Maite Azuela
06/12/2016 - 12:00 am
Espinosa: imágenes que en México resultan suicidas
Estamos aquí para celebrar a Rubén Espinosa que hubiera cumplido treinta y tres años. Ya no está con nosotros para celebrar, no podrá elegir una cerveza artesanal de barril con las que a sus amigos les han llenado el vaso para brindar a su salud. Mataron su cuerpo, pero su verdad sigue impresa en las […]
Estamos aquí para celebrar a Rubén Espinosa que hubiera cumplido treinta y tres años. Ya no está con nosotros para celebrar, no podrá elegir una cerveza artesanal de barril con las que a sus amigos les han llenado el vaso para brindar a su salud. Mataron su cuerpo, pero su verdad sigue impresa en las imágenes que cuelgan de las columnas esta Cervecería de la Ciudad de México que eligieron para honrarlo.
Una vez que los periodistas ha sido asesinados no sólo hay quien se encarga de bloquear las investigaciones para dar con los funcionarios púbicos que mandaron matarlos, sino quien dedica su tiempo a borrar sus historias, a desdibujar sus reportajes, a diluir la información por la que daban la vida. Afortunadamente no ha sido posible que eso suceda con Rubén, aunque faltan cabos para tener claridad de cuál era la información que a Javier Duarte más le incomodaba de su trabajo, sus fotografías están a la mano de cualquiera que quiera conocerlas.
La primera foto de Rubén Espinosa que nos recibe en la exposición no podría tener mejor nombre que Libertad. Captó el momento preciso de libertad de futuro, de viento, de contrastes y movimiento. Un niño corre y hace volar a varias palomas que Espinosa atrapa al vuelo, se sostienen sus sombras oscuras sobre un cielo platinado, con las alas extendidas tocan las ramas de los árboles altos, mientras el niño abre los brazos de esquina a esquina y en sincronía despliega una sonrisa.
La siguiente foto rompe el encanto. La realidad aniquila la poesía. Javier Duarte de abdomen prominente, viste una camisa blanca que se embate por no abrirse entre los botones. Porta una gorra de policía y se hace acompañar por un agente, que además de gorra lleva uniforme de defensor de la legalidad. Debajo hay otra foto que retrata una celebración del día del trabajo. A lo lejos varios funcionarios encorbatados a los que no se les distingue la mirada. En segundo plano unas pancartas del PAN y del PRD invitando al voto de castigo y en primer plano una mano que apunta el dedo central y mantiene doblados los demás. Si las fotos tuvieran sonido, la señal de la inferior estaría insultando a gritos al protagonista de la ilegalidad abotagada.
Al fondo hay fotos de movilizaciones por los cuarenta y tres estudiantes de Ayotzinapa, otras por los desaparecidos en Veracruz. Cubrir movimientos sociales se ha convertido en uno de los factores de más alto riesgo para los periodistas.
Rubén Espinosa no solo se presentaba valiente a documentar la creatividad de la desesperación manifestada, sino que conseguía hacer arte al captar en un par de gafas de espejo el reclamo de quienes han perdido a un ser querido. O a la madre que muestra la foto en su celular de su hijo agredido por las autoridades locales.
Otras fotos más revelan su vida cotidiana, sus paseos por el centro de la ciudad de México. Resalta el retrato de su perro Cosmos que sobresale de un fondo rojo y parece que se mueve ligeramente para escucharnos mientras lo observamos. Cosmos vive ahora con los padres de Rubén. Cuando le pregunto a su padre cómo está Cosmos me responde con voz muy bajita – Yo creo que lo extraña, él y sus fotos son lo que nos queda-. Sus hermanas siguen dando la batalla para el esclarecimiento de su asesinato. Sus compañeros no han dejado de presionar a las autoridades federales y de la Ciudad de México, pero se han enfrentado a la indiferencia extrema.
Javier Duarte en cambio, celebrará sus próximos cumpleaños deleitándose con las fortunas que todavía no le han sido todavía decomisadas, con la tranquilidad de quien sabe que cuenta con los cómplices estratégicos para mantener su libertad sin riesgo. Irá año con año disfrutado de la vida y de la libertad que arrebató a decenas de periodistas que cubrían las corruptelas y atrocidades de su gobierno.
¿Qué sigue? me preguntan cuando levantamos las cervezas para brindar por Rubén. Me tardo en responder. Sigue construir instituciones de justicia que no administren la impunidad; sigue empujar la construcción de una fiscalía realmente autónoma, que lleve a Duarte y a los que son como el tras las rejas; sigue defender la publicidad de nuestros archivos para que no desaparezcan nuestra historia; sigue mantener vivas las movilizaciones que Espinosa y sus compañeros cubrían, para no enmudecer nunca y emitir a toda voz lo que sus fotos expresan.
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