Susan Crowley
12/01/2018 - 12:03 am
Cómo ser artista y no terminar de chofer en Uber
Chofer de Uber. Ok, esto no distingue talentos ni disciplinas, es pa´ todos.
Una tubería de plexiglás cargada de vómitos bulímicos enmarca la entrada. Sin dejar que el espectador se detenga demasiado en reflexionar sobre los fluidos (decadencia de una sociedad arrasada por el consumismo y la exigencia de perfección), de inmediato otra pieza inquietante, un escusado de donde expelen humores fétidos, metáfora de lo que guarda su escultórica imagen, el museo más controvertido de nuestro país, el Soumaya, fruto de un capricho personal cuya colección es cuestionable. Después, una sucesión de obras con un sentido del humor negro y muy ojete (Canned Laughter; Indian Project; Bocanegra; Oracle, Walmart Shoppers); posteriormente otras, que pueden ser las favoritas por su descarada provocación y contexto (Chocorrol, Gaza Stripper), y al final, la que se convierte en epílogo aterrador, Bocanegra, un montaje en el que un grupo de mexicanos vestidos con uniformes de la SS se manifiestan a favor del nazismo utilizando conceptos y referentes imposibles de documentar por su estupidez, reflejo del absurdo, la ignorancia y la mediocridad y que, increíble, subsisten en alguna colonia de la ciudad de México.
Visitar la exposición de Yoshua Okón (México,1970), nos coloca como espectadores en un terreno por demás arriesgado, exige utilizar la inteligencia, tener una buena dosis de mala leche y mucha información, al mismo tiempo que el desparpajo para dejarnos llevar por la historia que el artista nos quiere contar. Sentimientos encontrados que nos dejan pasmados ante la impecabilidad de lo exhibido; temas dolorosos, humillantes, políticamente incorrectos, envueltos en una magia narrativa que nos atrapa y fascina y nos expulsa al mismo tiempo.
Okón es un artista fundamental para entender el desarrollo del arte contemporáneo de nuestro país. No solo por su cuerpo de obra si no también, por su activa participación como creador (junto con Miguel Calderón) de uno de los espacios más “alternativos “de los años noventa: la Panadería. También lo es porque habiendo salido de México nunca lo abandonó, y por ser hoy quien encabeza SOMA, un proyecto que ha trascendido todas las trabas institucionales y generado un espacio (de iniciativa privada, obvio), de educación y apoyo a artistas jóvenes.
Entrar al mundo de Yoshua Okón es reflexionar sobre su trabajo y dejar que permanezca en la mente como parte de un “estate quieto” a quien aún cree que el arte contemporáneo no tiene nada que ofrecer y que solo es esnobismo a muy alto precio. Pasar un buen rato aquí nos lleva también a preguntarnos, ¿si hay tanto talento en México, por qué no proliferan los Yoshuas Okones en el arte?
Qué bien se siente cuando nos enteramos de un nuevo campeón en deportes, de un atleta rarámuri que gana corriendo descalzo. Cuánto motiva saber que México mete goles en algún torneo; qué dicha es escuchar que los jóvenes universitarios ganan menciones y premios en ciencia y tecnología por el mundo. Qué bueno es saber que en un teatro del nivel del Metropolitan Opera House o del Staasoper de Berlín cantan tenores y sopranos mexicanos en producciones de primera y son ovacionados; o en galerías y museos del mundo encontrar la obra de un mexicano. ¿Por qué son tan pocos? ¿Por qué no hay nuevas generaciones de triunfadores compitiendo y exhibiendo lo mejor de nuestro país? ¿Por qué ocupamos lo niveles más altos de obesidad infantil, violencia y corrupción y destacamos tan poco por nuestros deportistas, científicos y artistas?
En un país de 120 millones de habitantes, con un 35% de población de jóvenes entre los 20 y 30 años, son muy pocos los talentos que logran sobresalir y llegar al sitio que merecen. Muchos se quedan rezagados y frustrados sin saber hacia dónde va su esfuerzo.
2017 fue el año de la Bienal del Venecia y documenta 14, dos exposiciones universales que suelen mostrar lo mejor de las propuestas del arte mundial. En la bienal solo estaba expuesto el mexicano Gabriel Orozco, la artista Cynthia Gutiérrez y en el pabellón nacional, Carlos Amorales. La decisión de que Amorales representara a México se tomó apenas unos meses antes de que iniciara la bienal. Solo un artista de la importancia y con la trayectoria de Amorales podía hacer un papel decoroso utilizando parte de un trabajo en el que ya había invertido muchos años para llenar el espacio decorosamente. En documenta, el único mexicano presente de toda la muestra fue Antonio Vega Macotela con una instalación (Molino de Sangre/ The Mill of Blood), que al día siguiente de la inauguración, no había poder humano que la hiciera funcionar. De más está decir que en ambas exposiciones universales se pudo gozar del trabajo de artistas de todos los puntos de la tierra, edades, importancia, temáticas; hubo una asistencia muy significativa de africanos, ex yugoslavos, turcos, australianos, ¡sirios!, latinoamericanos (Guatemala, Colombia, Argentina, Brasil, Chile). Para los visitantes mexicanos fue triste sentir la ausencia de nuestros compatriotas.
El deporte, la ciencia y el arte tienen algo en común, son disciplinas que requieren de una enorme vocación, y mucho de trabajo y excelencia. Quien decide entregar su vida para desarrollar su talento tendrá que hacer las comodidades y las expectativas banales a un lado y deberá ser fiel a su carrera. Vivirá momentos de angustia, incertidumbre, incluso desesperanza. Encontrará competencia, muchas veces desleal; tendrá que enfrentarse con malos y frustrados maestros y con pésimas instituciones, sin hablar de pobres instalaciones. Ocasionalmente el joven talento se topará con un buen guía, aunque no es lo más frecuente. Aún así, cada vez habrá más obstáculos y más difíciles de vencer.
El Fonca se creó para servir como plataforma de desarrollo del arte de las nuevas generaciones. Cada año aplican miles de jóvenes y al final solo 400 consiguen entrar al sistema. Muchos de los postulantes han dejado el arte para convertirse en “convocatoristas” profesionales. Otros buscarán salir del país, “Lo mejor de México es irse de México”, se ha dicho desde hace muchos años.
Pero aquí viene otro problema. Los mexicanos somos apasionados y enjundiosos, le entramos a todo y mucho de lo que logramos asumimos que es por puritita buena suerte. El éxito nos aterra, como que no sabemos muy bien como lidiar con él. Pero eso sí, cuando somos criticados nos ponemos susceptibles y nos tiramos al piso. ¿Es o no cierto? Seamos sinceros. Le echamos muchas ganas a todo. Pero en otros países no se trata de echarle ganas, se trata de hacerlo bien. En el extranjero el mexicano tiene que quitarse todos los lastres de la mala educación, aprender a ser puntual, cumplir con lo que se compromete, tener calidad y precisión en sus ideas y exigirse al máximo todos los días, de sol a sol sin desesperar. Son pocos los que pueden pasar de este nivel, muy pocos.
Los que se quedan en nuestro país, entrarán a uno de varios círculos pensados para ellos:
- a) Funcionario en el área de cultura (¿qué otra?), ¡aguas con ellos!: están frustrados y denostan todo. No entienden lo contemporáneo, lo llaman “alternativo” y “emergente “ sin ton ni son. Siguen la filosofía de la gurú Teresa del Conde: “Orozco es uno” (y, obvio, no es Gabriel); bloquean cualquier posibilidad de crecimiento y prefieren traer una exhibición como la de las cajas de luz, con reproducciones de Rembrandt y Caravaggio, que invertir en artistas de la nueva generación. En el fondo son artistas frustrados. Nunca venderán un cuadro. No se han cortado la oreja, pero están a punto.
- b) Miembro del Comité del FONCA, ¡qué horror, la mafia del poder!. Aunque sean buenos artistas y reconocidos, ¡por dios!, están más que amañados con su comisión y la grilla y no están preocupados por el futuro de los artistas sino en su propio lucimiento.
- c) Los Becarios del FONCA vitalicios forever. Estos si no tienen nombre, ¿cómo que existen? ¡Que se pongan a trabajar!.
- d) Maestro de la FAD; si es brillante será el nuevo mentor, si no, agárrense, le hará la vida imposible a sus alumnos. Este puede ser Mi Villano Favorito región cuatro.
- e) Artista de una galería. A éste le fue bastante bien aunque con sus “asegunes”. Podrá tener una expo anual (puede ser), otra por ahí, colectiva. Si la galería es muy movida hasta se preocupará por internacionalizarlo. Si no, será como un mal matrimonio, el inicio de un pleito eterno de cuenta chiles: cuánto le dio la galería por su carrera, cuánto le debe la galería a él. Eso sí: 50/50.
- f) Chofer de Uber. Ok, esto no distingue talentos ni disciplinas, es pa´ todos.
Volviendo a Okón, seamos justos, algunos pocos artistas como es su caso, se han ido y han regresado con el interés de compartir y mostrar que sí se puede ser un profesional del arte y vivir de ello. Ante la ausencia de plataformas institucionales los artistas, por su cuenta, han creado otro tipo de centros de educación, (La Panadería, Temístocles 44, Las pláticas de los viernes, etc.). A través de conversaciones, experiencias compartidas y mostrando que el ensayo y el error son parte de la biografía de un artista. Estos espacios, a falta de los institucionales, han servido para que los galeristas hagan scouting y terminen beneficiados. A fin de cuentas, si la iniciativa privada sustituye la labor del gobierno (apoyar y ver crecer a sus artistas), los marchantes privados tienen todo el derecho de sacar una buena tajada.
En México el mercado de arte joven es mínimo. No se entiende por qué hay que invertir en un artista que aún no es “alguien”. Hay que comprar “big names”, como si fueran coches, bolsas o relojes. Que se vea la marca para que al ostentarlo todos los demás sepan de qué artista de renombre se trata. “Yo tengo un Kapoor enorme, es verde”; “el mío es más grande que el tuyo, es rojo”; “costó un millón de dólares”, “el mío 1.2 …”.
Pero de artistas jóvenes o futuros, pocos hablan. Así como en los noventa hubo un cambio radical hacia el arte conceptual, hoy el futuro está por contarse. Tenemos talento, eso no está en duda, pero también tenemos un gobierno corrupto que no ha asumido a la educación como prioridad porque no cree que el deporte, la ciencia y el arte sean inversiones redituables para México. A los mexicanos nos gusta admirar el éxito reflejado en poder económico.
El estado no ha sido capaz de diseñar una política pública a futuro, pensada para las nuevas generaciones. México vive una crisis que podría ser de gran utilidad para el desarrollo del pensamiento creativo; los artistas no han podido constituirse en una comunidad cuestionadora del sistema, crítica, mordaz e inteligente. Las explosiones de talento que han experimentado sociedades golpeadas como la africana, la árabe e incluso la centroamericana, son un fenómeno que no se observa en México, no todavía. Las crisis son partos de los que surgen las voces creativas, se dice. Las crisis las tenemos, ¿dónde están los creadores y quien será capaz de ayudarlos a transformar la realidad en arte?
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