El sismo del 19 de septiembre sacó a miles de jóvenes a las calles. Esa nueva generación de mexicanos se puso cascos, botas de casquillo y levantó escombros con palas, cubetas, con sus manos. Activos en redes sociales, organizaron campañas para recabar y distribuir víveres. Fueron el motor que avivó la esperanza en los días más tristes de la capital del país.
Salieron a las colonias afectadas en la Ciudad de México, sí. Pero además partieron hacia Morelos, Puebla, Oaxaca y el Edomex. Y también de otros estados, no afectados por los sismos, miles viajaron hacia la capital del país para sumar sus manos a las labores de rescate y a la ayuda de los damnificados, de los que ese martes lo perdieron todo.
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Ciudad de México, 3 de octubre (SinEmbargo).- Muy pronto es para saber si los jóvenes mexicanos superaron la prueba que significó el sismo del 19 de septiembre pasado, pero lo que sí es un hecho es que tanto la población en general, como ellos mismos, están seguros que se hizo cuanto se pudo, y se superaron las expectativas.
¿Hubo tiempo para el miedo?, se le pregunta a jóvenes en medio de sus labores de ayuda. La respuesta fue un “sí”, y no era para menos, el sismo de 7.1 grados de magnitud sacudió a toda la Ciudad de México en cuestión de segundos.
Pero los minutos posteriores en los que aún había conexión a Internet y luego de que se acordaron de la radio y la televisión, los millennials detectaron los puntos donde hubo desastre y ahí aparecieron.
Desde ese primer día salieron los cascos, las botas de casquillo, las palas...
En varios puntos donde fue necesario quitar y quitar piedras, lozas y varillas, estaban presentes “los grandes”, aquellos que vivieron el 85, tomaron la batuta con la experiencia y ahí se quedaron a veces observando y otros trabajando durante días sin ni siquiera descansar.
Ahí estaban todos: en Álvaro Obregón, en Bolívar, en Tlalpan. En definitiva un terreno se ganó y fue el de las redes sociales, el gran vicio de los millennials. Ahí se formaron las redes, se supo qué se necesitaba para el rescate, para la comida, para el frío y además, para ir contando la historia.
Muchos creen que el temblor también derribó el mito del joven que no sabe lo que quiere, que no le gusta trabajar, que no le gusta tener jefe, que solo quiere un smartphone, que no puede salirse de casa de sus papás hasta sus 30 años.
En los videos se ve a los jóvenes protestando contra el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, o contra el Gobernador de Morelos, Graco Ramírez Abreu, y corriendo al Delegado de Xochimilco, el morenista Avelino Méndez Rángel.
“No llegamos a más de medio día”, dijo un joven proveniente de Iztapalapa a Graco Ramírez en Morelos, días después del temblor. “Ahora sí que póngase sus guantitos y a trabajar”, agregó otro.
Así se movilizaron los jóvenes. De Nezahualcóyotl, Estado de México se fueron a Morelos; de la Colonia Escandón se llenaban camionetas con víveres que irían a Juchitán, Oaxaca; en Querétaro buscaban en redes sociales en qué punto faltaban cosas para enviarlas, hubo presencia de habitantes de Texcoco en Álvaro Obregón, que llegaron, aunque sea, a cuidar que no se metieran a la zona donde las familias reposaban y esperaban noticias.
El regreso a la escuela no significó mayor problema, desde el primer día en las facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se realizaron asambleas para saber cómo seguir ayudando porque retomar las clases en medio de la tragedia resultó inaudito para muchos. Aunque en medios se habló de “paros” en realidad se trató de acuerdos entre estudiantes y profesores de brindar un margen abierto para los alumnos que estuvieran en las calles en las labores de ayuda.
Hoy, los reflectores están en los jóvenes. Y parece que ellos lo saben. Saben que hicieron bien su papel, que tiraron mitos que les fueron creados por otros.
Y saben también de varias capacidades que muchos, quizá, no sabían que tenían: de organizarse rápidamente, de romper sus rutinas, de querer a los otros. Ahora saben estar ahí para los demás.