Darío Ramírez
12/01/2017 - 12:00 am
Presidencia vacante
Enrique Peña Nieto huyó, tal vez no en cuerpo, pero sin duda en interés por gobernar este país. El desdén por gobernar es evidente. Su desinterés lo imprime en casi cada acción de gobierno de trascendencia. Sin duda su eficacia para la adaptación de reformas estructurales se le reconocerá. En ese momento debería haber renunciado […]
Enrique Peña Nieto huyó, tal vez no en cuerpo, pero sin duda en interés por gobernar este país. El desdén por gobernar es evidente. Su desinterés lo imprime en casi cada acción de gobierno de trascendencia. Sin duda su eficacia para la adaptación de reformas estructurales se le reconocerá. En ese momento debería haber renunciado y llevádose sus laureles históricos. Lo que le siguió de ese primer año de gobierno ha sido un asalto por parte de él y su camarilla a las arcas del estado. Seamos justos y no solo le adjudiquemos a la acción presidencial los actos de rapiña desde las esferas políticas.
Solamente reconozcamos que sí fueron un aliento para que otros vándalos con investiduras electorales y políticas pudieran transformar la función pública como plataforma de trabajo para ganancias económicas individuales. Revivieron el dicho priista: “un político pobre es un pobre político”.
De Presidente a administrador de la empresa más grande de México: el Gobierno federal. Peña Nieto ha mentido con destreza a lo largo de su mandato. Sorteando la realidad con narrativas impuestas, con spots publicitarios ha comandado un grupo de la clase política que reconoce en la función pública un gran botín al cual se debe de acceder a través del portón de la política. Nada avanzará mientras los políticos desdeñen la función pública y su razón de ser por la prebenda inmediata que les da el tráfico de influencias, conflicto de interés y sobornos.
Anunciar la liberación de los precios de la gasolina sin una estrategia detrás, sin haber previsto la ira social producto del anuncio es un claro ejemplo de la ausencia de un líder. El Presidente se ha ido y sus subalternos o comparten el desdén o simplemente no tienen la sagacidad para calcular que el aumento del 20% a la gasolina provocaría protestas sociales. El cálculo era elemental.
Esos mismos días el gobierno federal descansaba sin importarles lo que sucedería. En soledad el Secretario de Hacienda intentaba darle explicación y coherencia a la medida. Nadie más. Sin embargo, los dichos del Secretario pronto se hicieron agua. Mientras afirmaba que no subirían productos básicos y transporte público, días después ya se anunciaba el alza de las tortillas y en 8 estados el alza del transporte público.
Ante la crisis, decía un exministro noruego después de la matanza en la isla de Utoya, lo único que puede contrarrestar el miedo y la zozobra es la información clara, oportuna y precisa. Durante nuestra permanente crisis nadie sale a informar y explicar. Buscan con mayor ahínco la manipulación y propaganda. La foto fácil y el slogan antes que el contenido.
La firma del “Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar” es una acción inmadura, tardía, carente de visión de urgencia, ausente de contenido real y, sobre todo, es un documento que persigue colocar una curita mientras la hemorragia está a borbotones.
El encuadre en televisión perfecto, pelo engominado para atrás, flanqueado por el lábaro patrio, serio en mirada –días después- Peña (golfista) salió a explicar que lo sentía mucho, pero que nos jodíamos: era una medida necesaria. La necesidad de dinero rápido para enfrentar la crisis hacía que la medida, en efecto, fuera no necesaria sino urgente.
La lejanía de nuestra clase gobernante con los problemas reales de la gente de a pie. De aquellos que no les da lo mismo si el transporte sube un peso cincuenta. Esa población que deberán ajustar el bolsillo y el estómago para no pasar demasiada hambre. Esa lejanía impidió que la medida fuera acompañada de una “solidaridad real del sufrimiento por el impacto”. Es decir, piden sacrificio sin tocar sus privilegios. Sin recortar el gasto de partidos políticos que nos cuestan mucho más de lo que aportan a la democracia. Mientras piden sacrificios con la mano derecha con la izquierda se dan mega bonos y prestaciones de lujo. La asimetría del sufrimiento es real. Que se jodan los más jodidos. Total.
Hay momentos que pienso que Enrique Peña Nieto toma decisiones únicamente por el afán de ver qué pasa. Hacer lo inverosímil real. Ejemplo de ello es revivir al Virrey Videgaray en la Secretaría de Relaciones Exteriores. La medida carece de todo sentido y orientación política. De hecho, de los pocos sectores donde hay un número vasto de personas preparadas y capaces es en ámbito diplomático mexicano. Pero ni eso respeta el Presidente.
Estamos claros que el gestor en Los Pinos no cambiará. Su inmunidad para reconocer sus errores es absoluta. Vive aislado y ahí quiere vivir. Mientras tanto, el gasolinazo ha sacado a cientos de miles a las calles a protestar no solo la medida, sino el cinismo y corrupción de nuestra clase política. Alienta un poco ver al soberano por las calles ejerciendo su derecho fundamental a la libre protesta. Sin embargo, tenemos que reconocer que no sabemos cómo pasar de la ira a la transformación real. Creímos en un sistema de partidos que se prostituyó rápidamente y se alejó de la ciudadanía.
Desde la ira no se construye. Es fundamental para la transformación profunda, pero necesitamos algo más para transitar a donde no quieren que transitemos. Solo nos queda pensar en lo imposible. En sobreponernos a los obstáculos institucionales que impiden un impacto real de la ciudadanía en el rumbo de la República. Aguantar la manipulación de medios, la impasividad de la clase política y encontrar un interés traslapado que nos brinde una plataforma desde donde podemos dialogar por una transformación. Dicha presión tiene que de ser tan fuerte que debe de provocar una mutación interna dentro del sistema. Tiene que cooptar aquellos políticos y funcionarios que creen que el sistema actual es lacerante para nuestro futuro.
Al final, somos más los que queremos un país más justo y con un verdadero estado de derechos. Sí, Peña se fue, nosotros seguimos aquí.
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