La muerte del Secretario y el acoso a María Rivera

14/12/2016 - 12:00 am
Rafael Tovar y de Teresa, titular de la nueva Secretaría de Cultura. Foto: Cuartoscuro
Así, estamos ante un delito y poco importa si estamos de acuerdo con las opiniones de María o si el trabajo de Rafael nos parece lo mejor que le haya podido ocurrir a la cultura nacional. Foto: Cuartoscuro

Esta columna debería sólo intitularse “el acoso a María Rivera”. Pero el hostigamiento se sucedió a partir de los comentarios que ella expresó en su cuenta de Twitter a razón de la lamentable muerte de Rafael Tovar y de Teresa. Podría, tal vez, intitularse “El acoso a María Rivera y el detestable silencio de la comunidad intelectual”. Porque lo que siguió a las amenazas de violación y asesinato que ella recibió fue el silencio. Más allá de los sospechosos comunes, aquellos quienes junto con María habían estado criticando la labor de la Secretaría de Cultura desde hace meses (Heriberto Yépez y Luigi Amara, entre otros) y de algunas muy loables excepciones (Julio Trujillo, por ejemplo), la reacción de los colegas escritores fue más que tibia, fue terriblemente indiferente.

Aquí no se trata de defender una postura en contra de otra: las opiniones de la poeta María Rivera versus la labor de Rafael Tovar y de Teresa en sus dos gestiones al mando del máximo organismo cultural mexicano. En primer lugar, por un asunto de proporción: ninguna crítica a las labores del gobierno debe ni puede ser respondida con una amenaza de muerte o violación. Y, en segundo, por una cuestión legal: el artículo 282 del Código Penal Federal mexicano establece una pena “al que de cualquier modo amenace a otro con causarle un mal en su persona, en sus bienes o en sus derechos”.

Así, estamos ante un delito y poco importa si estamos de acuerdo con las opiniones de María o si el trabajo de Rafael nos parece lo mejor que le haya podido ocurrir a la cultura nacional. Menos importa de quién vienen las críticas (si María ha sido beneficiaria o no de los programas de la Secretaría de Cultura) o el buen o mal tino de criticar a alguien recién fallecido. Estamos ante un delito y, como exhortó PEN México, es imperioso que “las autoridades correspondientes determinen la procedencia de dichos ataques, mismos que se han convertido en una manera recurrente de intimidar activistas, escritores y periodistas en México”.

Pero eso, justamente, el delito, es lo que parece haber pasado desapercibido por muchos de los colegas escritores.

Reinó el silencio.

Mientras a María le llegaban a su cuenta de Twitter fotografías de personas armadas que le decían “Puta bruja ya tienes hasta la madre al patrón, cuídate, te tenemos ubicada” y “MIRA PERRA A ESTOS PENDEJOS NO LOS MANDO NADIE, A MI SI ME PAGAN Y SU NO DEJAS DE MAMAR VOY POR TI”, de penes erectos con la leyenda “Esto sí es para todos pendeja” y otros mensajes, digamos, menos agresivos como “pinche vieja mamadora, los pobres son incultos porque quieren” o “Le ardió la cola a esa pendeja”, buena parte de la comunidad intelectual nacional pareció no darse por enterada.

Quiero suponer que muchos, en verdad, no se enteraron. Porque este ataque puede establecer un antecedente aterrador para todos. Para todos estos escritores y artistas que están a favor de la libertad de expresión y las causas sociales y que, por un tuit que diga “México es un país clasista y desigual. Millones de mexicanos, la mayoría, no tienen ni tendrán acceso a la cultura”, pueden recibir amenazas de muerte. Para todos los colectivos y organizaciones pro derechos humanos. Para las organizaciones pro igualdad de género (recordemos que María recibió amenazas de violación y fotografías de penes erectos). Y, básicamente, para cualquier ciudadano de la República porque, seamos sinceros, ¿cuántos no hemos pensado y/o escrito que “México es un país clasista y desigual”?

Algunos, los que sí nos enteramos, hemos reportado las cuentas desde donde venían los ataques. Sin embargo eso no basta, como mencionara el PEN México, es necesario que se determine la procedencia de esos ataques, que se proceda legalmente. También es necesario que mientras eso sucede, como comunidad de escritores, como comunidad de artistas, de colectivos, organizaciones, ¡de ciudadanos!, hagamos un frente común para nulificar la efectividad de este tipo de amenazas.

La libertad de expresión en México está en entredicho. Y quedarnos callados, nos volverá cómplices de su desaparición.

 

Luis Felipe Lomelí
(Etzatlán, 1975). Estudió Física y ecología pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son El alivio de los ahogados (Cuadrivio, 2013) e Indio borrado (Tusquets, 2014). Se le considera el autor del cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida usted algo? —Ojalá.
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