En una época en la que reinaba el pop de chicle y la masculinidad de abrigos, Molko destacó como el galán andrógino y alternativo de Placebo.
Por Daisy Jones, Noisey
Ciudad de México, 23 de abril (SinEmbargo/ViceMedia).– "Desde que nací comencé a decaer". Estas palabras son de Brian Molko en "Teenage Angst", sencillo del álbum debut homónimo de Placebo de 1996. Sacada de contexto, la línea suena espantosa y deprimente, como admitir el odio propio. Pero dentro de la canción, es brillante e indulgente. Enterrada entre lodosos riffs y entregada en la delgada voz y tonos de Molko, la "decadencia" suena a algo a lo que aspirar. El lema perfecto en un himno para los que no encajan.
Descubrí a Placebo 10 años después de que esta canción fuera lanzada; era adolescente. Realmente el único momento para descubrir a Placebo es la adolescencia: nunca en tu vida volverás a ser tan emotivo y teatral de una forma tan descaradamente dedicada y seria y Placebo podía ser todo eso. Su música era sombría sin ser aburrida, elegante sin ser evidente, y las uñas pintadas de Molko, su oscuro cabello de corte bob y su permanente expresión impávida, encajaban perfectamente entre las bandas emo a las que todo el mundo escuchaba en aquel momento, probablemente habiendo sido influenciadas por Placebo una década atrás.
Cuando surgieron por primera vez, sin embargo, eran más una banda de goth-grunge que parecían emos (antes de los emos), pero que sonaban a Sonic Youth. A finales de los años 90, un vistazo a los charts del Reino Unido, podría mostrar que se destacaron como una luz neón en un callejón oscuro. En uno de los extremos del espectro, estaba el pop chicle de The Spice Girls, Steps y 5ive, y por el otro, había un montón de tipos Britpop como Oasis, Blur y varios más que la gente apenas recordaría más tarde, como Babylon Zoo, Cornershop, y Fat Les. De cualquier manera, todo era relativamente heteronormativo y normal, los años 80 en un desvaneciente sueño ácido y los años 70 en un más lejano parpadeo glam, todo perdido entre un mar de muchachos sudorosos enfundados en bucket hats y polos, agitando el puño con una mano y gritando "¡lager! ¡lager! ¡lager!" con una cerveza en la otra.
Placebo no era nada de eso, específicamente Brian Molko. Era hermoso y andrógino, su labial rojo, sus crop tops, y el delineador lo ponían como un galán alternativo para aquellos que despreciaban a los hermanos Gallagher y a Damon Albarn. En ninguna otra parte fue más claro este rechazo como cuando apareció en la portada de Select —la revista que acuñó el término "Britpop"— en 1998, con su top jalado hacia abajo para mostrar sus pezones, con el cabello enmarcando su rostro de ángel y el titulo "hola ¡chicos!" garabateado en rosa Barbie, junto a las palabras: "Placebo: la banda más sucia de Gran Bretaña".
Su estilo, junto con la forma en que se refería casualmente a su bisexualidad frente a la prensa, presentó un tipo de fluidez envolvente, con Molko negándose a adherirse a normas de hetero-género en una época en que el término "queer" no era usado tan a menudo como ahora. "Fuimos vestidas al principio de nuestras carreras", Molko dijo años después al Belfast Telegraph, "no era tampoco una fantasía, lo veíamos como una declaración política. En realidad, quería que el homofóbico me mirara y me hiciera preguntas sobre su sexualidad, porque creo que la sexualidad es fluida. Para mí, no se trata del género, sino de la gente".
No se trataba sólo de cómo se presentaba al público, sino también de lo que lograba salpicar en su música. El sentimiento queer se expuso de manera más abierta en "Nancy Boy", del álbum debut de Placebo. Una canción que más tarde sería tan tocada que Molko se "enfermaría de ella" como Radiohead se cansó de "Creep". En esencia, la canción es acerca de disfrutar el orgasmo y echar un muy buen revolcón, pero es más que eso. El título toma una insinuación gay, como el dardo de un bully en el recreo, y lo retuerce en una satírica insignia de honor; un término que te gustaría aplicar a ti mismo.
Las letras son sobre un chico queer que se emborracha y tiene una "pareja diferente cada noche". En el papel, esto podría tener la propensión a causar incomodidad. Los estereotipos pasados de moda que alinean a todos los hombres queer como promiscuos han persistido durante décadas y son inexactos e intrínsecamente dañinos.
Por otro lado, hay una percepción general enormemente falsa de que cada persona queer quiere ser asimilada perfectamente en la cultura directa; derramando cualquier gramo de "alteridad" para casarse y tener bebés y comprar en Homebase. De manera similar a Perfume Genius de "Queen", "Nancy Boy" de Placebo toma esas ideas y las aplasta presentando el reverso absoluto: "Alcoholic kind of mood / Lose my clothes, lose my lube / Cruising for a piece of fun / Looking out for number one (Humor alcohólico / Pierdo mi ropa, pierdo mi lubricante / Navegando para divertirme / Buscando al número uno)". Por supuesto, estas líneas podrían aplicarse a cualquier persona, independientemente de la sexualidad o el género, pero el hecho de que se llame "Nancy Boy" fusiona el sexo gay y las drogas y la perversión para retorcer todo en un enorme dedo medio.
Cuando el segundo álbum de Placebo Without You I'm Nothing llegó en 1998, el material era tan personal y desenfrenado que la gente no estaba muy segura de qué hacer con él. Pitchfork le dio un puntaje de 5.1, con el escritor Michael Sandlin pegándole duro al comentar que "su melodramática letra llega a la casa de geeks come-resistol y de un montón de adolescentes con acné", agregando que están "proporcionando entretenimiento ideal para el inseguro, cínico, sexualmente ambiguo, joven virgen".
Claro, algunas de sus letras son abiertamente intensas y melodramáticas, pero también lo son el sexo y las relaciones —las que se quedan con nosotros— y eso es en lo que el álbum se centra. Si Molko está cantando acerca de un gótico sin dirección que pasa todo el día buscando sexo de mierda en "Burger Queen" ("Chooses his clothes to match his pallid complexion / Now it takes him all day just to get an erection" - "Elige su ropa para que coincida con su complexión pálida / Ahora le lleva todo el día conseguir una erección") o hacer comparaciones entre tomar drogas y tener relaciones sexuales con alguien que es malo en "My Sweet Prince" ("Never thought I'd fill with desire / Never thought I'd feel so ashamed" - "Nunca pensé que me llenaría de deseo / Nunca pensé que me sentiría tan avergonzado") o cómo la pasión puede hacer que actúes de manera ridícula y perjudicial en "Every Me and Every You" ("My heart's a tart, your body's rent / My body's broken yours is bent" — "Mi corazón es una tarta, a la renta de tu cuerpo / Mi cuerpo está roto, el tuyo está doblado) Molko presenta las relaciones en una forma que no tiene nada que ver con el género, pero tiene todo que ver con el sexo. De esta forma, el queer se centraliza por el simple acto de hacerlo completamente irrelevante. Al operar más allá de las etiquetas, invita a los oyentes a involucrarse y relacionarse con las historias que está tratando de contar, al tiempo que le da una gran "jódanse" a aquellos que encuentran la franqueza incómoda.
Por supuesto, hay un montón de artistas que han subvertido las normas de género y sexualidad antes y después de Brian Molko, algunos de ellos de formas mucho más desestabilizadoras. En los años 90, el mundo ya estaba muy versado en el espíritu anárquico de iconos como George Michael, Annie Lennox y Boy George y antes de ellos, Grace Jones, Prince y David Bowie. Pero debido a que la segunda mitad de esta década estaba tan obsesionada y sostenida por la masculinidad vestida de parkas, tan completamente desprovista del mundo pop heterocéntrico, la producción de Molko era y sigue siendo, culturalmente cambiante.
Años más tarde, Molko admitiría que estaba arrepentido y orgulloso de haber animado el queer en los 90, describiéndolo de una manera que suena como una arma de doble filo. "Lamento haber sido tan franco sobre la sexualidad de Stefan y la mía, porque asustó mucho a la gente", escribió. "Pero, de nuevo, era importante que nos pusiéramos de pie y fuéramos tomados en cuenta. Era cuestión de libertad, tolerancia y aceptación en un mundo prejuicioso... el mundo de la música es mucho más admisible ahora y creo que jugamos nuestra pequeña parte en eso".