El taekwondoin mexicano Carlos Navarro aprende de la derrota sufrida en Río de Janeiro y decide ir paso a paso, ahora tiene la mira puesta en el Mundial que se llevará a cabo en Corea.
Por Gustavo Borges
México, 4 mar (EFE).- El mexicano Carlos Navarro, campeón panamericano de taekwondo, ha asumido el nuevo ciclo olímpico con las ganas de un hambriento al que aún no lo dieron de comer, pero con el cuidado de no caer en un exceso de entusiasmo.
"Asumiré cada competencia por sí sola, nada de comerme todo de un bocado; perder la medalla olímpica en Río de Janeiro me dejó con furia y con una espina clavada", confesó en entrevista a EFE el joven de 20 años que llegará en unas horas a Corea para iniciar un campamento de preparación de tres semanas.
Se trata del nuevo tesoro del taekwondo mexicano, una especie de niño prodigio dotado de un talento prístino con el que ganó el título mundial juvenil en el año 2010 y el de los Juegos Panamericanos en Toronto 2015, sin embargo desconfía de sus condiciones y apuesta a ser reconocido por su entrega al trabajo.
En el concurso olímpico de 58 kilos de Río 2016, Navarro se vio con los cielos abiertos cuando el favorito campeón mundial iraní Ashourzadeh Fallah perdió temprano, pero en la pelea por medalla fue sorprendido por el chino Zhao Shuai y luego, en la repesca cayó ante el coreano Kim Taehun, lo cual lo dejó sin presea cuando tenía todo a favor para conquistarla.
"Fue una derrota dolorosa, me costó tiempo levantarme y salí de allí con furia; después me entrené fuerte y le gané a todos en la final del Grand Prix, pero no fue igual", comenta.
Es un peleador de piernas largas que en los entrenamientos muestra una gracia de bailarín y en los combates es temido por sus numerosas variantes de ataque, con giros de pierna, ataques con la delantera y la trasera y unos cambios de ritmo que sacan de quicio a sus oponentes.
La gente lo ve entrenar metido dentro de sí mismo y supone que es el hombre más feliz del mundo y días antes de las competencias la alegría no lo deja permanecer quieto. Nada más alejado de la verdad, horas antes de los combates, Navarro sufre la agonía de los recién operados a quienes los médicos someten a periodos de ayuno.
"Bajar de peso es lo peor, mi bajo porcentaje de grasa, 2,4, hace que para perder unos gramos me ponga cerca de la deshidratación. Desde pequeño ha sido así y es algo que no cambiará porque siempre competiré en 58 kilos", confiesa.
Sus amigos del equipo nacional son testigos de que en la semana de los torneos Navarro asume la actitud de un faquir, se limita a comer dos o tres barritas de cereal al día, consume apenas 400 mililitros de agua y a veces su rostro se torna enjuto.
"Es una experiencia fuerte, ya luego la competencia es lo divertido, lo que me gusta", cuenta.
A partir de este fin de semana, Carlos asumirá en Corea un trabajo intensivo para adaptarse a las nuevas reglas del taekwondo que darán más valor a la fortaleza de los golpes y, entre otras innovaciones, otorgará dos puntos a la patada con empeine al peto.
"Eso favorece a peleadores con mis características y voy a trabajar en eso", revela.
A pesar de su corta edad, Carlos Navarro está cumpliendo su noveno viaje a Corea, aunque esta vez es diferente. En junio aquel país organizará los Mundiales de taekwondo en la ciudad de Muju y el mexicano usará estas semanas para verse a sí mismo allí con una medalla, en el inicio del camino a los próximos Juegos Olímpicos.
"Pienso con ilusión en Tokio 2020, pero voy poco a poco", comenta, confiado en calmar con pequeños platillos frugales su hambre animal de triunfos. EFE