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Francisco Ortiz Pinchetti

12/05/2017 - 12:00 am

Perinola electoral: todos ponen

El Estado de México, la entidad más poblada del país, ha sido bastión histórico del PRI. El partido ha mantenido la hegemonía durante 78 años y los priistas mexiquenses dominan hoy, además, el gobierno federal, encabezado por Enrique Peña Nieto

El Estado de México, la entidad más poblada del país, ha sido bastión histórico del PRI. El partido ha mantenido la hegemonía durante 78 años y los priistas mexiquenses dominan hoy, además, el gobierno federal, encabezado por Enrique Peña Nieto. Foto: Especial.

Desechado por falso y absurdo el mito de que la elección en el Estado de México marca la pauta y hasta determina el resultado de la elección presidencial del año siguiente, nos encontramos sin embargo con que los comicios del próximo 4 de junio en esa entidad revisten un interés que sobrepasa por mucho su importancia real. Estamos ante un fenómeno fomentado tanto por los propios protagonistas políticos como por los medios, que han convertido a la contienda electoral mexiquense en la madre de todas las batallas.

No es así. Se trata efectivamente de una elección muy importante, dada la propia prominencia de la entidad con mayor número de electores en todo el país, 11 millones. Contrario a la imagen negativa que difunde la oposición por obvios motivos electorales, el Edomex es la segunda economía estatal de la República y cuenta con la más amplia y completa infraestructura carretera. Aporta el 9.6 por ciento del PIB nacional. Ocupa un lugar territorialmente estratégico que incrementa su potencial industrial y comercial.

El Estado de México, la entidad más poblada del país,  ha sido bastión histórico del PRI. El partido ha mantenido la hegemonía durante 78 años y los priistas mexiquenses dominan hoy, además, el Gobierno federal, encabezado por Enrique Peña Nieto. En 1999 ganó la gubernatura con el 42 por ciento de  la votación, sobre el 35 obtenido por el PAN.  Un año después, sin embargo, el entonces panista Vicente Fox Quesada ganó la Presidencia de la República. En 2005, aliados con el Partido Verde, los priistas obtuvieron nuevamente el triunfo en la elección estatal con casi el 48 por ciento, contra un 24 por ciento del PRD. Y en 2006, el PAN volvió a conquistar el Poder Ejecutivo con Felipe Calderón Hinojosa como candidato presidencial.

No tiene ningún sustento entonces la supuesta repercusión automática de un triunfo o una derrota del PRI en la elección mexiquense en los comicios federales inmediatos. Sin embargo, eso sí, todos los partidos apuestan como si así ocurriera.

Esta vez, la importancia electoral y política que la elección mexiquense representa para el PRI y el gobierno de Peña Nieto no necesita mayor evidencia. No es casual la forma en que el gobierno federal se volcó en apoyos de todo tipo, “legales” todos,  para su entidad consentida ni el reparto de dádivas a los eventuales votantes tricolores. Se llegó al descaro como nunca antes, pero “sin violar la ley”.

El PAN, por su parte, apostó a una ratificación de sus victorias de 2016, alentado por las encuestas nacionales que lo sitúan prácticamente como líder en las preferencias electorales en el país. El dirigente Ricardo Anaya Cortés fracasó en su intento de lograr una coalición con el PRD mexiquense, que habría esa sí marcado una diferencia tal vez definitiva, pero en cambio consiguió la participación de Josefina Vázquez Mota como candidata. Hasta ahora los indicadores no parecen muy alentadores para los panistas, aunque sea muy pronto para poder diagnosticar un resultado final. Su campaña va, pero no levanta a pesar de una inyección mayúscula de recursos.

Los propios militantes del partido culpan de ello a Anaya Cortés. Dicen que está más dedicado a la promoción personal de su propia candidatura que a atender las cuatro campañas estatales que se dilucidarán el próximo 4 de junio. Y que, por lo mismo, ya paga las consecuencias: el ex Gobernador poblano Rafael Moreno Valle está por darle alcance al queretano en la contienda interna por la postulación, que sigue encabezando Margarita Zavala Gómez del Campo. Cosa de días, dicen.

Caso aparte en el de Morena. La apuesta de Andrés Manuel López Obrador es absolutamente personal. Al tabasqueño le es crucial la contienda mexiquense no por la posibilidad de un triunfo de su candidata, la maestra Delfina Gómez Álvarez, sino por lo que ello significaría para sus aspiraciones presidenciales. Por eso todos sus afanes están puestos en la campaña mexiquense, a sabiendas de que la inexistencia de una estructura partidaria de Morena limita drásticamente sus posibilidades. Eso le preocupa más que las recientes acusaciones de corrupción que ha recibido su movimiento.

AMLO le apuesta al fenómeno AMLO, que catapulta a partir de las encuestas sobre intención del voto mexiquense publicadas en los últimos dos meses. En todas ellas, es cierto, se observa un “empate técnico” entre la aspirante de Morena y el candidato del PRI y su alianza, Alfredo del Mazo Maza. Empero, hay que apuntar un pequeño detalle, muy indicativo.  Independientemente de la estructura territorial del partido en ese estado --la más fuerte del país-- que lo hace poco menos que invencible, en todos los sondeos de opinión publicados aparece en primer lugar el candidato tricolor. Por poco margen, pero siempre arriba.

Los tardíos y desdeñados llamados del pelotero de Macuspana  a una “unidad de la izquierda” que el mismo saboteó, parecen condenados al fracaso. Pide a los otros declinar sin condiciones, sumarse de manera sumisa e indigna. Más parecen en efecto llamados desesperados ante la inminencia de una derrota que, en su caso, puede ser definitiva, que una sincera convocatoria a compartir luchas y quehaceres políticos, como acusó Jesús Zambrano Grijalva, ex presidente nacional del PRD. “Es claro que no le alcanza para ganar”, dijo el líder de los Chuchos.

Y, finalmente, el perredista Juan Zepeda Hernández, ha resultado el candidato sorpresa de la campaña. Su ascenso en las encuestas ha resultado espectacular, al pasar de un cinco por ciento de las preferencias a más de 15, al grado de alcanzar y superar ya a la panista Vázquez Mota. Su participación en los dos supuestos debates entre los aspirantes fue muy positiva y le acarreó simpatías. Se le vio enterado, sólido, realista, sin cola que le pisen. Hoy parece meterse en serio a la pelea y ya presume que el “tiro” final será entre dos: él y el priista Del Mazo Meza.

En todos los casos aquí repasados, hay un común denominador. Efectivamente, los cuatro partidos, sus dirigentes nacionales  y sus candidatos le dan importancia mayor a la elección mexiquense, sin duda por encima de las de Nayarit y Coahuila y de las municipales de Veracruz. Sin ánimo de profeta, estoy seguro de que en la recta final habrá sorpresas y que a final de cuentas el resultado de la elección paradójicamente no asombrará a nadie. La perinola mexiquense  ha empezado a girar. ¡Y todos ponen! Válgame.

Twitter: @fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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