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Darío Ramírez

18/05/2017 - 12:05 am

Tiempos de oscuridad

Hoy fue Javier. Ayer Miroslava. Y así… Ya basta de tanto miedo. Ya basta de vivir en una era de miedo.

Hoy fue Javier. Ayer Miroslava. Y así… Ya basta de tanto miedo. Ya basta de vivir en una era de miedo. Foto: Cuartoscuro

Vivimos tiempos oscuros. Vivimos tiempos de inoperancia gubernamental. De insolente desdén por parte de las autoridades para con las víctimas. Vivimos tiempos de escasa creatividad y nula voluntad política. Son tiempos de rabia, desazón, incertidumbre y miedo. Vivimos tiempos de falta de libertad, pero con alta dosis de cinismo gubernamental. Vivimos en tiempos en los que parece ser que la oscuridad se afianza y no encontramos el camino para salir de un infinito espiral de dolor e impunidad.

Enrique Peña Nieto convocó a los gobernadores para hablar y tomar acciones sobre la violencia contra la prensa. La convocatoria llega tarde. Después de que 35 periodistas fueron asesinados durante su administración. El dicho de “mas vale tarde que nunca no necesariamente es aplicable en este caso”. La reunión terminó con un vacío discurso de Peña Nieto y con un llamado a atender los casos de violencia contra la prensa. Peña afirmó “México debe distinguirse por proteger periodistas”. Vale la pena aclararle al señor Presidente que México solamente se distingue por ser el país más peligroso para la prensa en América Latina. Ubiquémonos mejor.

Pero importa poco mi pesimismo. Repito: ojalá me equivoque. El espiral de violencia se ha agudizado. Los tiempos que vivimos no los habíamos conocidos. Las fronteras de lo inimaginable las pasamos fácilmente. Primero se pensaba que la Ciudad de México era un santuario a donde los periodistas podían migran después de que su vida corría peligro en su lugar de origen. Entonces llegó el caso de la Narvarte y le quitó la figura de santuario y advirtió que no hay cuartel para periodistas que sufren persecución.

Muchos –de manera irresponsable- decía que se mata principalmente a periodistas locales que muy posiblemente estaban en contubernio con delincuentes. En otras palabras, no se tocaba a los reporteros de los medios grandes. Semejante estupidez es insostenible. Y entonces llegó el homicidio de Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada. Y la violencia tocó a uno de los periódicos de mayor tradición en México.

La frontera de la fama. Muchos creían que, al ser famoso, ganar premios internacionales de periodismo era sinónimo de protección. Esa teoría no era tan descabellada. Entonces ocurre el homicidio de Javier Valdez. Periodista reconocido nacional e internacionalmente, corresponsal de un medio importante como La Jornada, con premios internacionales y amplio catálogo de publicaciones. La frontera se había cruzado. Nadie es intocable.

El homicidio de Javier Valdez es un caso gravísimo. Pero no ha sido el único. Eso es importante tenerlo claro. No busco quitar un ápice de importancia lo que sucedió con Javier, pero se vuelve más relevante si revisamos y nos hacemos responsables de todos los periodistas asesinados cuyos casos están en completa impunidad. La manifestación por el homicidio de Valdez frente a la Secretaría de Gobernación estuvo desangelada, desolada y dio cuenta de una sociedad derrotada. Un grupo pequeño –los de siempre- salimos para protestar y demandar justicia. ¿Y dónde estaban aquellos que incendiaban las redes de indignación? ¿Dónde estaba el resto de los colegas periodistas? ¿Dónde se escondían los editores y dueños de medios quienes son parte del problema y la solución?

La violencia tiene frustrada a la sociedad. El exceso de letanías de políticos sin fin ni fondo hacen más agudo el desamparo. Hoy debemos de redoblar esfuerzos de imaginación, fuerza, valentía e inteligencia para sortear el espiral de impunidad. Lo que hasta ahora hemos hecho no ha funcionado, pero no podemos reposar en nuestro fracaso como Estado Mexicano. La sociedad debe de tener la capacidad de sobreponerse, siempre sobreponerse, a las adversidades que enfrenta. El diagnóstico en la materia de violencia contra la prensa está hecho. Por ello es fundamental centrar nuestra inteligencia y fuerza en los siguientes aspectos:

  1. El aceite de la violencia es la impunidad. Es lo que le da vida a las futuras agresiones. Es la señal de aliento más clara para que los perpetradores vuelvan a atacar a medios y periodistas. La impunidad ha borrado la procuración de justicia. Estamos cómodos –parecería- con que la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) tenga 97% de ineficacia en las investigaciones. Si el Presidente en verdad tiene ganas de hacer algo lo que tiene que hacer es fortalecer la Fiscalía, ¿Cómo? Sencillo, más dinero, más personal capacitado y un fiscal que tenga una amplia experiencia en investigaciones criminales. Y no, como está ahora la FEADLE , sin dinero, sin voluntad política de atraer casos (no vaya a ser que se hieran susceptibilidades de las procuradurías locales y el problema se vuelva político) y con un recién nombrado fiscal (Ricardo Sánchez) que en su vida a integrado una averiguación previa. Su nombramiento es un reflejo de la relevancia que tiene para el Procurador y el Presidente el tema. Los casos de homicidio se dan en las entidades y es ahí donde se ha generado la mayor impunidad. Si las agresiones provienen directa o indirectamente de funcionarios públicos, es vital sacar la investigación ministerial del control de las mismas autoridades que pudiesen estar coludidas.
  1. El descrédito de la FEADLE y las procuradurías locales es tan grande que se tiene que nombrar una “comisión internacional-nacional de expertos en investigaciones criminales relacionadas con casos de homicidio de periodistas”. Dicha comisión tendría como objetivo dar certeza y confianza en la investigación de los casos de mayor impacto social. Esto con el fin de romper el ciclo de impunidad.
  1. Una vez que la impunidad esté siendo atendida, se deberá de pasar a la protección de periodistas. No con un mecanismo inoperante como ahora, sino con uno que tenga facultades, recursos y mandato político para proteger holísticamente a los periodistas. La conjunción de instituciones que hay ahora en el mecanismo refleja la inoperancia de las medidas de protección que principalmente son: escoltas y sistemas de video vigilancia. Si en verdad queremos proteger periodistas en riesgo, debemos de reformular el mecanismo de protección y centralizar y fortalecer su capacidad de atención y gestión. Sería necesario romper el molde de lo que tenemos ahora para buscar nuevas y más osadas respuestas.
  1. El gran ausente dentro de todo es contexto es el gremio periodístico y el sistema de medios de comunicación. La necesidad de reformular el periodismo es imperiosa. Ya no puede seguir caminando con los mismos lastres de décadas atrás. La cercanía de la prensa con el poder es lacerante a la democracia mexicana y contraria a la razón de ser de la prensa. El cáncer del periodismo hoy en día se llama publicidad oficial. Si no erradicamos eso y reformulamos el periodismo entonces contribuimos a seguir manteniendo una paupérrima democracia, corrupta y sin rumbo.

Ya basta de solo lamentarnos un asesinato más de nuestros colegas periodistas. Basta ya de demagogia política. Ya basta de canibalizarnos y contribuir al caos con la desunión. Hoy fue Javier. Ayer Miroslava. Y así…  Ya basta de tanto miedo. Ya basta de vivir en una era de miedo.

 

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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