El director ejecutivo y fundador de la mayor empresa en el manejo de inversiones en el mundo, Laurence Fink de BlackRock, empresa que maneja 6 millones de millones de dólares, con una gran influencia en los consejos directivos de las mayores empresas del mundo, acaba de dirigir una carta a los directivos de las más grandes corporaciones del planeta, advirtiéndoles: “Contribuyen con la Sociedad, o tienen el Riesgo de Perder nuestro Apoyo”.
Y deja muy claro que no se trata de que hagan "marketing social”, es decir, acciones de carácter filantrópico para dar una buena imagen, que tienen como único objetivo mejorar sus ingresos y no contribuir a la sociedad. Entran en crisis las pensiones, la salud pública es destrozada, la educación se convierte en un privilegio, el planeta se sume en el cambio climático, las desigualdades aumentan y la concentración de la riqueza se agudiza, la población se debate frente a una epidemia de obesidad y diabetes. El escenario al que ha llevado el capitalismo sin regulaciones, la democracia cooptada por los intereses económicos, la barbarie corporativa, no es más que el resultado de la usura que atenta contra la vida. La usura, esa acción penada por todas las tradiciones antiguas, se ha convertido en el motor de la economía actual y la que domina la política en gran parte del mundo.
Las grandes corporaciones en el manejo de las inversiones son una pieza muy importante en este mecanismo de la usura global, moviendo grandes capitales en una economía bursatilizada, en una economía de especulaciones. La carta de Fink pudiera ser únicamente algo similar a lo que crítica, podría ser una estrategia para limpiarse la cara en su responsabilidad en este mecanismo que fortalece grandes corporaciones mineras, farmacéuticas, químicas, de alimentos y bebidas, de tabaco, alcohol, etcétera, que van dejando daños tras daños tras su paso. Hemos vivido la experiencia de denunciar las prácticas de diversas empresas y sus daños sobre la salud y el medio ambiente y responden que ellas cumplen con la ley, con las regulaciones. Y claro está, ellas han tenido el poder para influir y diseñar esas leyes, esas regulaciones. Ahí está poder que ejercen estas corporaciones sobre los gobiernos y los supuestos “servidores públicos”.
Estas corporaciones tienen como preocupación central la ganancia de sus inversiones. Hace un par de años, una ejecutiva de otra gran empresa de inversiones nos contactó para conocer más de cerca cuál era la situación por la que se promovía en México y en otras naciones, bajar el consumo de bebidas azucaradas como parte de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. En México se acababa de establecer un impuesto a las bebidas azucaradas. Nos surgió la pregunta si su interés era solamente evaluar si esta industria enfrentaría problemas en sus proyecciones de ganancias a futuro a consecuencia de las medidas que comenzaban a establecer los gobiernos para reducir el consumo de sus bebidas o la movía más bien un razonamiento ético basado en no querer invertir los recursos que manejaba en una industria que está generando un daño a la sociedad. En ese caso, la respuesta fue directa y muy clara por parte de la ejecutiva en inversiones: no había ningún razonamiento ético, solamente una evaluación de qué tanto las acciones de esas empresas, de bebidas azucaradas, pudieran bajar su valor por acciones regulatorias de los gobiernos.
Pudiéramos pensar que la carta de BlackRock es una manifestación del valor que pudieran estar tomando entre algunas empresas de inversiones, que reciben grandes fondos de pensiones, de sindicatos, industrias, compañías de seguros, fondos patrimoniales, soberanos, bancos, entre muchos otros, las consideraciones éticas. Sería muy ingenuo suponer que el mundo financiero, desprovisto de toda ética, cambiará. Pero lo que si puede esperarse es la intervención de estos fondos para presionar en el cambio de prácticas de varias corporaciones. Las consecuencias del modelo desregulado y del poder político de las grandes corporaciones están llegando a todos los rincones del planeta, es decir, estos directivos y sus familias, sus hijos y nietos, viven o vivirán sus consecuencias.
Las compañías como BlackRock se han distinguido por una total falta de preocupación sobre el impacto social y ambiental de las empresas en las que invierten los grandes fondos que manejan. Pero hace dos años, BlackRock tomó una postura de fuerte presión a la empresa Exxon logrando que un par de sus directivos presionaran para cambiar su postura frente al cambio climático, llevándola a publicar periódicamente reportes sobre este fenómeno. Exxon se había convertido en el principal obstáculo para los acuerdos sobre cambio climático en los Estados Unidos. No era una cosa menor influir en su postura y se logró dar un paso. Nadie esperaba que ganara Trump y diera un giro tan radical en este tema, sin embargo, varios estados importantes de ese país siguen con sus compromisos de reducir emisiones.
Existe una tradición de accionistas activistas con algunos de los cuales BlackRock ha comenzado a tener encuentros. Uno de estos grupos, empresas, es Jana Partners and Calstrs, que es el mayor sistema de fondo de retiro de California establecido con las pensiones de los maestros de las escuelas públicas de ese estado. Este grupo está presionando a la empresa Apple llamándole a poner atención en los efectos negativos que sus productos pueden tener en los niños. La pregunta es si estas empresas de inversiones más pequeñas que han tomado posturas para presionar a grandes corporaciones en muy diferentes temas están permeando a las mayores empresas de inversiones. La preocupación de los maestros de California por el impacto de los aparatos electrónicos sobre las capacidades de concentración y el comportamiento de los niños y adolescentes han llevado a esta presión a Apple para que asuma responsabilidad. Este asunto está tomando cada vez más relevancia por el profundo impacto que estas tecnologías están creando en la vida diaria de la gente, especialmente de los niños y jóvenes.
Los accionistas activistas comenzaron a actuar en los 80´s pero con el fin principal de que las empresas dieran un valor justo a las acciones y no cometieran fraude contra sus propios accionistas. Más recientemente, el activismo se ha abierto a temas muy diversos, desde los ambientales a la salud, a los derechos laborales. Una encuesta realizada en 2015 entre líderes enfocados en el desarrollo de sus empresas reportó que el 60% de los encuestados reconocían impactos del activismo de los accionistas en sus empresas.
En los Estados Unidos empresas de inversión ofrecen a sus clientes dirigir sus recursos a acciones que tienen un beneficio social, cuidando que no vayan a empresas que tienen un registro de actividades contra el medio ambiente, la salud o los derechos laborales, a la vez de que actúan, con el poder que tienen a través de la propiedad de acciones en las empresas, para presionar al interior de ellas y lograr cambios en sus prácticas. Entre estas empresas están el Sistema de Retiro de los Empleados Públicos de California, Icahn Managment LP, Santa Monica Partners, Opportunity Fund LP, Consejos de Administración del Estado de Florida y Relational Inverstors.
En este ámbito han surgido organizaciones que se enfocan directamente al activismo de los accionistas al interior de las empresas, como el Interfaith Center on Corporate Responsability (ICCR) que agrupa a sindicatos, iglesias, fondos de inversión y organizaciones civiles. El ICCR registra haber logrado más de 300 resoluciones en cientos de industrias en los Estados Unidos, en empresas como McDonald´s, Chevron, Disney, Kraft, Pepsico, Amazon, Starbucks y Target, entre otras. Uno de sus mayores logros fue su campaña de apoyo contra el Apartheid en Sudáfrica llamando a detener inversiones en ese país. En el caso de Exxon, lograron la integración de un científico independiente experto en cambio climático dentro de su consejo. En Exxon se puede ver como el efecto conjunto de acciones de una gran empresa como BlackRock y una iniciativa más de base como ICCR, tienen un potencial importante.
BlackRock y el activismo de diversas empresas y organizaciones a través de la propiedad de acciones y el derecho a voto que con ellas obtienen al interior de las grandes corporaciones multinacionales, es la expresión de cierta resistencia frente a la maquinaria desbocada que va arrasando con las condiciones de vida de la gente, con los recursos naturales del planeta, con el clima mundial y con la salud de la población.
El cambio no vendrá de estas grandes corporaciones que mueven gran parte del capital en el mundo y que dan fuerza a la barbarie corporativa, pero estas posturas y el activismo social de los accionistas es una manifestación más de la resistencia y la oposición a este modelo con el fin de recuperar la democracia que no debe ser más que el gobierno que actúa por el bien común.