Una dimensión poco mencionada aún de los daños que puede significar la llegada al poder de Donald Trump es la de la acción depredadora que puede jugar contra la ciencia. El perfil de la personalidad de Trump: inculto, narcisista, racista, misógino, acosador sexual, evasor fiscal, etc. es una advertencia de lo que puede hacer a su país, la región y el mundo, que incluye un ataque al conocimiento, la evidencia y la ciencia.
Para destruir la evidencia científica, se está aliando con una serie de grandes corporaciones que ven en la ciencia y sus avances una amenaza contra sus ganancias.
Una amenaza por la ciencia que advierte, desde la catástrofe que está causando la muerte masiva de abejas para el sustento y la reproducción del mundo vegetal y su causa en el uso de ciertos agroquímicos, hasta la que advierte la urgencia de reducir el consumo de combustibles fósiles por un creciente cambio climático, que puede pasar a una escalada de procesos de retroalimentación que pongan en riesgo las condiciones de sobrevivencia para una parte importante de la humanidad.
Una amenaza para un grupo de las más poderosas corporaciones son los avances científicos que evidencian el daño causado globalmente a la población humana por la sustitución masiva de las dietas regionales por alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas provocando lo que es considerada la peor amenaza en salud en gran parte de las naciones: la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes.
Las grandes corporaciones han encontrado un gran aliado en Trump para combatir la ciencia de interés público que puede afectar sus intereses. Si la ciencia no tiene aplicación inmediata y no genera ganancias, para Trump no sirve. Si la ciencia afecta las ganancias de las corporaciones, tampoco sirve, es un obstáculo al libre comercio.
Para Michael Lubell, director de asuntos públicos de la Sociedad Americana de Física: “Trump será el primer presidente anti-ciencia que hemos tenido…Las consecuencias serán muy, muy severas”.
La revista científica más prominente de los Estados Unidos en asuntos científicos, Scientific American, envío a Clinton y Trump un cuestionario sobre 10 de los asuntos científicos más importantes que atañen a la humanidad y calificó las respuestas de 1 a 5. El resultado de Trump fue de 4 sobre 50, el de Clinton de 35 sobre 50. Un grupo de 370 economistas, entre ellos 8 premios nobeles publicaron una carta donde advertían que Trump sería una “peligrosa, destructiva elección”, señalando que desinforma al electorado, expone teorías conspirativas absurdas y promociona una visión distorsionada de la realidad.
Por su parte, la revista Nature, la más prestigiada internacionalmente en estos temas, escribió en su editorial, refiriéndose a Trump: “El debe dejar sus actitudes dañinas e impopulares y tomar la realidad, la racionalidad y la evidencia”. Sin embargo, el capitalismo salvaje al que se lanza en compañía de algunas de las corporaciones más poderosas del mundo, como las petroleras para argumentar en contra del cambio climático, y con las refresqueras y comida chatarra para destruir todas las regulaciones que enfrentan, se torna en una amenaza no sólo contra las políticas públicas dentro de los Estados Unidos, también contra los organismos internacionales que protegen el ambiente y la salud.
Trump elegirá a quienes estarán al frente de los Institutos Nacionales de Salud, el Centro de Prevención y Control de Enfermedades, del Departamento de Salud y Servicios Humanos, de los que dependen las investigaciones y el diseño de las políticas frente a enfermedades transmisible y no transmisibles.
Se señala que nadie puede ser electo para la Organización Mundial de la Salud sin el apoyo del gobierno de los Estados Unidos. Basta revisar el discurso reciente de la directora de la OMS, MargaretChan, ante la Academia de Medicina de los Estados Unidos señalando que la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes es la gran amenaza a la salud de la población mundial y que son las grandes corporaciones de alimentos y bebidas el principal obstáculo para enfrentar esta epidemia, por su poder económico e influencia en los gobiernos.
La OMS ha impulsado políticas como los impuestos a estos productos, la regulación de su publicidad dirigida a la infancia, su salida de las escuelas y el establecimiento de etiquetados realmente útiles para los consumidores. La OMS también ha llamado a establecer cobertura universal en salud, a lo que Trump se opone. Con Trump la propia política de la OMS puede dar un severo retroceso y comenzar a ser controlada por los intereses económicos de las grandes corporaciones, que ya tienen varios pies dentro.
La esperanza está en que en los Estados Unidos existen gobiernos y poblaciones que caminan en sentido contrario a Trump. El mismo día de la elección presidencial se votaron diversas iniciativas a nivel local, en cuatro ciudades se votó un impuesto a las bebidas azucaradas, una de las medidas más combatidas por las refresqueras, en las cuatro ciudades la población apoyó el impuesto, a pesar de las millonarias campañas en contra de esas empresas.
En una plática reciente con un miembro de la Union of Concerned Scientists, Ricardo Salvador, que coordina el área de alimentos y medio ambiente, comentaba que se enfocarán a trabajar directamente con los gobiernos estatales y de ciudades comprometidos con el bienestar público.
Entre los mensajes de su campaña, Trump se pronunció en contra del cabildeo en el Congreso, declaró que había que controlarlo. Un discurso demagógico, aparentemente contra los poderes económicos que determinan gran parte de las políticas estadounidenses. No tendrá que combatirse ese cabildeo ya que Trump lo representará, lo tendrá ya integrado a su gobierno, será la política que promoverá. Trump está integrando a su gobierno a los propios cabilderos.
Trump contrató ya a Michael Torrey un cabildero que ha obtenido millones de dólares de la industria de alimentos y bebidas para bloquear las políticas públicas que se han promovido para proteger la salud pública de los estadounidenses que sufren una de las mayores tasas de sobrepeso y obesidad. Torrey, que ha trabajado de cabildero directo de la Asociación Americana de Bebidas, está encargado de ayudar a establecer el equipo que estará al frente del Departamento de Agricultura y Alimentación, desde el cual se establecen las principales regulaciones. Se teme que se vendrán abajo las políticas públicas que han costado decenas de años implementar para garantizar accesos saludables a los niños en los programas alimentarios, incluso, estos programas están en peligro. Las recomendaciones dietéticas podrán volver al pasado, unos 30-40 años atrás, definidas por las grandes corporaciones de alimentos y bebidas.
Para la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), Trump ha llamado a Myron Ebells, uno de los llamados escépticos frente al cambio climático. Ebells froma parte de un muy reducido grupo de científicos que niegan el cambio climático y que ha formado parte de agrupaciones financiadas por la industria del petróleo en Estados Unidos.
Trump, tirará abajo el Acuerdo de Paris frente al cambio climático y los compromisos tomados por la administración Obama. El esfuerzo internacional del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, que ha reunido a más de dos mil expertos en clima del mundo, y de los gobiernos para llegar a un acuerdo de reducción de emisiones que impida un calentamiento global de consecuencias desastrosas, está en peligro con la llegada de Trump y de personajes como Ebells a la EPA.
Ebells ha colaborado con el Heartland Institute, una agrupación en contra de todo tipo de regulación, contra las políticas frente al cambio climático, que ha servido a las empresas tabacaleras en contra del establecimiento de áreas libres de hunmo de tabaco, contra los impuestos a bebidas azucaradas. PepsiCo, ante los escándalos de los financiamientos que ha otorgado, a expertos, instituciones y organizaciones para defender sus intereses, comunicó que dejaba de patrocinar al Heartland Institute por su posición en contra de las políticas sobre cambio climático.
Como puede verse, el equipo de Trump llegará con todos los propósitos de destruir las regulaciones y las políticas contra el cambio climático, de protección de la salud pública, de protección del medio ambiente, todo aquello que obstaculice las ganancias de las grandes corporaciones.
La comunidad científica estadounidense está consternada con esta situación, Esta comunidad formada con una profunda colaboración e intercambio con expertos de todo el mundo, señala que si persisten estas políticas de racismo, por un lado, y de imperio de los intereses privados y el abandono de la investigación científica de interés público, por el otro, el qué hacer científico en los Estados Unidos sufrirá uno de sus peores descalabros. Varios científicos comentan ya la posibilidad de dejar los Estados Unidos, de emigrar a países como Canadá o a algunas naciones europeas.
Las resistencias dejarán de sentirse al interior y exterior de los Estados Unidos. La historia ha documentado muy bien cómo grandes corporaciones colaboraron con el gobierno dictatoriales. Con todas las diferencias que puedan señalarse, la colaboración de las grandes corporaciones con un gobierno racista puede generar una reacción de los consumidores alrededor del mundo que no estaba en el escenario de la primera mitad del siglo XX. Esta puede ser también una reacción de resistencia no bien evaluada. Con la globalización se crean condiciones nuevas, no aún exploradas del todo, de resistencias, de respuestas concertadas a través de nuevos medios de comunicación horizontales, no del todo controlados hasta el momento.
En fin, viene una necesidad de conformar una fuerte resistencia mientras arreglamos las cosas en casa, que en la situación que están, nos vuelven aún más vulnerables.