El martes 23 de enero se fue, a los 103 años, el poeta chileno, un genio de la literatura que tiene la facilidad de convertir estupideces en genialidades.
Ciudad de México, 27 de enero (SinEmbargo).- Creíamos que Nicanor Parra era inmortal; sin embargo, ¿cómo habrá vivido en su casa de Las Cruces sus últimos años? Era un poeta, como suele decir su compatriota Hernán Lavín Cerda, “genio de la literatura que tiene la facilidad de convertir estupideces en genialidades”.
Como esta estupidez en Guadalajara. Cuando tenía 77, vino a recibir el Premio Juan Rulfo y anunció que con los billetes del galardón se iba a comprar una silla de ruedas. Luego se fue, a vivir “como descansan los millonarios” en su casa en Las Cruces, la localidad chilena donde se la pasaba mirando la CNN y llenando cuadernos con versos inéditos.
Como esa estupidez de haberse muerto a los 103 años, dejando a todos los amantes de la antipoesía y amantes suyos en la orfandad.
En la Catedral de Santiago de Chile un ataúd con sus restos. Sobre el cajón un cartel que dice “voy y vuelvo”. Suenan los compases de “Gracias a la vida”, de su hermana (muerta ya hace tiempo, suicidada en 1967) y de quien Nicanor ha escrito:
Dulce vecina de la verde selva
Huésped eterno del abril florido
Grande enemiga de la zarzamora
Violeta Parra.
Jardinera
lancera
costurera
Bailarina del agua transparente
Árbol lleno de pájaros cantores
Violeta Parra
“De estatura mediana/ Con una voz ni delgada ni gruesa/ Hijo mayor de profesor primario Y de una modista de trastienda…”, los versos del poeta son leídos por su sobrino Cristóbal Ugarte. Mientras, aquí en México, todos lloran la ida para siempre de Nicanor. Que murió el mismo día que Pedro Lemebel (1952-2015), a quien Nicanor admiraba y quería, como a Roberto Bolaño (1950-2003), un hijo suyo.
"El que sea valiente que siga a Parra. Sólo los jóvenes son valientes, sólo los jóvenes tienen el espíritu puro entre los puros. Pero Parra no escribe una poesía juvenil. Parra no escribe sobre la pureza. Sobre el dolor y la soledad sí que escribe; sobre los desafíos inútiles y necesarios; sobre las palabras condenadas a disgregarse así como también la tribu está condenada a disgregarse. Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado. El poeta mexicano Mario Santiago, hasta donde sé, fue el único que hizo una lectura lúcida de su obra. Los demás sólo hemos visto un meteorito oscuro. Primer requisito de una obra maestra: pasar inadvertida", escribió Bolaño.
Y dijo más: "Un apunte político: Parra ha conseguido sobrevivir. No es gran cosa, pero algo es. No han podido con él ni la izquierda chilena de convicciones profundamente derechistas ni la derecha chilena neonazi y ahora desmemoriada. No han podido con él la izquierda latinoamericana neostalinista ni la derecha latinoamericana ahora globalizada y hasta hace poco cómplice silenciosa de la represión y el genocidio. No han podido con él ni los mediocres profesores latinoamericanos que pululan por los campus de las universidades norteamericanas ni los zombis que pasean por la aldea de Santiago. Ni siquiera los seguidores de Parra han podido con Parra. Es más, yo diría, llevado seguramente por el entusiasmo, que no sólo Parra, sino también sus hermanos, con Violeta a la cabeza, y sus rabelesianos padres, han llevado a la práctica una de las máximas ambiciones de la poesía de todos los tiempos: joderle la paciencia al público".
¿Quién fue Nicanor Parra?
Había nacido en Chillán, en 1914. Vivió muchos años porque él se consideraba “arribista” y Violeta, su amada hermana, “abajista”. Fue matemático, físico y un gran poeta chileno que inició su labor literaria en 1937, con la publicación de Cancionero sin nombre.
De 1954 es Poemas y antipoemas, su obra fundamental, compuesta por tres partes: Cantos a lo humano, Poemas y Antipoemas.
La antipoesía planteaba una reacción contra la función metafísica de la poesía y su sacralización y se adhería a una línea fundamentalmente antirromántica, comprometida políticamente y desmitificadora. Fue para siempre “el antipoeta”.
Versos de salón (1962), Manifiesto (1963) y Deux Poèmes (1963), en edición bilingüe en francés y castellano. Canciones rusas (1967) hasta 1969, con la publicación de Obra gruesa, cuando obtuvo el Premio Nacional de Literatura.
Artefactos es de 1972, con un libro en forma de caja, que contiene decenas de postales en las que se establece una contraposición entre palabra e imagen.
La última fase de su poesía está representada sobre todo por Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), seguida de Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1978).
Recibió muchos premios, el Prometeo de Poesía, el Municipal de Santiago, el Juan Said de la Sociedad de Escritores de Chile, el del Sindicato de Escritores de Chile, el Bicentenario y, en el 2001, el X Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
Adiós, poeta. No, perdón: anti-poeta.