Los equipos de rescate continúan entre los escombros de los edificios derrumbados de la Ciudad de México. Hasta el momento 60 personas han sido rescatadas en la capital desde el temblor registrado el martes a mediodía.
En las últimas horas la cifra oficial de muertos subió a 273 en la capital y varios estados cercanos, con 137 fallecidos en Ciudad de México. Este viernes, las operaciones de búsqueda arrancan su cuarto día, dando esperanza a los desesperados familiares que esperan ante los inmuebles derruidos.
Las estrellas ocultas de Taxqueña, en la Delegación Coyoacán, fueron por tercera noche el techo de gente que vivía en el multifamiliar que se desplomó a metros de la Avenida Tlalpan.
Han sido 72 horas de angustia, frío, hambre, impotencia, silencios agravados, silencios interrumpidos, charlas sobre el miedo, muerte, y gente colaborando con las personas con las que “no tenían una amistad’’, pero apreciaban al ver en las mañanas.
En el siguiente texto, habitantes del lugar narran a SinEmbargo el momento en que perdieron a sus vecinos, patrimonios y las estrellas, ahora tapadas por nubes.
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Ciudad de México, 22 de septiembre (SinEmbargo).- Nayeli Martínez duerme en una casa de campaña desde el martes. Su edificio, el 4 A, no se cayó, pero presentó daños tras el movimiento. Ella vivió un lustro atrás en el 1 C, donde ahora hay cuerpos y personas atrapadas, y se sorprendió con lo que pasó.
La joven alcanzó a dejar el 4 A para ser testigo, en tiempo real, de la catástrofe. “El edificio duró 5 segundos. Se derrumbó, no hubo oportunidad de que saliera nadie’’, dijo.
La madrugada de este 22 de septiembre pasó entre el frío y la lluvia, pues no puede ingresar a su domicilio, pero tampoco puede irse. “Tenemos que estar al pendiente de nuestras cosas. Hay mucho ratero, hay mucha gente abusiva’’, aseguró.
Martínez mandó un mensaje, también, a los políticos:
“No sean mierdas. Yo sé que en todos los lugares ha habido desgracias. Pero, ¿dónde están todos esos pinches güeyes que quieren tu voto? ¡Vengan a acarrear cascajo, a partirse la madre!’’.
Nayeli caminó cerca de los escombros segundos después de la tragedia. Ahí, a un costado de una avenida importante en la Ciudad de México, la gente empezó a llegar a mover piedras. Entre ellos estaba Ernesto.
ACABABA DE PASAR EL ANIVERSARIO
Ernesto, de 71 años, habló para este texto con una guayaba en la mano. Se la dieron los voluntarios y aún no pretendía comérsela. Él vive en una casa que comparte territorio con el multifamiliar. Escuchó el golpe, vio polvo y quiso ayudar.
“Me agarró en la cocina. Mi hermana andaba ya abajo, y le pregunté: ‘¿Qué pasó?’. Le informaron de la caída. Su vivienda aguantó.
“En un principio sí estuve ayudando ahí, un poquito. Ya había gente arriba’’, contó. Luego, en la noche, ya no lo dejaron pasar. No tenía casco ni herramienta. Ahora ronda entre el caos, esperando que terminen las labores (para bien).
El hombre conocía a sus vecinos del 1 C. “Compartió’’ con ellos los aniversarios de la unidad, los cuales se “festejan’’ cada septiembre. Y se apunta entre comillas porque la celebración era sin celebración. Espera de noche en una banca, la que está frente al refugio del cansancio de Julia, maestra de universidad que lo perdió todo.
“ERA UNA LICUADORA"
“¿Te cuento esos momentos? Fue el Apocalipsis. No hubo manera de prevenirse. Se soltó con todas sus fuerzas. Cuando yo alcancé a correr 10 metros para llegar a la puerta, fue imposible salir. Era estar adentro de una licuadora. El ruido. Todas las cosas de adentro empezaron a volar, todo, todo […]. Te aturdía’’, contó Julia, quien estaba en la torre vecina de la que se cayó en el conjunto urbano, a un costado de Calzada de Tlalpan.
“Cuando el edificio se desplomó, fue como si hubieras metido hielo a una licuadora. Fue, de verdad, impresionante’’, narró Julia. Al abandonar el edificio, una cortina de polvo dejó ciega a la mujer. No pudo ver nada ni a nadie en los primeros instantes. “Parecía que me habían echado un costal de arena’’, dijo.
Con ella viven su hija y su esposo, pero ellos estaban en la escuela y trabajo. Tuvo que salir por su propio pie y pasar a centímetros de personas atrapadas, sus vecinos. “En ese momento no piensas. Los vecinos estaban callados. Nadie daba crédito a lo que había pasado’’, lamentó.
Desde ese instante esperó en un banco ubicado al otro lado de la avenida. Aguardó a su esposo, quien venía caminando desde Barranca del Muerto, en la delegación Álvaro Obregón, y a su hija.
La entrevistada no aguantó las lágrimas cuando recuerda que mucha gente se quedó sin casa y ahora pasa las noches en los albergues, o bajo la lluvia.
– ¿Qué les dicen las autoridades?
– Hay versiones encontradas. Hay los que dicen que se tienen que demoler los edificios, hay los que dicen que sí tiene solución. No tenemos un peritaje serio hasta ahorita.
Julia sintió el temblor ahí mismo. Gabriela, su vecina, también lo percibió, pero a la distancia, en su oficina.
“GABY’’ SE QUEDA
Gabriela salió a trabajar el martes. Pasó por la unidad habitacional y la vio intacta por última vez. La mujer conocía a “casi todos’’ los del 1 C. Al volver a casa, ya sin sol, halló tristeza y esperanza, dijo ella.
“Gaby’’ ahora deambula por la zona. Café en mano y suéter para el frío. No quiere irse, siente que debe aguardar, pues no estuvo presente durante el sismo de 7.1 grados que golpeó a México.
“Quieren hacer demolición, pero los edificios (señaló a los de la orilla) están en perfectas condiciones. El Gobierno miente, miente terriblemente, hay muchos muertos’’, apuntó.
A los días los tacha de “agotadores’’. Y es que hay que “aguantar porque hay lluvia, aguantar porque hay calor, porque hay gente todavía debajo de los escombros. Hay que aguantar porque los vamos a sacar. Y no vamos a permitir que el Gobierno derrumbe nada. Tal vez ellos tienen mucho dinero y no se dan cuenta, pero somos trabajadores de corazón, somos mexicanos. Sólo diré que hay más mexicanos buenos que malos’’, terminó.
RUBÍ Y SU MENSAJE
Rubí Valencia sí vivía en el 1C, ahora derrumbado, pero no estaba adentro. Se salvó. Ahora duerme en casa de su hermana, pero vigila la zona, pues, aseguró, la rapiña comenzó.
“Han robado cosas, documentos, objetos de nuestro edificio colapsado. Y no sé en qué momento lo hacen. No nos dejan pasar, pero es importante que se sepa’’, denunció.
“Es lamentable, no se debe de permitir. A nosotros como vecinos, como damnificados, no nos dejan acercarnos, obviamente por el peligro, pero ¿por qué sí a los que se llevan las cosas? Finalmente yo no sé si las autoridades nos vayan a apoyar económicamente, con un espacio para habitar, no sé. El Delegado [Valentín Maldonado] no se ha acercado, parece que mandó gente, pero él no’’, concluyó.
LAS ESTRELLAS DE TAXQUEÑA
Y llegó la tercera noche al multifamiliar, y la tercera madrugada. Y los edificios siguieron igual. Castillos de naipes, frágiles. Y llegaron las estrellas, pero las nubes y su lluvia impidieron verlas. Y Coyoacán durmió vulnerable, pero no devastada. La gente siguió ofreciendo tortas, guisados, cafés y hasta masajes para evitar la tensión.
Y llegaron las estrellas de la tercera noche. Y los vecinos de Taxqueña durmieron bajo estas. Expuestos. Pendientes de cifras inexactas.