Se cumplen 100 años del nacimiento de la única mujer que ha logrado gobernar en la India, en medio de adoración y rencor por sus acciones.
Por Noemí Jabois
Nueva Delhi, 19 de noviembre (EFE).- Al cumplirse 100 años del nacimiento de la única mujer que ha gobernado la India, jubilados con gorras rojas y escolares armados con móviles se apelotonan en el Memorial Indira Gandhi para recordar a una líder adorada con devoción por millones de indios y odiada con saña por millones más.
"Vamos, vamos", gritan guardias de seguridad y guías para evitar que se produzcan atascos y sus palabras retumban en paredes llenas de fotografías de un rostro enmarcado por un mechón blanco y recortes de periódico que anuncian el resultado de unas elecciones perdidas.
Tras cristales transparentes pero demasiados gordos para sentir, se puede ver la mesa en la que trabajaba hasta altas horas de la noche y el teléfono blanco y negro a través del que le comunicaron que Bangladesh había sido liberado; tras una barandilla, el lugar exacto en que esquivó tres balas y paró treinta más con su cuerpo.
"Indira Gandhi fue enigma para muchos, compañera compasiva para muchos otros, una líder decisiva para muchos más y un ser humano cariñoso con todos sus amigos y colegas", la recordó en declaraciones a Efe Randeep Surjewala, portavoz nacional de su formación, el Partido del Congreso.
De entre sus "múltiples roles", el portavoz destaca a la Indira que cambió la narrativa social, fortaleciendo a los pobres con la nacionalización de los bancos y la abolición de los pagos a los maharajás, y a la Indira que comenzó a abrir la economía india.
Para él, fue también la primera ministra que "reescribió el mapa geográfico moderno del continente surasiático apoyando el movimiento de liberación Bangladesh" en 1971.
Y es que la mujer que gobernó la India con mano de hierro decidió intervenir en lo que por aquel entonces era Pakistán Oriental, hoy Bangladesh, para liberarlo del yugo de Pakistán Occidental.
Una breve intervención de la India en Pakistán Oriental acabaría con victoria india, la declaración de independencia bangladesí y un fortalecimiento desmesurado de la figura de Indira Gandhi.
Sin embargo, otros, como el portavoz del opositor partido sijista Shiromani Akali Dal (SAD), Naresh Gujral, tienen otro tipo de recuerdos de la también llamada "Muñeca tonta".
El portavoz de SAD denuncia en declaraciones a Efe "el modo en que se mató la democracia durante la Emergencia" (1975-1977), con la que murieron también, al menos temporalmente, "la libertad de prensa y la libertad de expresión".
En medio de una creciente oposición y acusaciones de nepotismo, el Tribunal Supremo declaró nulas las elecciones de 1971, en las que Indira había salido elegida, por considerarlas fraudulentas.
Para lidiar con la situación, la medianoche del 25 de junio de 1975, la primera ministra establecía el estado de emergencia.
En los casi dos años que duró, líderes de la oposición y periodistas fueron puestos entre rejas, los rotativos dejaron de imprimir y unos 40 mil presos políticos fueron encarcelados, según estimaciones de Amnistía Internacional (AI).
Surjewala cree, sin embargo, que la decisión de imponer el estado de excepción estuvo justificada. "Mucha gente la criticará por ser autoritaria a causa de la Emergencia, pero se olvidan de que los tiempos demandaban una cierta cantidad de firmeza además de ejercicio de la autoridad", defendió.
Pero desde el SAD todavía tienen más ases en la manga.
"Nuestro partido recuerda a Indira Gandhi únicamente con el año 1984. Muchos sijs fueron asesinados tras su muerte y el ataque al Templo Dorado cuando ella era primera ministra, donde cientos de sijs desarmados murieron", dijo el portavoz del grupo opositor.
Luchadora incansable contra el nacionalismo sij, el 6 de junio de 1984, Indira ordenó un ataque al Templo Dorado de los sijs para detener a los fanáticos nacionalistas, que dejó centenares de muertos y el descontento en esa minoría religiosa.
"Ningún sij podrá olvidar nunca que se enviaron tanques a nuestro santuario más sagrado", afirmó Gujral.
El 31 de octubre de 1984 Indira fue asesinada cerca de su palacio por dos guardias sijs de su propia seguridad personal. Pocas horas más tarde, turbas encolerizadas salían a las calles para clamar venganza, causando la muerte de 2 mil 733 sijs.
Hoy, en el lugar donde la Dama de Hierro recibió 33 tiros de sus guardaespaldas, yace una placa con sus palabras: "Si tengo una muerte violenta como algunos temen y unos pocos están planeando, sé que la violencia estará en el pensamiento y la acción de los asesinos y no en mi muerte".