Adrián López Ortiz
05/01/2017 - 1:54 pm
No es la gasolina
«Como Presidente de la República comprendo el enojo…» dijo Enrique Peña Nieto al inicio de su no-mensaje a la nación. Y desde ahí nos perdió y lo perdimos (todavía más). ¿Por qué? Porque desde su posición de poder y privilegios sigue sin comprender. No señor Presidente, el problema no es el incremento a la gasolina. […]
«Como Presidente de la República comprendo el enojo…» dijo Enrique Peña Nieto al inicio de su no-mensaje a la nación. Y desde ahí nos perdió y lo perdimos (todavía más).
¿Por qué? Porque desde su posición de poder y privilegios sigue sin comprender. No señor Presidente, el problema no es el incremento a la gasolina. El problema, «el pedo»– como me dijo el mesero de una taquería que frecuento- es «que al Presidente le vale madre».
Salvador Camarena ha sido preciso en señalar la extraordinaria virtud presidencial de abonar al vacío cuando se sale a comunicar algo. Hace mucho que nuestro Presidente no comunica. No lo hace porque para que la comunicación sea efectiva el emisor tiene que ser auténtico, honesto, «empático» dice la teoría. Y a Peña Nieto esa empatía le queda grande.
Ser Presidente implica tomar decisiones difíciles todos los días. Esa responsabilidad es inherente al cargo. De modo que nunca es el mejor momento para deslizar el precio de la gasolina y abandonar el subsidio. El incremento de precios en bienes tan necesarios como los combustibles no es popular ahora ni lo será nunca, pero si como líder tienes que decir qué hay que ir a la guerra y quieres que tu soldados de apoyen, solo hay una manera de convencerlos: dices «vamos a la guerra» (en plural) y -acto seguido, eres el primero en tomar el fusil. Se llama poner el ejemplo.
Pues bien, ese es el problema con la comprensión que el Presidente pide y que los mexicanos no están dispuestos a otorgarle más. Para muestra están las protestas sostenidas a lo largo y ancho del país. Los bloqueos y hasta los actos vandálicos injustificados. En redes sociales y mensajes de Whatsapp la expresion es la misma: «Estamos enojados» todos… y con razón.
Porque el pedo no es la gasolina. El problema, lo que de verdad ha hecho que el siempre cómodo mexicano se levante de su silla y salga a la calle, es la lista de agravios. La acumulación sostenida de ofensas en este sexenio. El abuso reiterado a derechos humanos con casos como Tlatlaya y Ayotzinapa. El problema son los miles de muertos y la obstinación por sostener la estrategia de seguridad que no es estrategia. La impunidad ante la corrupción brutal de los ex gobernadores que se pasean tranquilos con sus lujos a cuestas.
El problema es que se les pelara Duarte en sus narices. El dictamen técnico de Virgilio Andrade que no vio el conflicto de interés en la Casa Blanca mientras que todos vimos como corrieron a Aristegui. La vergüenza nacional que fue invitar a Trump como candidato y que ahora se siente más, pues Videgaray resucita (como lo tradujera el NYT) gracias a su amigo el Presidente.
Razones para el enojo hay y de sobra. Que el Presidente no nos pida comprensión. Se nos acabaron las mejillas.
…
Ahora. Reconocido el hartazgo, hay que ser más inteligentes si queremos ser efectivos.
El momento está para que los falsos mesías aprovechen la coyuntura. Cuidado con populistas como el diputado federal sinaloense Bernardino Antelo que sale a donar 100 mil pesos en vales de gasolina en plan «buena onda». Cuidado que el Peje insistirá en decir que el sí bajará la gasolina cuando llegue a la Presidencia (como si pudiera hacerlo sin volver al nocivo subsidio). Cuidado con el canto de las sirenas.
Por eso es importante que desde la sociedad cuidemos dos cosas:
- No caer en el rumor y las mentiras que se propagan vía mensajería y redes sociales. Las fotos y notas falsas de muertos y saqueos solo contribuyen al miedo y la incertidumbre. Si las recibes desconfía, busca fuentes confiables, no caigas en las «teorías de la conspiración» solo porque en el fondo tienes (tenemos) muchas ganas de que el sistema se vaya a la chingada. Se antoja, pero es lo peor que nos podría pasar.
- Y lo más importante. Usemos el momento de cuestionamiento y movilización para encausar la energía de la exigencia. ¿Y si aprovechamos para exigir a nuestros gobernantes y partidos que es hora de que ellos también «vayan a la guerra»?
Que se aprieten el cinturón junto con nosotros. Queremos ver acciones concretas en materia de seguro de gastos médicos, vales de gasolina, celulares, bonos, servicios de seguridad, financiamiento a partidos, partidas extraordinarias, etc. Si el Presidente pide comprensión, que desde la sociedad civil organizada podamos exigir austeridad y eficiencia.
El gasolinazo puede tener un lado positivo: si ha servido para que el despertar sucediera, ahora hay que canalizarlo, sacarle provecho.
No nos quedemos en el grito y el coraje, la catarsis sirve pero no alcanza. Mi propuesta es sencilla: a cambio de la protesta, los bloqueos y hasta el boicot, el gobierno debe ofrecer un plan de austeridad con acciones concretas en todos los niveles de gobierno y en todos los poderes. Suena simple, pero avanzaríamos muchísimo en la relación de poder entre gobernantes y gobernados si aprendemos a usar la presión de maneras más efectivas.
Que el Presidente y su gobierno sepan que la comprensión que piden tiene precio.
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