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Ernesto Hernández Norzagaray

19/10/2017 - 12:00 am

El semáforo descompuesto

La debilidad del gobierno de Peña Nieto y en particular su mala imagen, se explica en mucho por la exhibición de la corrupción.

La debilidad del gobierno de Peña Nieto y en particular su mala imagen, se explica en mucho por la exhibición de la corrupción. Foto: Móises Pablo, Cuartoscuro

El Presidente Peña Nieto no hace mucho tiempo afirmó que nuestra corrupción era un asunto cultural y ahora frivoliza cuando muy relajadamente, señala que los mexicanos quieren encontrar corrupción hasta cuando hay un choque de autos por el mal funcionamiento del semáforo de la esquina.

Y es que es tal la desconfianza, dice, saber quién fue el que instaló el semáforo para encontrar culpables en la colisión y buscar castigo.

Es decir, en su visión chabacana, habríamos pasado de la expresión lopezportillista de “la corrupción somos todos” a una visión esquizofrénica de que estamos buscando corrupción en todos los actos públicos.

Es, más, señala que la corrupción es la misma y lo nuevo en ella son las redes sociales que tienden a ser visible lo que antes estaba en la oscuridad.

Con este tipo de comentarios a bote pronto relativiza la desconfianza ciudadana o peor, desconoce o minimiza la dimensión de este problema estructural en la gestión pública.

La corrupción en las instituciones públicas, ha sido y es el lubricante de las piezas de funcionamiento del sistema político, sin ese afloja todo, difícilmente se explicarían las fortunas que se han hecho al amparo del otro problema que es la impunidad y ambas han permitido lavar con facilidad esas riquezas con dinero público.

La debilidad del gobierno de Peña Nieto y en particular su mala imagen, se explica en mucho por la exhibición de la corrupción en que han incurrido varios de los funcionarios del primer círculo de gobierno, gobernadores y del partido.

El mismo perdió credibilidad cuando se reveló la corrupción que había detrás de la llamada Casa Blanca que para muchos era una suerte luz verde para quienes quisieran hacer lo mismo desde una posición de poder.

Fue un vulgar acto de tráfico de influencias que al igual que hoy se relativizó gracias a ese chorro de dinero que la Presidencia gasta intermitentemente en publicidad pero, con un efecto negativo de fondo, la mayoría percibió que tenía un Presidente corrupto e intolerante cuando lo refrendó al presionar para que fuera despedido el equipo de la mensajera.

Entonces, la frase del “profe” Carlos Hank de “político pobre, pobre político”, sigue siendo una suerte de ABC de la corrupción en la esfera pública y estaría más vigente que nunca y más lejos de la medianía republicana que propugnaba el Presidente Juárez.

Y es que la política en México, dejo de estar destinada al bien común  a pasado a convertirse en un negocio jugoso hasta en las cosas que no deberían serlo por tener que ver con la desgracia humana, como podemos desprender de los sismos en el mes de septiembre   –pregunto, dejó o siempre estuvo presente, como parte de la llamada “herencia colonial” que en un libro clásico desarrollaron los historiadores norteamericanos Stanley J. Stein y Barbara H. Stein y en otro el sociólogo,  Pablo González Casanova.

Pero, no faltara quien diga que el problema de la corrupción hoy es parte del engranaje mundial, que existe hasta en las democracias más consolidadas, que no se puede vivir sin ella, en todos lados se cuecen habas y alcanza a todos.

Dirán, ahí está el caso Gürtel de España o el de los sobornos trasnacionales de la empresa brasileña Odebrecht que llenó bolsillos, financió campañas políticas y probablemente alcanzó la presidencia de Peña Nieto, como podría  estar hoy en una carpeta de investigación finalizada que nos sugiere Loret de Mola dejó sobre el escritorio Raúl Cervantes al renunciar la titularidad de la PGR.

Esta verdad a medias, sin embargo, ha exhibido la corrupción política que existe en el diseño de las instituciones públicas y en la designación de sus operadores políticos.

El caso de Odebrecht mostró, por ejemplo, que si bien la corrupción política llegó a las altas esferas de la política latinoamericana, sin distingos de banderas ideológicas, las instituciones mexicanas son las que se han visto menos ágiles para atender este problema que es un verdadero escándalo de corrupción.

Mientras en Brasil han caído “peces gordos” en México es de una candorosa lentitud el enjuiciamiento de Emilio Lozoya que está comprometido con una transacción corrupta que le dejó o le permitió reorientar al menos 10 millones dólares.

Nuestra justicia en materia de políticos y tecnócratas pareciera depender de la extraterritorialidad, y particularmente de los norteamericanos, que todos los días encuentran a nuestros delincuentes de cuello blanco que gozan de impunidad absoluta en nuestro país.

Y cuando eso sucede,  es el fiel reflejo de un sistema de justicia, hecho para hacer la trampa, para darle la vuelta a la procuración e impartición de justicia, para joder la mayoría, a los más débiles.

Esta el caso del Sistema Nacional Anticorrupción que en los estados se lo han apropiado los gobernadores y los partidos que para que no funcione primero diseñan el instrumento y luego ponen a su gente para que lo administre, entonces, estamos ante una faramalla más que va contra los propósitos que lo hicieron posible.

Mientas continuemos en ese camino retorcido el problema de la desconfianza pública seguirá creciendo y quizá por ello se llegue a excesos de interpretación sobre la corrupción, o porque no a los más molestos con la corrupción en gran escala, les moleste esta figura del semáforo descompuesto y no aceptara nunca la relativización de la corrupción.

No hay manera, más que desde la frivolidad, equiparar la percepción de la colisión por el semáforo descompuesto con la corrupción documentada de quienes llegan al poder para hacer fortunas privadas con dinero público.

Esos personajes oscuros que dirá con candor Peña Nieto, siempre estuvieron ahí, solo qué ahora se hicieron visibles con las redes sociales.

¡Carajo!

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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