Xochipilli, que tiene grabadas muchas de las flores y hongos que los mexicas utilizaban con fines espirituales.

Para los huicholes, señalan María Benciolini y Arturo del Ángel en “Hikuri: cosmogonía y ritualidad wixaritari, náayeri y rarámuri”, el hikuri (lophophora williamsii), peyote ubicado en el estado de San Luis Potosí, representa “la esencia de la vida; es el que sabe. Conoce cómo se creó el universo y lo sabe hacer; sabe convertir la tierra seca del desierto en lluvia, ingrediente fundamental para el crecimiento del maíz y razón fundamental para ir en su búsqueda”. Los viajes que emprende esta comunidad para encontrarse con la medicina ancestral coincide con fechas de rituales cristianos, lo que nos habla de “las enseñanzas misioneras impuestas[...] por los franciscanos y jesuitas”, y de esa incomprensión que permea la vida espiritual de estas prácticas.

D.R.©Froylán Ruiz, Toloache coatl, 2013. Óleo sobre tela, colección particular.

Por otro lado, podemos observar cómo este poder se traslada a la vida cotidiana de los pueblos nahuas, quienes hacen uso de un tabaco especial para curar sus males y brindar protección sagrada a sus actividades diarias. El tabaco, también conocido cómo tenexyetl, corresponde a un uso específico, Lilián González nos deja verlo así: “al parecer era desconocido por otros pueblos del continente, y también se integraba a un complejo cultural extrañamente semejante al de la coca en Perú”. El tabaco ayudaba a malestares físicos y en partos o heridas.

Los otomíes de la región oriental de Hidalgo se identificaban con una planta en particular llamada Santa Rosa, la cual poco a poco se incorporó en sus tradiciones. Esta planta, como registran las autoras María Garret y María de Lourdes Baez, “cura y transmite saberes” y es ofrecida a través de ofrendas a los cuatro elementos creadores; agua, tierra, fuego y aire, principios que se materializan mediante prácticas colectivas. Cabe mencionar “que en las costumbres, la Santa Rosa juega un papel dinámico. Los especialistas rituales la consumen para permitir que lo sagrado se manifieste a través de ellos. En algunas comunidades la mastican seca o remojada”.

Es así como podemos entender una parte pequeña de la conexión entre el cuerpo y el espíritu, pues las prácticas de estas comunidades se traducen en un pacto de integración, ya que la misma voluntad del encuentro se vuelve un acto de comulgación. Es importante comenzar a pensar que lo sagrado no se encuentra fuera de nosotros e integrar esta visión de los pueblos indígenas a la nuestra; comprender que las visiones desprendidas por los enteógenos son “metáforas visuales, imágenes mentales que dan cuenta del vínculo del hombre con el cosmo que habita y es habitado por él”.

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