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¿Novela no literaria? La literatura y su razón de ser

01/07/2017 - 12:03 am

“Decirle a un escritor que es demasiado literario es lo mismo que decirle a un carpintero que está obsesionado con la madera”. De este modo ironizaba, hace algunos en Barcelona días, Enrique Vila-Matasacerca de la paradójica definición de “novela literaria” en contraposición a un tipo de novela, definida no literaria, y que suele englobar obras de carácter narrativo que –y aquí está la clave- tienen un gran éxito de público y suelen ocupar los primeros puestos de las listas de ventas.

Por Anna Maria Iglesia

Ciudad de México, 1 de julio (SinEmbargo).- “Se entiende por novela literaria una novela que no busca la complejidad y que busca ser simple entretenimiento”, explica una editora que, si bien no niega lo absurdo de dicha definición –“hablar de novela no literaria es como hablar de aire sin oxígeno”-, explica su uso como un intento de enmascarar la falta de interés literario de productos que, bajo la forma –solamente la forma- y la etiqueta de novela, resultan rentables a un mercado editorial necesitado de ventas. Retórica vacua, ampulosidad lingüística a través de la cual el propio sistema editorial desconfía e, incluso, reniega de la calidad de sus productos, reconvertidos en piezas clave de una estrategia de mercado.

“El mundo editorial necesita ventas para sobrevivir”, rebate una agente literaria ante las críticas dirigidas hacia la aceptada mediocridad de determinadas publicaciones y, sin duda, no carece de razón, pues no son pocas las ocasiones que las ganancias producidas por lo más mediocre permite la publicación de autores y obras cuyo valor indiscutible no va parejo a los beneficios.

Sin embargo, y aceptando aún esta lógica mercantilista, – el exceso de idealismo siempre es cegador- lo curioso es la aceptación del término “novela no literaria” incluso por parte de los propios autores, muchos de los cuales no dudan en describir sus trabajos desde términos no literarios. ¿Se imaginan ustedes un director de cine definiendo su película como no cinematográfica?

Lo inverosímil se ha convertido en realidad. Sin duda, todavía habrá quien asume entre melancolía y decepción tal etiqueta, todavía habrá quién no se resigna al ver como aquellos mismos que deberían ampararles desvirtúan su trabajo negándole la literariedad que, como decía el lingüista Jakobson, es aquello que define la obra literaria y la distingue de cualquier otro modo de escritura.

Sin embargo, no son pocos quienes con la misma seguridad con la que se afirman como escritores definen sus libros como “novelas no literarias” reclamando, además, una vara de medir distinta.

“No se puede juzgar de la misma manera mi novela que una novela literaria”, afirmaba hace unos días un escritor durante la promoción de su último trabajo. ¿Qué significa que no es posible juzgar de la misma manera una novela literaria y una novela no literaria?

Si la expresión “novela literaria” es una redundancia en sí misma, la demanda de una doble vara de medir roza lo esperpéntico. ¿Cómo juzgar aquello que, por definición, no puede existir? La novela o es literaria o no es. De ahí que la invención y, consecuente, aceptación de la denominada “novela no literaria” no sea más que una estrategia retórica, vacua y enmascaradora, para aceptar la mediocridad de determinadas obras, una mediocridad que no sólo es aceptada por el propio mercado editorial en nombre de unas ventas, sin duda justificadas por la necesidad de beneficios, sino por los propios autores que denigran su trabajo con más dureza que cualquier crítico.

“La escritura dejó de ser divertida cuando descubrí la diferencia entre el escritor bueno y el malo”, decía Truman Capote, para quien la escritura pronto se convirtió en el más doloroso de los látigos al descubrir la diferencia entre la escritura y el verdadero arte.

Son todavía muchos quienes se ven reflejados en las palabras del autor de Música para camaleones, muchos quienes consideran la literatura como la más exigente de las ambiciones. “El escritor debe escribir cada frase con la voluntad de dar lo mejor de sí mismo”, señala Juan Tallón, el escritor “tiene que querer escribir como el mejor escritor del mundo, siendo obviamente consciente de que no lo es”. Sin embargo, ¿dónde queda la ambición literaria cuando uno mismo deserta de la literariedad?

Si para un escritor nada hay más cruel que se le niegue el carácter literario a sus obras y a su proyecto, para la literatura nada resulta más cruel que negarle su razón de ser.

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