Bill Fernandez era vecino de la infancia de Steve Wozniak. Ambos cacharreaban juntos en la adolescencia e incluso construyeron su propio ordenador, el Cream Soda Computer. El joven presentó a Wozniak a su otro gran amigo de instituto, tan 'nerd' y solitario como él mismo: Steve Jobs. Tras vender los primeros Apple I en 1976, los dos Steves ofrecieron a su amigo en común un puesto de trabajo en su compañía. Fernandez acabó siendo despedido años después.
Cristina Sánchez
Ciudad de México, 20 de diciembre (SinEmbargo/ElDiario.es).- Un adolescente que vivía en Sunnyvalle (California) se dirigía junto a un amigo de instituto llamado Steve, tan ‘nerd’ como él, a pedir algunos componentes electrónicos a un vecino. Por el camino, el joven se encuentra con otro colega que también se llama Steve lavando su coche. Piensa que ambos podrían hacer buenas migas.
Aunque en ese momento no lo sabe, aquel joven que asiste al florecimiento de Silicon Valley en los años 60 acaba de promover el nacimiento de una amistad que supondrá el origen de la compañía cotizada más valiosa del mundo. “ Woz [Wozniak] y Jobs eran dos de mis mejores amigos, pero no se conocían”, explica Bill Fernandez a HojaDeRouter.com. “Pensé que como ambos estaban interesados en la electrónica, podía gustarles conocerse el uno al otro, así que los presenté”.
EL VECINO DE WOZNIAK AL LE GUSTABA CACHARREAR
A Bill Fernandez le encantaba trabajar con la madera, así que siempre deseó haber crecido en un barrio de ebanistas. Sin embargo, sus padres se mudaron cuando él tenía cinco años a una zona plagada de ingenieros. Sus progenitores no lo eran, pero su padre, un abogado que llegó a ser alcalde de Sunnyvale, trabó amistad con un vecino de su misma calle que sí era ingeniero. Jerry Wozniak trabajaba en la compañía aeroespacial Lockheed Martin.
Su hijo Steve era cuatro años mayor que el pequeño Bill, así que no solían jugar juntos durante la infancia. Sin embargo, aquel niño rodeado de ingenieros fue interesándose poco a poco por la electrónica y, ya en el instituto, comenzó a cacharrear en su casa. Fue entonces cuando Steve se unió a sus aventuras. “La mayoría de nuestro trabajo juntos se llevó a cabo en la mesa de trabajo del garaje de mi familia”, recuerda Fernandez.
Juntos desarrollaron un mando para la tele, un oscilador de audio e incluso un ordenador en 1970, cuando estas máquinas aún no habían llegado a las casas. El bueno de Wozniak llevaba años diseñando ordenadores sobre el papel, pero no había construido ninguno.
Tras conseguir una veintena de componentes electrónicos, los dos se pusieron a construir una máquina sin microprocesador, teclado ni pantalla —unas luces servían para comunicarse con el usuario —. “Cuando Intel presentó el primer microprocesador [el Intel 4004], nos dimos cuenta de que tenía una arquitectura casi idéntica pero solo manejaba palabras de cuatro bits”. Su máquina de 8 bits, antecesora del Apple I , fue bautizada después como Cream Soda Computer. “Era un verano caluroso, así que bebimos muchos refrescos de vainilla”, rememora Fernandez. Habían cumplido el sueño que compartían con otros entusiastas de la época: tener su propio ordenador.
LA AMISTAD ENTRE DOS ADOLESCENTES UN POCO ASOCIALES
Antes de desarrollar el Cream Soda Computer, Fernandez ya había presentado a los dos Steves. Él tenía cosas en común con ambos: con Woz compartía su pasión por la electrónica y con Jobs la personalidad. Ambos eran “callados, introspectivos, intelectuales, filosósoficos”.
Su carácter ayudó a que se hicieran íntimos amigos en el instituto y dieran largos paseos juntos hablando sobre la naturaleza del universo o el significado de la vida. “Steve y yo no queríamos jugar a los juegos sociales que eran necesarios para encajar en algún grupo, así que éramos ‘outsiders’ y solitarios”, confiesa Fernandez.
Eso sí, no pensaba por entonces que su amigo fuera a convertirse en un visionario de la tecnología, aunque sí en un genio de los negocios. Ya en el instituto, se le daba bien hacer tratos para conseguir lo que deseaba. “Steve Jobs se interesó por la electrónica a través de su amistad conmigo”, subraya.
Al igual que Wozniak, Jobs también acudía con frecuencia a casa de Fernandez, y hasta su madre comenzó a tratarle como si fuera su propio hijo. Influenciada por los Estudios del Lejano Oriente que había cursado en la Universidad de Stanford, aquella mujer había decorado su casa con un estilo minimalista y la había llenado de obras de arte y grabados japoneses. A juicio de Bill, su propio hogar pudo acabar influyendo en que Jobs acabara dando tanta importancia al diseño.
EL EMPLEADO NÚMERO 4 DE APPLE…
Pese a que los dos Steves y el joven Bill eran amigos, no desarrollaron ningún proyecto en común durante aquellos años. Eso sí, Steve Wozniak, que trabajaba como ingeniero en HP, consiguió un puesto para Fernandez en la compañía. Su joven amigo abandonó la carrera sin terminarla para trabajar desarrollando las calculadoras científicas de mano que estaban de moda.
Wozniak comenzó a dedicar sus horas libres al desarrollo de su propio ordenador y a acudir a las reuniones del Homebrew Computer Club, un lugar de encuentro para los entusiastas de los ordenadores personales. A Jobs se le ocurrió entonces que podía haber interesados en comprar la placa de circuitos de su colega, así que ambos presentaron oficalmente el Apple I en aquel club en 1976.
Ese día llamaron la atención de Paul Terrell, el dueño de una de las pocas tiendas que vendía ‘kits’ de ordenadores en Silicon Valley. Les encargó 50 unidades compradas y montadas, así que los dos Steves, la hermana de Jobs y Daniel Kottke, un compañero de universidad de éste que compartía su pasión por el pensamiento zen, comenzaron a fabricar los primeros Apple I en el celébre garaje de Jobs en Palo Alto. “Supongo que mi predicción era cierta: él se convirtió en un exitoso hombre de negocios”, señala Fernandez.
A los pocos meses, Apple conseguía su primer inversor: Mike Markkula, un tipo que se había hecho rico con las acciones de Intel y quedó impresionado al ver el desarrollo del Apple II en el garaje. Al mismo tiempo, los dos amigos proponían al colega que los había presentado subirse al barco de Apple Computer. “Dejar la seguridad de un trabajo en una de las mejores y más prestigiosas compañías de electrónica para trabajar con tipos de universidad en el garaje de los padres de uno era un poco loco”, reconoce.
Sin embargo, el veinteañero se dejó llevar por su afición. Quería disponer de su propio ordenador desde hacía años y no tenía demasiadas responsabilidades económicas, así que aceptó el trabajo fijo a tiempo completo que sus colegas le ofrecían. “ Fui la primera persona que contrataron”, asegura. Eso sí, el que pasaría a ser técnico electrónico en Apple era el cuarto trabajador según la numeración de Michael Scott, el primer CEO de la firma de la manzana mordida. El número 1 correspondía a Wozniak, el 2 a Jobs (que, enrabietado, se autoasignó el 0) y el 3 a Mike Markkula, aquel primer inversor.
Uno de sus primeros cometido fue crear un armario de madera donde pudieran almacenar las placas del Apple I para dejarlas funcionando durante un día o dos para ponerlas a prueba. También diseñó y escribió un manual de instalación para que una televisión a color pudiera servir como monitor del Apple II antes de que las pantallas de ordenador fueran populares.
Durante algún tiempo, los primeros trabajadores siguieron operando desde el garaje de Jobs, una época en la que había una “ sensación tangible de magia en el aire”. “Sabíamos que otra mucha gente como nosotros quería tener sus propios ordenadores. También sentíamos que sería muy enriquecedor que la gente corriente y no técnica pudiera tener ordenadores”, relata Fernandez. “Así que estábamos emocionados de ver que ese sueño cobraba vida ante nuestros ojos, y de ser parte de que ocurriera”.
… QUE ACABÓ SIENDO DESPEDIDO
A medida que la compañía crecía, Fernandez se fue desencantando. En Apple había cada vez más ingenieros, pero él continuaba siendo un técnico. Abandonó por un periodo el mundo de la tecnología. Se marchó a Japón a trabajar como profesor de inglés, estudió aikido, un arte marcial japonés, y se hizo embajador cultural del bahaísmo.
Mientras tanto, Apple salía a bolsa en 1980 haciendo ricos a sus inversores y a los empleados que poseían acciones. Bill Fernandez y Daniel Kottke no tenían, pero el bueno de Wozniak decidió donar a los primeros trabajadores parte de las suyas. Sin duda fue un bonito gesto hacia su antiguo vecino, que volvió a trabajar en Apple tras su regreso de Japón.
Jobs le ofreció un interesante puesto de trabajo: formaría parte del equipo técnico que desarrollaría el revolucionario Macintosh. “Estábamos creando todo un nuevo tipo de ordenador personal. Éramos muy creativos y estábamos muy comprometidos”, recuerda Fernandez, que trabajó en el desarrollo de la interfaz gráfica de usuario del novedoso Mac. Por ejemplo, fueron idea suya los triángulos que se utilizan para desplegar y contraer las carpetas en el Macintosh Finder.
“Había veces que trabajábamos hasta 90 horas a la semana. Muchas personas se quemaron al año o así, antes de que finalmente lo vendiéramos en 1984”, recuerda Fernandez. El amigo de los Steve también diseñó la barra de control que aparece debajo de los archivos que se reproducen en QuickTime y desarrolló la interfaz de HyperCard, la primera herramienta para crear documentos de hipertexto anterior a la World Wide Web. Con el paso de los años, había trabajado como técnico, ingeniero, gerente, programador o diseñador en la firma de la manzana mordida.
Sin embargo, su carrera en Apple no acabó bien. En los 90, la empresa comenzó a despedir a los empleados más veteranos, cuyos salarios se habían incrementado considerablemente. También destituyeron al primer trabajador. “Ya no estaba contratado por mis amigos, era solo uno más de miles de empleados en una compañía que estaba separada por una década de evolución desde nuestros humildes comienzos en el garaje”, lamenta.
Pese a todo, asegura que el despido “ fue liberador”. “Era como un joven pájaro siendo empujado a salir para ganarse la vida por él mismo”, recuerda. Tras su paso por Apple, Fernandez ha seguido consagrando su vida al sector tecnológico, primero trabajando para diferentes empresas y después como consultor de interfaces de usuario por su cuenta. Incluso montó hace unos años una compañía orientada al hogar inteligente, pero no consiguió la inversión necesaria para sacarla adelante. Ahora, este sexagenario quiere pasarse al desarrollo de aplicaciones móviles.
Aunque rara vez se vean, asegura que Wozniak y él continúan “ siendo amigos muy cercanos y cordiales”. Su vida ha dado muchas vueltas desde aquel par de jóvenes vecinos que soñaban con tener un ordenador e hicieron buenas migas con un adolescente inadaptado con un don especial para los negocios.