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Peniley Ramírez Fernández

01/03/2017 - 12:00 am

El regreso de López Obrador

¿Qué está pasando en la política mexicana en estos días? ¿Por qué en los pasillos de las oficinas en la Ciudad de México se respira esta atmósfera pre-electoral, esta tensión, cuando aún faltan siete meses para que comience formalmente el proceso que llevará a la elección del nuevo Presidente? ¿Qué sucede entre los partidos mexicanos, […]

Veremos si el regreso de López Obrador tiene más novedades que el reciclaje de un discurso que le ha mantenido en un voto duro y constante que, hasta ahora, parece más un acto de fe y de hartazgo social, que una decisión basada en un programa político transparente y plural. Foto: Cuartoscuro

¿Qué está pasando en la política mexicana en estos días? ¿Por qué en los pasillos de las oficinas en la Ciudad de México se respira esta atmósfera pre-electoral, esta tensión, cuando aún faltan siete meses para que comience formalmente el proceso que llevará a la elección del nuevo Presidente? ¿Qué sucede entre los partidos mexicanos, que ha volcado a varios actores políticos durante la última semana hacia Andrés Manuel López Obrador?

Es visible que el líder de Morena pasó de ser considerado como un candidato obcecado por la elección presidencial, en 2012, a convertirse en el más claro candidato en el año previo a los comicios.

Quizá fueron los detalles de esta información, aún desconocidos para el público, los que llevaron al círculo más cercano del presidente Enrique Peña Nieto a considerar que ya era el momento de establecer un canal de comunicación con López Obrador, según dijo a esta columna una fuente enterada del acercamiento. No sabemos, sin embargo, cuáles son los detalles de la propuesta que tendría Peña Nieto para su opositor, un hombre que perdió legalmente por 243 mil votos (el 0.56 por ciento) la elección presidencial en 2006 y que ahora lidera un partido que ganó 2.3 millones de votos en la última elección intermedia.

En este camino, poco ha importado a sus seguidores las críticas continuas a López Obrador, que se han centrado en el origen del dinero con el que recorre pueblos y ciudades de México desde los últimos diez años, y una fortuna personal que pudiera no haber declarado en su patrimonio, por bienes que legalmente donó a sus hijos.

López Obrador mantuvo un promedio de 15.3 millones de votos en las elecciones de 2006 a 2012. De hecho, aunque perdió la elección frente a Peña Nieto, ganó 1.1 millones de votos más en su segundo intento como candidato presidencial. Entonces se enfrentaba a un candidato con un perfil mucho más popular, que logró oficialmente 19.2 millones de votos.

En este momento ese candidato, Peña Nieto, ya como presidente, ha visto desplomarse su popularidad a un mínimo histórico de 17 por ciento, según los datos más recientes de Consulta Mitofsky, la misma encuestadora que considera a López Obrador hoy como puntero en todas sus encuestas.

Otra de las críticas más comunes a López Obrador es la que parece mostrarlo ahora como cabeza en todas las encuestas preelectorales: el hecho de que es el único candidato visible y posible a la presidencia desde su partido y las fuerzas políticas afines a éste.

Varias fuentes que participaron en la elección de los primeros cargos partidistas, y luego abandonaron a López Obrador, afirmaron a esta columna que al interior del partido poco importaban finalmente las formas democráticas, sino la voluntad expresa del líder. Esta crítica a su falta de democracia interna ahora también es arma recurrente para quienes le atacan también desde la izquierda, como Jesús Ortega, quien coordinara su campaña presidencial en 2006, y ahora no duda en llamarlo un “antidemocrático”, “conservador de clóset”, “que abomina a los homosexuales”, entre otros duros calificativos.

Las encuestas más recientes colocan la preferencia del voto a López Obrador entre el 25 y el 35 por ciento, seguido por la ex primera dama Margarita Zavala, del PAN. Estas cifras cambiarán cuando el PRI y el PAN elijan un candidato, en el otoño de este año, y la distancia con el tabasqueño podría acercarse.

Según los números actuales, López Obrador iniciaría la contienda con varios puntos de ventaja, como ya le sucedió en las elecciones de 2006, en las que perdió por un margen de 0.56 por ciento y alegó largamente un gran fraude electoral.

¿Cuáles son las condiciones políticas que han mantenido vigente a López Obrador durante una década, y le han permitido, una vez más, liderar las encuestas?

La combinación de malos resultados gubernamentales, que han impactado el crecimiento económico y han provocado cientos de miles de muertes y desapariciones como consecuencia de la guerra contra el narcotráfico, parecen ser la respuesta más sencilla a este cuestionamiento.

Frente a las violaciones a derechos humanos, los casos flagrantes de corrupción gubernamental, las privatizaciones, la creciente inflación y la estrepitosa caída en el valor del peso mexicano frente al dólar, que México ha padecido durante los últimos dos sexenios, poco parecen importar las constantes críticas de los adversarios de López Obrador sobre su fortuna o sus prácticas políticas.

En los próximos meses, veremos endurecerse un discurso público contra el tabasqueño, quien muy seguramente se defenderá alternando sus reciclada retórica sobre la mafia del poder, la república amorosa y la reconstrucción de México.

A juzgar por lo que hemos visto en los últimos diez años, en este ánimo de blancos y negros, adversarios y fieles, poca revisión minuciosa hallaremos desde la prensa de las prácticas democráticas y financieras del hombre que, ahora sí, podría gobernar México en uno de los momentos más críticos de su historia moderna.

Veremos si el regreso de López Obrador tiene más novedades que el reciclaje de un discurso que le ha mantenido en un voto duro y constante que, hasta ahora, parece más un acto de fe y de hartazgo social, que una decisión basada en un programa político transparente y plural.

Peniley Ramírez Fernández
Peniley Ramírez Fernández es periodista. Trabaja como corresponsal en México de Univisión Investiga.

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