En la última película –dijo él- en la que trabaja el actor inglés Daniel Day Lewis es otra vez la lección aprendida y demostrada de lo que hace falta para ser el mejor de él entre muchos.
El hijo del poeta Cecil Day Lewis (1904-1972) ha vuelto a trabajar con Paul Thomas Anderson, con quien ya hizo There Will Be Blood, en 2007, con la que ganó el Oscar y dejó para la historiografía cinematográfica una película que va más allá de las modas y que recrea un poco el origen del estadounidense medio, que hoy está en lo máximo del poder.
Anderson jamás hace cosas iguales, razón por la que lo ha vuelto a conquistar a Daniel, para quien el Oscar o el Globo de Oro no resulta sorprendente ni atractivo. Desde que comenzó a trabajar en cine los premios fueron acompañando su evolución de actor y al mismo tiempo su repulsión a todo lo que tenga que ver con el star system o sistema de las estrellas.
Para cada papel, este hombre nacido en Londres en 1957, hace ensayos y recreaciones especiales. Tiene ahora 60 años y acaba de decir que su trabajo de actor termina con esta película, que ya no le divierte y que se retirará a hacer zapatos y tallas en madera, algo que ya hizo en 1999, pero pronto llegaron los papeles encendidos y él otra vez al frente de la pantalla.
"Sabía que comunicarlo de esta manera no era lo habitual, pero quería trazar una línea. No quería verme arrastrado a ningún otro proyecto. Me he pasado toda la vida hablando sin parar de que debería dejar de actuar y no sé por qué esta vez era diferente, pero el impulso de abandonar ha echado raíces dentro de mí, se ha convertido en algo compulsivo. Era algo que tenía que hacer", dijo en un comunicado oficial.
Mientras tanto, veamos El hilo invisible, una película que pone al director y a su protagonista en ese inalcanzable nivel en que están. No es fácil ser Paul Thomas Anderson y mucho menos ser Daniel Day Lewis y con este filme demuestran hasta qué punto llega el arte cuando se lo busca.
Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) es un hombre muy poderoso. Como diseñador de moda que viste a la realeza y a las damas más famosas y refinadas en el Londres de 1950, Woodcock tiene muchísimo éxito, pero para lograr sus maravillosas creaciones, el hombre necesita a sus musas: un sinfín de mujeres que le inspiran para que continúe con una brillante carrera profesional. Pero todas pasan, todas quedan como fantasmas en los vestidos y en los gestos despreciables del modista.
En otra palabras, Reynolds es insoportable, vivir con él una auténtica pesadilla.
Al menos, hasta que entra en su vida una joven muy especial: Alma (Vicky Krieps), quien con su inocente sencillez, se convierte rápidamente en el centro de sus atenciones. Esto al principio será muy positivo para ambos, pero pronto se volverá en contra de Woodcock cuando este se de cuenta de que se está enamorando y de que los sentimientos despiertan en él algo que odia.
Ceder el control no está en su naturaleza o, al menos, no lo estaba hasta ahora. ¿Quién ganará?
Esta es la mejor película del año y le da a Paul Thomas Anderson el carácter de uno de los directores estadounidenses más importantes de las últimas décadas. A Daniel Day Lewis, otra vez una candidatura al Oscar y un aire melancólico: ojalá renueve su interés en trabajar al frente de la pantalla. De otro modo quedará en la memoria como el gran actor que siempre ha sido.