Sin protocolos, ni guías de manejo de residuos por parte de las autoridades, la Ciudad de México se encuentra a contrareloj para manejar de manera apropiada los residuos que dejó el temblor.
Ciudad de México, 24 de octubre (EFE).- El tratamiento de escombros tras un terremoto como el del pasado 19 de septiembre en México exige disponer de una guía para el manejo de residuos para casos de desastres naturales.
Esta guía evitaría que los fenómenos naturales se conviertan en desastres, dijo a Efe Sandra Herrera Flores, experta en manejos de residuos y asesora Principal para el Programa de Gestión Urbano- Industrial de la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable en México (GIZ).
Con los derrumbes y demoliciones se generaron residuos de construcción de manejo especial, los cuales requieren una rigurosa estrategia de acción en su tratamiento para evitar impactos en la salud de la población y ambiental, tanto del suelo como del agua.
En consecuencia, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) presentó sus "Criterios para el manejo de los residuos de construcción y demolición", que incluyen la ubicación, operación, saneamiento y clausura de sitios para disposición final, aprovechamiento y reciclaje de residuos.
Sin embargo, Herrera señala que aunque había una situación de emergencia, "lo ideal hubiera sido que se contara ya con un plan específico que indicara un protocolo de qué hacer antes, durante y después del sismo" por parte de Protección Civil, la Secretaría de Obras Públicas y los encargados de permisos de limpia.
Resalta la importancia de los mapas de riesgo: "Si aquí se hubiese trazado un mapa de riesgo, de antemano sabrían qué laboratorios químicos o qué industria asentada en la Ciudad de México pudieran tener residuos peligrosos y cómo tratarlo".
Agregó que en ciudades y estados las guías de manejo de residuos en situaciones de desastre no son una práctica habitual, aunque ya se han trabajado anteriormente con gobiernos estatales como medida de prevención.
Estas guías permitirían anticipar la ubicación de materiales de alto riesgo, identificar sitios a dónde llevar los residuos, planificar su separación y manejo específico, y posteriormente dar saneamiento a estos sitios confinados.
"Lo que me preocupó es saber a dónde se llevarán los residuos", advierte Herrera porque "independientemente del lugar, lo importante es proteger humedales, barrancas, causes de los ríos, manglares, áreas naturales protegidas" y ubicarlos mínimo a 500 metros de distancia de un cuerpo de agua.
Además, los sitios destinados a los residuos de las demoliciones deben ser vigilados para que "de ninguna manera se conviertan en basurero a cielo abierto".
Sugiere que en todo caso se destinen como lugares de confinamiento sólo para residuos de la construcción, los cuales pueden reutilizarse en sub-base en caminos y estacionamiento, construcción de andadores o ciclopistas, banquetas, guarniciones, entre otros.
También deben controlarse los residuos peligrosos de las casas derrumbadas como limpiadores, químicos, baterías y equipo de computo, telefonía electrodomésticos, colchones, estos últimos considerados residuos de manejo especial y voluminosos por la Norma Ambiental para la Ciudad de México.
Herrera destacó igualmente la importancia de pensar en una estrategia de otorgamiento de vivienda para todos los damnificados en dos fases: una temporal con materiales reciclables y "una definitiva que garantice calidad de la vivienda que sea ad hoc a sus costumbres y a su medio ambiente y que les permita una vida digna".