Stephen Hawking: La breve historia de un genio

18/03/2018 - 12:05 am

Profesor, astrofísico, cosmólogo, divulgador, un genio fácilmente irritable que pasó más de 30 años hablando a través de una computadora y la mayor parte del tiempo que estuvo ante el ojo público, en una silla de ruedas. Stephen Hawking rompió las barreras del universo y de la vida, al pasar por muchos años el pronóstico que una enfermedad degenerativa la daba. A continuación, la brevísima historia del genio.

Ciudad de México, 18 de marzo (SinEmbargo).– «La medicina no ha podido curarme. Por eso me apoyo en la tecnología para comunicarme y vivir», fue una de las frases que Stephen Hawking dijo en su vida. Quizá se refería al aparato que le permitía hablar, pero fueron en realidad la ciencia y la tecnología los pilares que le permitieron seguir con vida.

El astrofísico pasó todas las barreras, no sólo con sus estudios del universo que al ser intangibles (e invisibles) nunca lo hicieron acreedor al Premio Nobel, sino empezando con su propia vida. A los 21 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, con pocas esperanzas de llegar siquiera a los 25 años. El pasado 14 de marzo, Hawking murió a la edad de 76.

Como en una especie de conexión entre las grandes mentes, la fecha de fallecimiento del físico coincide con la del nacimiento de Albert Einstein. Mientras que el 8 de enero de 1942, el día que Hawking llegó al mundo, ocurrió exactamente 300 años después del día que murió Galileo Galilei.

“I have lived with the prospect of an early death for the last 49 years. I’m not afraid of death, but I’m in no hurry to die. I have so much I want to do first.”

Desde muy joven, Hawking mostró una mente privilegiada y abundancia de ego, «en sus tiempos de estudiante universitario, antes del diagnóstico de su enfermedad, cuando capitaneaba el equipo de remo de Oxford y tenía fama de osado y de averiar barcos, presumió de que se había sacado la licenciatura estudiando tan sólo mil horas; de hecho, las tareas académicas le aburrían.

Una mente privilegiada y, como a menudo ocurre con este tipo de mentes, traviesa. Su familia ya era excéntrica en ese particular estilo típicamente británico de comportamientos asociales como acudir a la cena con un libro, y él heredó esa tradición. En sus apariciones públicas podía ser ingenioso e hiriente como  en su entrevista con John Oliver, pero también en su vida profesional con épicas peleas con otros físicos sobre temas científicos que culminaban a menudo en apuestas que solía perder. En una época fue conocido por usar su silla de ruedas como arma haciéndola pasar sobre los pies de quien no le caía bien, a menudo alumnos y en cierta ocasión en 1976 al mismísimo príncipe Carlos; dejó dicho que uno de los pesares de su vida fue no tener la oportunidad de pisarle los juanetes a Margaret Thatcher. Otras de sus bromas tenía un contenido teórico: el 28 de junio de 2009 Hawking organizó una fiesta abierta a todo el mundo con decoraciones, canapés y champán, pero sólo lo hizo público el día después: se trataba de una invitación a posibles viajeros en el tiempo que, naturalmente, no acudieron», escribe José Cervera en ElDiario.es.

Le gustaban las fiestas y salir de noche y aunque su diagnóstico mientras estudiaba el doctorado le provocó una depresión, ni ésta ni el deterioro físico le impidió casarse dos veces y tener tres hijos, incluso llegó a ser abuelo en tres ocasiones.

En 1985 le practicaron una traqueotomía  que salvó su vida pero lo dejó sin voz. En ese entonces, mientras escribía Una breve historia del tiempo, contrajo neumonía y ante su deteriorado estado los doctores le ofrecieron a su esposa Jane, la posibilidad de desconectarlo y terminar con su vida. Ella se negó y el científico pudo terminar el libro que vendió 10 millones de copias y lo llevó a la fama.

Dicho episodio no sólo lo llevó a empezar a utilizar el sistema que controla con un músculo de su mejilla, sino que trajo la leyenda urbana creada por Miles Mathis, que sugiere que Hawking en realidad murió en 1985 y fue reemplazado por un actor o incluso, por un robot.

LA ESTRELLA POP

«Es la cultura pop, algo cuyo surgimiento tiene que ver con la forma en la que consumimos información, atendemos a los medios de comunicación o aprendemos. Hay personas, o lo que representan, que se convierten en símbolo de algo, muchas veces incluso por encima del mensaje. Hawking mola, aunque muchos no sepan qué demonios lo hace interesante», escribió Borja Ventura en Yorokobu en 2014.

A Hawking se le considera una estrella pop pues no sólo los expertos en su ámbito lo conocen y admiran, sino que su persona se hace presente en los ámbitos populares, como la televisión, el cine y por supuesto, el internet.

Dicha conversión de intelectual a superestrella vino después de Breve Historia del Tiempo, publicado en 1988. Pero esa no era su intención, él quería ganar dinero para mantener a su familia pues los gastos que implicaba su enfermedad no podían solventarse con sus ingresos de catedrático. La editorial, sin embargo, se dedicaba a hacer best sellers, por lo que sus editores se esforzaron por hacer la lectura más comprensible, situación que irritaba a Stephen.

«Apodado ‘el libro más importante que nunca leyó nadie’ su Breve Historia del Tiempo fue un fenómeno cultural y convirtió a su autor, reputado científico a pesar de su minusvalía, en una estrella. Pronto apareció jugando al póker con Newton, Einstein y Data en un capítulo de Star Trek, la Nueva Generación, y poco después su imagen estaba en Los SimpsonFuturama para más tarde convertirse en un personaje recurrente en series como The Big Bang Theory. A todo esto siguieron invitaciones, viajes y premios que complicaron su agenda y lo alejaron del trabajo académico», escribe Cervera.

SU LADO OBSCURO

«Como muchas personas de elevada inteligencia y gran éxito el ego de Hawking podía convertirse en un problema para quienes le rodeaban. Su primera esposa acabó por divorciarse tras lo que describió como un proceso de conversión de la relación esposo/esposa en una relación amo/esclava; según explicó en una autobiografía el físico exigía que únicamente ella cuidase físicamente de él y se ocupase de sus crecientes demandas al mismo tiempo que se ocupaba de sus hijos. Simultáneamente su trato se hizo cada vez más imperioso y su ego más intratable en paralelo con el aumento de su fama. Tras el divorcio Hawking conoció, intimó y acabó casándose con una de sus enfermeras, lo que dio lugar a uno de los episodios más turbios de su vida, cuando algunos de sus amigos e incluso sus hijos la acusaron de maltrato. El físico sufrió durante aquellos años una serie de accidentes (fracturas de huesos, marcas en la cara, hematomas y similares) que llegó a investigar la policía. Hawking testificó a favor de su esposa con contundencia, lo que desactivó el caso; la pareja acabó por divorciarse en 2006 y el físico recuperó el contacto con sus hijos y ex-esposa.

Incluso en el ámbito científico no todo fueron aciertos: en su carrera profesional Hawking cometió algunos serios errores, a menudo con apuestas con otros físicos de por medio. Ya en 1975 hizo una apuesta pública con Kip Thorne jugándose una suscripción anual a Penthouse a que Cignus X-1 no era un agujero negro; apuesta que perdió y pagó en 1990. También se jugó (esta vez junto a Thorne) una enciclopedia con John Preskill a que su conjetura sobre la pérdida de información en la evaporación de agujeros negros por radiación Hawking era correcta. Esta idea causó un gran revuelo en la comunidad física ya que contradecía postulados fundamentales de la física cuántica; Hawking reconoció su error (que llamó ‘el mayor de mi carrera’) y aceptó la derrota en 2004. De forma típica anunció su conversión en un pub con sus alumnos poniendo el volumen de su sintetizador de voz al máximo. Más tarde se enzarzó en una agria disputa pública con Peter Higgs y otros defensores de la existencia del bosón de Higgs apostando con Gordon Kane 100 dólares a que jamás se descubriría. En 2012 su detección en el CERN hizo que Hawking aceptara de nuevo la derrota, pagara la apuesta y recomendara a Peter Higgs para el Nobel.

Y sin embargo nadie discute que, sin ser quizá el físico más importante de su tiempo, sí es una figura clave en el desarrollo de la cosmología moderna y uno de los grandes divulgadores del momento. Sus aportaciones tanto a la ciencia como a su proyección en la esfera pública serían sobresalientes en una persona sana, pero se convierten en algo más cuando tenemos en cuenta que las llevó a cabo mientras luchaba con una terrible enfermedad que le iba robando el control de su cuerpo poco a poco. Sin duda la huella que deja se agranda cuando consideramos que su mente tuvo que salvar el obstáculo de un cuerpo casi inerte para conseguir todo lo que consiguió. Stephen Hawking estaba en contra de cualquier idea de una vida después de la muerte; consideraba que los cerebros son análogos a los ordenadores y que la mente deja de existir cuando sus piezas físicas se deterioran y desaparecen. ‘No hay un cielo o un mas allá para los ordenadores rotos; eso es un cuento de hadas para gente que teme a la oscuridad’. Puede que su gran mente y su deteriorado cuerpo hayan dejado de existir, pero la huella que deja en este mundo perdurará sin duda más allá de su muerte», informa ElDiario.es.

UN BUSCADOR DE UNIVERSOS

Por Javier Armentia, ElDiario.es

Centrémonos en la ciencia. A Stephen Hawking le habría encantado porque siempre luchó por que la ciencia y la razón fueran las herramientas con las que enfrentar la comprensión del mundo, para cambiarlo. Su tesis doctoral, que el año pasado la biblioteca de la Universidad de Cambridge puso en abierto a través de Internet, colapsándose los servidores, abría líneas de investigación en física teórica y la cosmología que son características de la labor de este astrofísico a lo largo de más de medio siglo: el poder de las teorías de la física para poder explicar los conceptos más conspicuos del Universo.

Este miércoles, en que la muerte del profesor Hawking ha llegado en plena celebración del “día de pi” (todos los 14 de marzo), comentábamos la grandeza de un personaje de la ciencia que trasciende su ciencia con algunos expertos que están en Bilbao en un evento matemático y físico sobre este número tan redondo (chiste fácil) y Enrique F. Borja, físico de la Universidad de Córdoba y autor del blog Cuentos cuánticos nos recordaba cómo desde sus primeros trabajos de investigación Hawking supo recuperar una teoría que, en cierto modo, dormía en el olvido, ante la grandeza y la efervescencia que había en los años 60 en torno a la mecánica cuántica. La relatividad general de Einstein había quedado relegada al mundo de la física teórica de poco atractivo, porque no podía mezclarse bien con esa física de lo más pequeño.

Entonces llegaron las Propiedades de los universos en expansión, que es el título de su tesis doctoral y que suena novela de ciencia ficción. Pero ahí se planteaba que la gravitación y el espacio-tiempo, es decir, el legado de Einstein, era la herramienta para entender cómo la novísima física podía llegar a explicar los lugares y tiempos más extremos que se habían imaginado: los agujeros negros y el propio origen del Universo. Y es que la física teórica, las teorías de la mecánica cuántica para explicar las interacciones íntimas de la materia y la energía y por otro lado la relatividad general, es decir, la teoría de la gravitación que atañe al espacio y al tiempo, son herramientas poderosas, pero incompletas para acometer tal tarea. Hacía falta una generación de mentes privilegiadas para llegar a comprender si podremos alcanzar la unificación de la física de esos grandes reinos que interactúan precisamente en los lugares más incómodos, en las singularidades donde se rompe la apacible vida de las teorías matemáticas. Y Stephen Hawking ha sido una de esas mentes, sin duda la más conocida, pero sin duda también una de las más poderosas.

La física de hoy no es una tarea de un científico solitario, tampoco de un científico loco. Incluso la física teórica, la de papel y lápiz, se convirtió ya desde finales de los setenta, en un debate que necesitaba no solamente ideas geniales y rompedoras, sino muchísimo cálculo, gentes entrenadas en comprender los entresijos de una matemática compleja y de soñar con las implicaciones de las fórmulas, cómo se trasladaban y permitían entender el mundo real (si es que podemos llamar “mundo real” a los agujeros negros o a la gran explosión, el Big bang). Stephen Hawking marca bien ese nuevo paradigma de la física teórica que también exige el intercambio de ideas, hasta viajar mucho y participar en los debates, formar nuevos investigadores, se parte de esos cenáculos del pensamiento y que se convirtieron, en el caso del astrofísico inglés, en crear una pequeña corte de mentes privilegiadas, una manera de sobrepasar las limitaciones físicas y de comunicación a que la larguísima enfermedad degenerativa le iba condenando.

Hawking no recibió el Nobel pues para ser acreedor, los experimentos tienen que ser comprobados. Foto: AP.

La historia de la ciencia de Hawking es también un camino de superación de dificultades, sin llegar a la conclusión final de poder crear esa Teoría del Todo que unifique las intuiciones más poderosas que el ser humano fue construyendo a lo largo del siglo XX, pero desgranando consecuencias y escenarios que simplemente nadie antes había podido imaginar.

Y durante ese trayecto, de grandes intuiciones y a veces callejones sin salida, el físico Hawking supo además que todo este edificio debía ser mostrado al público. Que la labor de los científicos, también de los teóricos más abstractos, es una labor que debe ser participada por el mundo. Que aspira a cambiarlo de hecho. Por eso se acercó al mundo de la comunicación de la ciencia, se convirtió en escritor, conferenciante y personaje que opinaba no sólo de singularidades cósmicas, sino de todo. De filosofía, de la sociedad, del absurdo de pensar que el mundo cambia, pero nosotros solamente viajamos por él. Y de cómo la ciencia es la herramienta para ese viaje, que no será placentero y que posiblemente nos lleve a tener que abandonar este mundo sin dioses que avalen la veracidad de nada.

La física teórica ha caído varias veces este último siglo en la tentación de creerse trascendente. Lo más curioso es que uno de los que más podían haberse engañado de esta manera nunca cedió a la tentación de jugar a esto, pues su compromiso por buscar más ciencia y no espiritualidad barata ha sido uno de sus más constantes trabajos. Y así, este ateo tan poco complaciente, llegó a negar los dioses que no sabrían cómo controlar un Universo tan rico y complejo como el que se había propuesto entender. Sigamos así sus pasos, quizá a lo largo de este siglo consigamos su meta.

-Con información de ElDiario.es, AP e Infobae

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