Las imágenes ofrecen las primeras pruebas visuales de una naciente alianza de combatientes musulmanes locales que no solo están afiliados a la organización Estado Islámico, sino que coordinan y lanzan ataques conjuntos.
MANILA, Filipinas (AP) — Era un ataque audaz, planificado en su más mínimo detalle con lapiceros azules del otro lado de un calendario de papel: militantes islámicos filipinos, incluido uno de los líderes guerrilleros más buscados del mundo, se proponían tomar una ciudad del sur de las Filipinas en el ataque más osado lanzado hasta ahora por esa organización.
En tono calmado, hablaron de tomar rehenes en una escuela y de cerrar las carreteras “para asustar a la gente”.
Imágenes de video o captadas separadamente de una pantalla del encuentro secreto en que se planificó la acción, obtenidas en forma exclusiva por la Associated Press, ofrecen una idea de cómo se maneja una agrupación clandestina que llevó a la práctica su plan y dos semanas después lanzó un ataque sin precedentes sobre Marawi, ciudad sobre un lago en la que todavía controla algunos sectores.
Las imágenes ofrecen las primeras pruebas visuales de una naciente alianza de combatientes musulmanes locales que no solo están afiliados a la organización Estado Islámico, sino que coordinan y lanzan ataques conjuntos. Uno de los participantes en la reunión de planificación fue el presunto líder de la rama de Estado Islámico en el sudeste asiático, Isnilon Hapilon, quien figura en la lista de los terroristas más buscados por Estados Unidos y por quien se ofrece una recompensa de 5 millones de dólares.
Se cree que son las primeras imágenes de Hapilon desde que él y varios combatientes filipinos se afiliaron a Estado Islámico en el 2014. Los militares dicen que fue herido en un ataque aéreo en enero, pero en ese video no se percibió indicio alguno de que estuviese disminuido. Se lo ve sentado en una mesa junto con otros combatientes, luciendo una bufanda amarilla y negra, con una pistola a su lado.
El jefe del estado mayor conjunto, general Eduardo Ano, confirmó las identidades de los presentes, incluida la de Hapilon. Los combatientes no tienen portavoces, de modo que no fue posible hablar con ellos.
Las imágenes revelan que la alianza guerrillera “se propone no solo rebelarse, sino tomar una parte del territorio filipino, ocupando la ciudad de Marawi e instalando su propio estado o gobierno islámico “, expresó Ano.
A los militares les interesa que la AP difunda el video. El lunes seis legisladores pidieron a la Corte Suprema que anule la ley marcial dispuesta por el presidente Rodrigo Duterte en el sur, donde vive la minoría musulmana en un país mayormente católico romano, poniendo en duda la gravedad de la crisis en esa región. Ano, sin embargo, sostuvo que han “una gran rebelión” allí y que el video debería convencer a la gente de que no es solo “un problema menor”.
Las fuerzas del gobierno encontraron el video en un teléfono celular confiscado el 23 de mayo, en una redada en una vivienda de Marawi donde se cree que estuvieron Hapilon y otros guerrilleros. Indicaron que el video había sido filmado uno o dos días antes, aunque no fue posible corroborar ese dato. Imágenes de la misma reunión tomadas de una pantalla y obtenidas por la AP de un agente antiterrorista indican que el calendario sobre el que estaban escribiendo los guerrilleros era de abril del 2017.
Un oficial del ejército permitió a la AP filmar el video mientras era difundido en una computadora portátil.
Ano dijo que los insurgentes pensaban lanzar el ataque el 26 de mayo, en que comenzaba el Ramadán en el sur. Pero adelantaron la fecha a raíz de la redada. De no haberse visto forzados a cambiar de planes, seguramente hubieran ocupado más territorio y causado más daños.
De todos modos, la acción no tiene precedentes. Si bien los combatientes habían lanzado ataques grandes en el pasado, hasta ahora ninguna agrupación había tomado territorios por tanto tiempo en el corazón de la región islámica de las Filipinas. Dos semanas después de comenzadas las acciones habían muerto al menos 178 personas y el ejército seguía bombardeando desde el aire para tratar de controlar la zona.
Los guerrilleros, que se cree tienen como rehenes a un cura católico y varias personas más, quemaron edificios y destruyeron al menos una iglesia. Ano dijo que controlan el 10% de la ciudad y tienen francotiradores en edificios altos. Buena parte del centro de la ciudad ha sido destruido.
La crisis de Marawi, combinada con el temor de que Estado Islámico esté revitalizando las insurgencias musulmanas en el sudeste asiático, generan zozobra en las Filipinas y en toda la región.
El viernes, cuando un individuo armado enmascarado empezó a disparar y a quemar mesas de juego en un hotel de Manila, la gente inmediatamente dio por sentado que se trataba de una acción de Estado Islámico. La agrupación se atribuyó el ataque, en el que decenas de personas murieron por la inhalación de humo, pero no hay pruebas de que hayan sido ellos. La policía dice que se trató de un robo y la familia del atacante afirma que era un adicto al juego trastornado.
De todos modos, el episodio puso de manifiesto lo que el presidente de la cámara baja Pantaleón Álvarez describió como la “inquietante ineptitud” de la seguridad pública en la capital.
En una conferencia sobre temas de seguridad llevada a cabo el fin de semana pasado en Singapur, con la presencia de ministros de defensa y expertos de 39 naciones, se hizo patente el temor de que sitios como Marawi puedan llegar a ser bases de Estado Islámico ahora que la organización pierde territorios en el Medio Oriente.
“Si se permite que la situación en Marawi se agrave, generará problemas por décadas”, advirtió el ministro de defensa de Singapur Ng Eng Hen. “Todos sabemos que si no se toman medidas adecuadas, puede ser terreno fértil para potenciales yijadistas”.
El sur de las Filipinas ya vive ese escenario. De los 120 combatientes que murieron hasta ahora, al menos ocho de ellos eran extranjeros, incluido un checheno, un yemení y varios malayos e indonesios, según el secretario de defensa Delfín Lorenzana.
En el video obtenido por la AP, que dura poco más de dos minutos, un individuo de cabello largo identificado por los militares como Abdullah Maute les habla a otros combatientes congregados en torno a una mesa de plástico blanco.
Señalando hacia un mapa de las principales calles Marawi y hablando en tagalog y en el dialecto maranao de la zona, dijo: “Vamos a tomar esto primero y después esto”.
“O podemos ir primero aquí”, agregó. “Aislaremos esta parte y tendremos vía libre por allí. Pero debemos capturar una carretera para que la gente se asuste”.
Los combatientes presentes pertenecían a una decena de agrupaciones musulmanas armadas que han jurado lealtad a Estado Islámico y han forjado una alianza que enarbola una bandera negra, el estilo EI.
En el video aparecieron dos hermanos de Maaute --Omarkhayam y Maddi-- y otro combatiente conocido como Abu Humam.
Las nuevas organizaciones armadas son producto de décadas de actividad de agrupaciones separatistas musulmanas que luchan contra la pobreza. Las dos principales organizaciones rebeldes musulmanas, que han mantenido conversaciones de paz con el gobierno, no apoyan a los guerrilleros que atacaron Marawi y ofrecieron ayudar a poner fin a esa ocupación.
La alianza guerrillera de Hapilon se propone crear un “wilayat”, una especie de provincia que sería parte de un califato en el sudeste asiático, según expertos. Duterte dice que jamás lo permitirá.