Adrián López Ortiz
14/01/2018 - 12:02 am
¿Qué periodismo necesitamos en 2018?
2018 es año electoral en México. Será las elecciones más grandes de nuestra historia. Y ya estamos en campaña aunque el INE diga que todavía no. Es parte de nuestra simulación electoral: no llamarle a las cosas por su nombre. Las encuestas indican que viviremos una elección muy competida. Andrés Manuel López Obrador sigue a […]
2018 es año electoral en México. Será las elecciones más grandes de nuestra historia. Y ya estamos en campaña aunque el INE diga que todavía no. Es parte de nuestra simulación electoral: no llamarle a las cosas por su nombre.
Las encuestas indican que viviremos una elección muy competida. Andrés Manuel López Obrador sigue a la cabeza pero arrastra fuertes negativos, Ricardo Anaya parece que todavía no arranca pero la aritmética sitúa al Frente con una sólida base y José Antonio Meade tiene al PRI-Gobierno Federal de su lado. Sabemos que los independientes conseguirán votos que restarán a otros candidatos, ¿la pregunta es a quién?
En ese contexto hay un factor externo que será fundamental en el proceso y resultado de esa elección: la prensa.
Y para mi la cuestión fundamental es si la prensa de este país hará periodismo para ayudarle a los ciudadanos a decidir o se convertirá en parte de la estrategia de campaña de uno u otro candidato mientras cuida sus intereses.
No es una pregunta menor, en Fuego y Cenizas, el mea culpa que Michael Ignatieff escribió tras perder la elección para liderar el Partido Liberal en Canadá, el autor narra lo difícil que fue para él, un prestigiado académico, enfrentarse continuamente con una prensa exigente y crítica, una prensa que cuestionaba, hacía preguntas incómodas y escarbaba a profundidad en su trayectoria e ideas políticas.
Pues bien, esa prensa es minoritaria en México. Y lo es por una razón que el mismo Ignatieff explica cuando se refiere a la importancia del dinero en la política. Lo dice sin eufemismos: el dinero no es libre expresión sino poder.
En México el establishment de los medios no se explica sin el dinero del gobierno. Y eso es un pésimo arreglo para los ciudadanos y su derecho a la información.
También el académico Lorenzo Meyer critica ese mal equilibro en su libro Distopía mexicana: “… lo que domina es la insana relación entre gobierno, periodismo y empresas […] en el que los medios en tanto empresas y muchos periodistas como individuos han aceptado su captura a manos de poderosos intereses económicos o políticos…” (p. 312)
Esa relación es particularmente relevante este año por varias razones: la primera es el contexto electoral y la segunda es que antes del 30 de abril, tras la resolución de la Suprema Corte, el Congreso deberá regular en materia de publicidad oficial.
Tal vez sea pesimista, pero estoy convencido que nuestros legisladores simularán y tratarán de generar una ley que mantenga de alguna manera el control que ejerce la clase política sobre los medios a través del presupuesto de publicidad oficial.
Por esa razón, considero que los principales interesados en construir una ley moderna que permita suprimir la dependencia del dinero público a través de criterios de transparencia y legalidad, deberíamos ser los medios de comunicación y los periodistas.
Pero ahí también hay malas noticias. En el polémico reportaje sobre el tema que recientemente publicó Azam Ahmed en el New York Times, se relata como la mayor parte de los medios de este país se negaron a incluir el tema de publicidad oficial en el desplegado publicado con motivo de la visita oficial de David Kaye, de la ONU, y Edison Lanza de la CIDH.
Es decir, además de los gobernantes, los más interesados en mantener ese arreglo perverso son los grandes medios de México. La razón es sencilla: se gana mucho dinero y se hacen otros negocios sin generar valor para las audiencias.
¿Y cómo genera valor un medio/periodista para su público?
Se dice fácil pero es harto difícil en este país de prensa oficialista y periodistas asesinados: haciendo periodismo, fiscalizando al poder, investigando, haciendo preguntas incómodas.
Por eso, solo tengo dos deseos de año nuevo para nuestra industria en este 2018: que los medios hagamos periodismo y que en la discusión que se viene sobre la publicidad oficial seamos agentes de cambio y no un obstáculo. El problema es que lo primero nunca será posible sin lo segundo, al menos no de manera generalizada.
Ayer en Nuevo Laredo fue asesinado el periodista Carlos Domínguez mientras iba acompañado de su hija. Es el primero del año. Para variar, la Fiscalía de Tamaulipas salió a condenar el hecho. Con el asesinato de Carlos, son ya 117 periodistas asesinados en México desde el año 2000 según el conteo de Artículo 19.
El desplegado publicado el 4 de diciembre pasado y que algunos medios nos negamos a firmar por no incluir el tema de publicidad oficial cerraba así:
“La batalla contra la impunidad sólo será eficaz si tenemos de nuestro lado a una sociedad que sienta que con cada asesinato de un periodista se le arranca de las manos su derecho a saber, a participar. Su esencia misma como ciudadanos.”
¿Queremos que los ciudadanos nos crean y nos cuiden como periodistas?
Hagamos periodismo para ellos.
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