Ricardo visitó "La Paloma Azul", una legendaria pulquería en la Ciudad de México, en donde encontró escenas que de haber sido capturadas con la cámara hubieran perdido su espontaneidad, por eso, las trae relatadas en este texto.
El lunes 23 de enero, alrededor de las cinco de la tarde, visité La Paloma Azul, pulquería ubicada en la encrucijada de Popocatépetl y Eje Central, en la colonia Portales, al sur de la Ciudad de México. Pagué treinta y ocho pesos por un riquísimo pulque de nuez y me senté cómodamente, decidido a registrar la actividad que se desarrollaba en el establecimiento y convencido de que no debía sacar la cámara fotográfica, pues ese acto arruinaría el encanto de la espontaneidad contemplada. No obstante, a continuación describo cuatro escenas hacia las que me hubiera gustado enfocar el lente.
- Entre una mesa cuadrada y una antigua sinfonola acomodada contra la pared, dos jóvenes ejecutan un rítmico paso de baile. Él lleva playera gris y jeans deslavados, ella blusa guinda sin mangas y diminuto short de mezclilla. A la izquierda de la pareja, un hombre calvo de unos cuarenta y cinco años, sonriente y trabajosamente de pie, simula tocar la guitarra al mismo tiempo que mira, sin avergonzarse de su descaro, las torneadas piernas de la muchacha. Arriba de la sinfonola se advierte un mural con los héroes de la Independencia y la Revolución acompañados de tarros de pulque. Por cierto, la canción que sale de las bocinas es “No se ha dado cuenta”, interpretada por Roberto Jordán.
- Un hombre canoso, de fuertes brazos y panza prominente, coloca cuidadosamente una ramita de pápalo en el taco de guacamole que unos segundos atrás se preparó junto al molcajete, éste último a disposición de todo aquel cliente deseoso de botanear. En otra mesa, a la derecha del personaje anterior, un anciano de cabello totalmente negro (sin duda teñido) aferra sus dedos al vaso de vidrio a medio llenar de pulque de piñón. El rostro alargado, arrugado pero intimidante, evidencia profundo dolor y/o lamentable borrachera. Sobre su cabeza vemos, colgado de la pared, un pequeño cuadro que representa la aparición de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac.
- Debajo de un mural en el que destaca el hoy Alcalde Cuauhtémoc Blanco portando la playera del América, tres hombres mayores comparten una larga mesa con dos veinteañeros. Los primeros hablan entre sí y la cámara captura el momento en que el más alto de ellos lanza un violento ademán y afirma: “El puto gobierno nos cobra por nacer y por morirnos”. Mientras tanto, uno de los jóvenes, collar huichol al cuello y gorra en cuyo costado figura la palomita de Nike, agrega sal a su pulque natural. El otro, de barba tupida y con una pluma de ave en el sombrero, coloca llamativos lentes de sol en la parte superior de un guaje. Ambos parecen sumamente concentrados en sus respectivas tareas.
- Sentado en un banco y con la espalda recargada en la pared, uno de los encargados de la pulquería sostiene en su mano izquierda el Diario Pásala. La primera plana anuncia, entre otras noticias, lo siguiente: “Botanita de pitbull. Perro enloquece y se come a su dueño de 73 años, en La Merced”. El hombre, sin embargo, voltea hacia la televisión, donde es transmitido el programa "Cero en Conducta". En el capítulo de hoy participa Chabelo. Yo, desde la cámara, me pregunto por qué siento una sorprendente familiaridad en este lugar, si cada escena está plagada de elementos que me resultan ajenos e incluso algunos de ellos francamente desagradables. Entonces la respuesta llega a mi cabeza: en La Paloma Azul se cumple a cabalidad eso de que “el todo es mayor que la suma de sus partes”.