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Gustavo De la Rosa

20/02/2018 - 12:05 am

Preguntas importantes sin respuesta

¿Con cuál plan y proyecto cambiarán las cosas? ¿Podrán tumbar el muro de la corrupción sin poner en riesgo todo el edificio?

El país que nos heredaron nuestros padres estaba en malas condiciones, pero el que México hoy heredamos a nuestros hijos y nietos es aún más pobre. Foto: Margarito Pérez Retana, Cuartoscuro

Esta semana cumplí 72 años. Desde mi niñez he tenido el hábito de hacerme preguntas que me parecían importantes, aunque la mayoría de ellas no tenía respuesta, y hoy sigo haciéndomelas, aunque aún no tienen una respuesta clara o siquiera elementos concretos para arriesgar alguna.

Pero la diferencia entre las preguntas de entonces y las preguntas de hoy es abismal: Aquellas eran trascendentales y servían para entenderme en el mundo, en cambio las de hoy son más específicas, sobre el amanecer de mañana.

Al caminar por el México posterior a 1946 he conocido a personas y grupos muy solidarios, como la dirección editorial de SinEmbargo, harto generosa y que me ha permitido compartir mis dudas con sus lectores.

El país que nos heredaron nuestros padres estaba en malas condiciones; éramos pobres pero teníamos la sensación de que la nación tenía grandes posibilidades de progresar y convertirse en una con alto nivel de desarrollo, y sí había indicios de esto: México crecía entre el 6 y 8 por ciento anualmente, éramos la décima economía en el mundo y había muchos países destrozados por la guerra que tenían un futuro incierto.

Sin embargo, el México que hoy heredamos a nuestros hijos y nietos es un país más pobre: Estamos abajo de la décimo quinta economía mundial, peor que los países entonces destrozados, nuestro promedio de crecimiento anual es de sólo 2 por ciento, y todavía hay quienes dicen que vamos bien (y quienes se lo creen).

Aunque nos conformamos con pensar que el próximo presidente abrirá el camino a un futuro que nos vuelva a ilusionar, no dejamos de preguntarnos ¿por qué estamos así?

Los candidatos coinciden en que México no puede seguir con este régimen basado en la cleptocracia, que la corrupción no es un accidente ni un caso aislado y que no sólo define la dinámica del país, sino que es uno de los muros del edificio; pero si ya ellos tienen esa respuesta, ahora ¿con cuál plan y proyecto cambiarán las cosas? ¿Podrán tumbar el muro de la corrupción sin poner en riesgo todo el edificio?

Otra pregunta, ahora sobre el asesinato masivo en Florida, ¿por qué sucedió? ¿Quiénes son los culpables reales que detonaron la decisión del autor de la barbarie?

Unas cuantas más: ¿Por qué se van a reunir Trump y Peña Nieto? ¿De qué van a hablar? Y, lo más peligroso, ¿sobre qué se van a poner de acuerdo? Recuerdo con puntualidad los dolorosos momentos económicos al terminar los sexenios de López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, y me asusta la similitud con el aquí y hoy.

Tengo muchas suposiciones respecto a las posibles respuestas a estas interrogantes pero, como no me suscribo a la teoría del complot, no son más que especulaciones flotando en un mar de incertidumbres.

Un amigo cuenta que en su adolescencia fue a consultar a un sacerdote sobre las dudas que lo asaltaban, el cura lo escuchó con paciencia por dos horas y al final sólo le dijo: Ta cabrón. Esta bien podría ser la respuesta a las nuestras.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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