La tumba corresponde al periodo Preclásico o formativo de la Cuenca de México y es el primero en el que se identifica una cantidad tan numerosa de individuos. De acuerdo con las arqueólogas, el entierro presenta características de ritual, ya que los cadáveres fueron colocados de manera entrelazada y con varios objetos como cajetes, cuencos, ollas y tecomates. Algunos también presentaban esferas cerámicas y piedras en las manos.
Ciudad de México, 29 de enero (SinEmbargo).- Investigadores del Instituto Nacional de antropología e Historia (INAH) encontraron en las calles del centro de Tlalpan restos óseos que corresponden a una decena de personas y que datan de hace dos mil 400 años.
El hallazgo fue informado este lunes por la institución, a través de un comunicado. Este descubrimiento es el primero del que se tiene registro con una cantidad de individuos tan numerosa. Según los expertos corresponde al periodo Preclásico o formativo de la Cuenca de México.
Los restos humanos se encontraban entrelazadas a metro y medio bajo el sitio donde se encontraba un oratorio prehispánico. De acuerdo con los investigadores, en el sitio del hallazgo se estableció una de las primeras aldeas de la región, conocida como la aldea de Tlalpan. Posiblemente el sitio fue elegido por sus características geográficas ya que contaba con vastos recursos naturales, al encontrarse en las proximidades de la rivera del Lago de Xochimilco.
La tumba recién encontrada se suma a una serie de hallazgos arqueológicos que han tenido lugar en zonas del sur de la actual Ciudad de México, y que han revelado nuevos datos sobre los habitantes de esta región durante el periodo Preclásico. En particular, destaca el trabajo del arqueólogo Alejandro Meraz Moreno, quien desde el 2006 dio con restos de la aldea de Tlalpan en las calles de Benito Juárez y Guadalupe Victoria.
Actualmente la arqueóloga Jimena Rivera Escamilla trabaja en la recolección de nuevos datos sobre este establecimiento humano que estaba ubicado al oriente de Cuicuilco, en un periodo en que se encontraba en crecimiento y adquiría importancia a nivel regional y que existió durante 500 años.
Según indicó Rivera, no hay duda respecto a que los restos óseos corresponden al periodo Preclásico o Formativo, ya que previo al hallazgo, se recuperaron piezas de cerámica en el salvamento arqueológico ubicado en el número 185 de la calle Benito Juárez, que permiten datar con precisión la tumba.
Restos de una plataforma y otras estructuras encontradas en un predio cercano, que pertenece a la Universidad Pontificia de México (UPM), confirman también la datación de la fosa.
Si bien el hallazgo destaca por el número de cadáveres, no es la primer tumba que se encuentra en la zona. En el 2006, se encontraron 18 fosas llamadas troncocónicas debido a su forma de cono truncado o botellón y que se sitúan al nivel del tepetate o suelo natural.
A los hallazgos del 2006 se han sumado en los últimos cinco meses otras 20 fosas de esta naturaleza, situadas en el mismo predio. Según reporta el INAH, seis de estas contienen entierros individuales principalmente de adultos. Estas tumbas también servían como lugares de almacenamiento.
Rivera señala que las fosas tienen una característica particular, ya que fueron realizadas con círculos casi perfectos y diámetros de 1.20 metros o 1.20, y hasta de 1.80 a 2. 30 m.
La tumba recién descubierta por las arqueóloga Rivera Escamilla y Martha García Orihuela presenta estas mismas características y se ubica a unos metros del terreno de la UPM. Este sitio constituye un entierro múltiple en una fosa que presenta dos metros de diámetro.
De acuerdo con las expertas, los 10 individuos debieron ser enterrados en el mismo momento. Dos de los esqueletos corresponden a mujeres y también se ha identificado un cadáver masculino; el resto de los cuerpos aún se encuentran en proceso de determinar su sexo. Asimismo, se estima que se trataba en su mayoría de adultos jóvenes y dos niños, uno de ellos de tres a cinco años de edad, y el otro de tan solo unos meses de nacido.
El acomodo de los cuerpos podría obedecer a un ritual, ya que fueron entrelazadas de manera que los húmeros y cúbitos de uno de los individuos (huesos del brazo) aparecen bajo los lumbares (huesos de la columna vertebral) de otro.
“Tenemos diferentes deposiciones anatómicas: ventral flexionado, hiperflexionados con los miembros inferiores doblados hacia la pelvis, decúbito dorsal con los miembros hacia el abdomen, y un decúbito ventral extendido. Los cuerpos fueron enterrados ‘interactuando’ entre ellos, por eso hablamos de un mismo evento”, explica Lucía López Mejía.
Aún se desconoce si los individuos estaban emparentados. No obstante, las expertas han encontrado que al menos dos de los cuerpos presentaban deformación cefálica intencional y otros más presentaban mutilación dental, entre otras patologías como osteocitos en las vértebras y desgaste dental.
En la tumba también se encontraron ofrendas de cajetes, cuencos, ollas y tecomates. Algunos cuerpos también presentaban esferas cerámicas y piedras en las manos.
A Pesar de la importancia de la excavación, presenta complicaciones debido a que se encuentra seccionada por construcciones.
Este nuevo descubrimiento podría alcanzar la misma relevancia que los estudios realizados entre 1960 y 1990, correspondientes a las excavaciones en Tlatilco, Temamatla y Tlapacoya o Terremote-Tlatenco y aportan una nueva perspectiva a estas investigaciones.