Peniley Ramírez Fernández
27/08/2017 - 12:00 am
Las muertas que sí se ven
Esta columna es una recomendación para viajar hasta el micrositio donde Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad albergó meses de investigación, trabajo de campo y recopilación documental de la periodista mexicana Valeria Durán sobre los feminicidios en México.
En memoria de Cándido Ríos
y en solidaridad con Humberto Padgett
No se trata de contar muertos, de sumar muertos como si el campo inhóspito de la desgracia fuese un largo trecho con siembras a ambos lados, como si el dolor fuese una flor más en el jardín, como si la maravilla de la vida no fuera equiparable, en sus formas únicas, a la complejidad que reviste cada muerte, al dolor irrepetible que anida en cada historia.
Los muertos no son números, pero a veces, en países con una violencia que desborda a las autoridades, como México, es importante que también lo sean.
Esta columna es una recomendación para viajar hasta el micrositio donde Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad albergó meses de investigación, trabajo de campo y recopilación documental de la periodista mexicana Valeria Durán sobre los feminicidios en México.
Hace muy poco le conté a una artista extranjera, que ama México, sobre la violencia feminicida en el país. Quedó tan alarmada, tan sorprendida, que luego anduvo preguntando con sus amigos, con sus conocidos mexicanos, por qué había venido tantas veces y no sabía la dimensión del problema.
La violencia feminicida, como otros rasgos de la violencia asociada al narcotráfico y la corrupción en México, en muchos casos queda reducida a un titular de letras redondas y gruesas en un tabloide.
Frecuentemente, la noticia “la mató el novio”, “jovencita aparece descuartizada” o similares no avanza más allá que un expediente de dos páginas en una fiscalía local y un titular que se vocea en el transporte público, con la misma euforia con que se anuncia la llegada de la primavera en países con largos inviernos.
Este caso es distinto. Valeria Durán no solamente fue más allá de estos titulares, sino también, más allá de las cifras oficiales.
“Las muertas que no se ven” ganó esta semana el primer lugar en la categoría multimedia del concurso Rostros de la Discriminación, que otorga el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. Fue realizada con apoyo de la plataforma Connectas, que apadrina y dirige trabajos destacados de periodismo investigativo en Latinoamérica.
El resultado de la investigación no necesita ambages: 10 mil mujeres fueron asesinadas violentamente en México durante los primeros cuatro años del gobierno de Enrique Peña Nieto.
De ellas, 7 mil 694 fallecieron por balazos, descuartizadas, violadas, asfixiadas o golpeadas hasta morir. En sus expedientes, sin embargo, los asesinatos no fueron reconocidos como feminicidios.
***
- En casos muy mediáticos clasifican los asesinatos de mujeres como feminicidios, aunque no lo sean, solo porque es “políticamente correcto”.
He escuchado la frase que antecede, en distintas versiones, durante los últimos años. Casi siempre está en boca de abogados penalistas y funcionarios públicos mexicanos.
El trabajo de Durán, sin embargo, demuestra que los casos que no atraen el interés público distan de esta premisa.
Además de la crudeza de las cifras, la clasificación errónea de los crímenes y sus atenuantes son, a mi juicio, el rasgo más destacado de este trabajo periodístico.
La metodología de la investigación combina múltiples solicitudes de información con el seguimiento de casos clave. Logró diagnosticar que los estados con índices más altos de asesinatos violentos de mujeres son Chihuahua, Guerrero, Baja California, Colima, seguidos por el Estado de México, el que tiene mayor número en cifras absolutas.
El hallazgo es macabro: “Quienes asesinan a mujeres a golpes o a cuchilladas, podrán obtener una pena menor –entre 20 y 25 años de cárcel- si por ejemplo alegan haber sufrido ‘una emoción violenta’ por celos o enojo incontrolable”.
La investigación abona al debate de la violencia contra las mujeres como una realidad palpable y no como una política de corrección con datos concretos: 107 mujeres fueron mutiladas al morir. De ellas 60 fueron decapitadas. Ningún caso fue considerado como feminicidio.
Durán escribió sobre el asunto con la crudeza que permite una investigación documental: “Para las autoridades de justicia tamaulipecas no fue suficiente evidencia que esas 50 mujeres hayan sido decapitadas, desmembradas e incluso en un caso desollada; tampoco tomaron en cuenta seis homicidios con rastros de violencia sexual y menos aún a las 214 asesinadas a balazos. En ese periodo ocurrieron en Tamaulipas 441 muertes violentas de mujeres y sólo una fue tipificada como feminicidio”.
Más allá de estas terribles cifras, la investigación de Durán cuenta las historias con la lupa del periodista que busca entender el por qué y no solo el cuánto.
Puede leerse por capítulos en este micrositio: https://contralacorrupcion.mx/web/femimicidiosocultos/
Larga vida a este periodismo de investigación, que mira a la violencia de frente y con seriedad, en este mundo de prisas y egos.
@penileyramirez /[email protected]
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