Antonio Calera
06/05/2017 - 12:04 am
Hoy comen los estereotipos
Los tacos de tripa, que no los de suadero, constituyen el almuerzo perfecto para la gente con deseos de crecer en lo que hace, gente emprendedora.
1) Los albañiles comen huevos revueltos con sardinas sobre tapas de tambo. A tacos y con chiles en escabeche. O cerros enteros de tortillas con chiles verdes y sal. Aunque el 3 de mayo, en su día de la “Santa Cruz”, los patrones les llevan también kilos de carnitas de cerdo, para variarle.
2) Los policías son omnívoros y comen lo que venga. Lo que cae en sus redes. En lo que puedan traducir su cartera. Yo vi a un policía asar en un anafre una paloma que él mismo mató con una resortera en Chapultepec. Los policías que velan comen pollos rostizados el 31 de diciembre. A todos, se les ve sean de tránsito o de la bancaria, iluminados por luces rojas y azules de la torreta, comiendo de pie en taquerías de puesto blanco, en torterías de puesto blanco, pero casi no en fondas de donde podrían ser largados una vez descubiertos por la sociedad a la que tuvieron que apoyar y prefirieron robar una y otra vez.
3) Los bomberos han de comer lo que ellos se hagan ahí adentro del cuartel, más o menos en ansiedad y más o menos en calma, es decir, más o menos con tensión. Tal vez ellos, que se llevan bien con el fuego, puedan cocinar algo mejor que los empleados del banco, que no han de pasar de una hamburguesa de doble carne y doble piña. Esas de puesto naranja. Quizá algo más que emparedados, quizá algo llevado desde casa. Lo cierto es que a los de sombrero alto como es el caso de los bomberos, no se les ve muy seguido con su uniforme por la calle, llevando las bolsas del mandado.
4) Los niños del mundo deberían poder comer los aparadores que quisieran: vidrieras completas de dulces, de chocolates, para poder comer todos los bocadillos que tanto les gustan, todos los panes, los bollos de las estanterías, hasta reventar. Y gratis. Eso es lo que deberían comer todos los niños del mundo aunque cuenten millones de pobres en nuestro país, tantos miles con sus padres separados haciendo como si no pasara nada. En todo caso se debe decir que los niños de ahora, los que llegan a comer, claro, comen mal, y precisamente por no comer cocidos, caldos con piezas de animales con proteína, mucho menos verduras. Seguramente todo irá por pastelillos, frituras, golosinas. Y por lo demás, qué bien. Que se atasquen de videojuegos y de películas en línea.
5) Los mentados futbolistas (y me disculpo por mentarles así pero aparecen en cualquier sopa), seguro comen asados mal hechos, en donde da la impresión que abundan, más que los buenos cortes, las salchichas ahumadas. Y carnes magras y pocas cervezas.
6) Las azafatas, sushi. O ensaladas con pechugas de pavo asadas. O alguna combinación de tales extremos. Y cuentan las calorías, y se imaginan siempre con poco peso, para embonar en una falda que han comprado o comprarán pronto en ese viaje tan soñado a París.
7) Los atletas de barrio (como los luchadores, los karatekas, los boxeadores, los velocistas) pudieran comer siempre, quién lo hubiera pensado, como muchos estudiantes y oficinistas, tacos de guisado. Los tacos de guisado, por cierto, luego de las gorditas, son los preferidos también de las secretarias. Junto con los huaraches, las quesadillas, los sopes y las memelas.
8) Los jóvenes supuestamente sofisticados del Distrito Federal comen carnitas o barbacoa los domingos. Por los días normales de la semana tal vez se sientan muy modernos con sus tacos de cajuela. O algo mezclado: una hamburguesa rellena de algo con maíz o algo de maíz relleno con algo de trigo. O viceversa y frito
9) Los taxistas pueden comer pescaditos rebosados y cocteles de camarones con ostiones. Ya el domingo un “Vuelve a la vida” como metáfora de lo que se necesita para seguir adelante en el camino.
10) Las amas de casa que no cocinan comen lo mismo que las que cocinan, pero lo compran hecho. Albóndigas, sopa de pasta, milanesas, tortitas de papa o chuletas, una ensaladita menor sólo para distinguirse de los demás.
11) Los doctores de batita, principalmente los pediatras en edad juvenil comen seguramente pastas, y rebanadas de lomo, un estofado y una copa de vino blanco. Su trabajo les costó estudiar, en fin, las especialidades del día. Y no lo acaban. También quieren cuidar la línea. Eso sí, postre. Tal vez piensan que lo merecen luego de tanto cuidar enfermos.
12) Los periodistas comen cortes si es que comen con alguien importante del trabajo, pero bien pudieran comer de cantina toda la vida. La conciben como una fonda pero con bebida incluida. Y claro, cuando están con la familia disparan una pizza.
13) Los poetas comen como tiburón tigre pero siempre y cuando no los vean. Cuando los ven dicen tener mucha hambre y no haber comido desde hace una quincena. Se atascan en esas zonas oscuras, a solas, como vampiros. Por ejemplo: muchos tacos con chorizo o longanizas, mucha grasa como la que hay en la cabeza de res. En ocasiones las poetas pueden comer tantos esquites como ellos tacos de surtida o de maciza. O bueno, ambos comparten en bellas escenas urbanas que recordaremos por siempre en el bello cine mexicano.
14) Los carteros comerán acaso de la tortillería: compran sus tortillas, arroz, huevos cocidos, salsas, y de ahí se arman de energía para subirse de nuevo a la moto. La moto no es como la cleta de antes pero para manejarla requiere de una buena alimentación. Por eso a veces pasan a comprar jamón a las tiendas para reforzar los tacos.
15) Los veladores comen pan dulce y café luego de los tamales que les lleva su marchante de toda la vida. Los lavadores de coches son fanáticos de los tacos de canasta.
16) Los empleados de las tlapalerías o las ferreterías piden comidas completas. Estar entre tanto fierro levanta el hambre. Pero como tienen un flujo constante de efectivo pagan los guisos caros: llegan al chile relleno, a la costilla asada, a la mojarra. Los empleados cafés internet definitivamente viven con base en café y galletas hasta llegar a casa. Ahí, todo lo que les haya dejado la familia o los compañeros de cuarto es agradecido. Lo toman y luego lo pagan, dicen, pero no pagan nunca nada.
17) Las pollas y los jugos de naranja con huevo, el anís, el trago de jerez tempranero, es exclusivo de los abogados de medio pelo, de los ingenieros venidos a menos, de los gestores de trámites en las delegaciones. No se dice aquí necesariamente que se trate esta comida frugal (acaso nutrida con alguna torta ya envuelta de mostrador), propia de los borrachos, por lo demás un oficio que para muchos se vive con igual disciplina y tesón que cualquier otro por décadas.
18) Los caldos de gallina con Tehuacán preparado son para jubilados. O esos a los que antiguamente se llamaba judiciales, marranas, gente corriente, de pacotilla. Y los eructan durante el día con ronco pecho semejando a un gorila.
19) Los tacos de tripa, que no los de suadero, constituyen el almuerzo perfecto para la gente con deseos de crecer en lo que hace, gente emprendedora. Cantineros con sueños de independizarse, constructores vernáculos con ego de arquitectos, aquellos que nunca se dejaron explotar por los demás y reclaman aquí su imperio del sabor.
20) Los yogurts y las granolas, las frutas partidas, son de los nuevos matrimonios que quieren tener un hijo y una casa propia. Seguramente por la tarde comen enchiladas suizas o flautas, cosas que les hagan sentir entusiasmados por un futuro mejor: el porvenir.
21) Los jefes burócratas pierden el suelo seguido y se ponen de acuerdo para ir a comer escamoles y tequila, huauzontles y tequila, luego piden cabrito y tequila hasta perder el estilo. Y si no salen siempre con su sábana de res, su carne a la tampiqueña. Los rémoras y lambiscones de ese estilo de vida comen lo mismo pero en estado de “sobrinas”.
22) Las quesadillas de sesos quiero pensar que son para los artistas. No lo saben los que las comen las más de las veces pero, hagan lo que hagan, son o serán artistas. Por eso quizá sean mejor comprendidas por los niños y las niñas que por las almas desvalidas.
23) La barbacoa es de los padres de familia. Los que trabajaron duro y quieren dar a su apellido esa alegría. Y bueno, ser padre es un oficio duro, que reclama un buen consomé y unos tacotes de espaldilla.
24) Los diseñadores freelance comieron chilorio de micro-ondas. Ahora se hacen latas de atún para no perder el tiempo. O sándwiches con mayonesa.
25) Las marchantas del mercado comen cuando va bien un buen pambazo. O mole de olla. Mole verde. Porque para que regrese la saliva para el discurso se necesita algo así, barrocón, pesadón. O unas tostadas de pata. Y piden siempre su jugo grande de naranja.
26) Los que venden casas comen cochinita pibil o comida china. También los ajustadores de seguros que gustan de atascarse de birrias y pozoles. No, tal vez pozoles no, pero sí birrias, muchas birrias.
27) No sabemos qué comerán los que atienden las gasolineras. Beben refrescos fríos, eso sí, y galletas, parémosle de contar. Tampoco sabemos lo que comen los presidentes de los países jodidos de Latinoamérica: cerebros, destinos y presupuestos, pasados por el gañote con bebidas energéticas fosforescentes, quizá en su menú todo lo que se pueda robar.
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