La limpia de huesos o Choo Ba'ak es una tradición prehispánica que se realiza cada año en el poblado de Pomuch, Campeche.
Por Maira Tulia
Ciudad de México, 1 de noviembre (SinEmbargo/Cuartoscuro).- Cada año la Villa de Pomuch celebra el día de muertos de una manera muy particular: sacan los restos de sus familiares y limpian los huesos.
Es llamada, la limpia de huesos o Choo Ba'ak es una tradición prehispánica que se realiza cada año en el poblado de Pomuch, ubicado a 65 kilómetros de la capital de Campeche.
Cinco días antes del 2 de noviembre, los pomuchenses van y vienen del camposanto para realizar el ritual milenario de nuestros ancestros mayas: limpiar y adornar el osario familiar de sus fieles difuntos. El Hanal Pixan, es la tradición que se lleva a cabo desde hace años en Pomuch, Hecelchakán, para que cada generación herede este acto de amor: el lavado de huesos de sus fieles difuntos, ponerles un nuevo paño para el resto del año y se sientan queridos, platicarles o cantarles una oración a la luz de las velas.
El pequeño y emblemático cementerio de Pomuch, en el municipio de Hecelchakán, Campeche, es conocido internacionalmente por la limpieza de sus osamentas. Se encuentra ubicado a la entrada del pueblo de sur a norte. En este lugar también se cuentan historias de ultratumba que han sido narradaspor los lugareños con el pasar del tiempo.
Una de estas historias es la de “Dona Esther”. Dicen que murió a los 80 años. "Se ahogó por inhalar el olor de chile asado". Al siguiente día de su fallecimiento, escucharon gritos de su tumba y cuando las autoridades fueron a revisar y abrir el sepulcro, notaron el rostro de desesperación por querer salir de la tumba.
Benancio Tuz Chi es uno de los dos sepultureros de este cementerio. Lleva 16 años realizando la limpieza de huesos a solicitud de los pobladores creyentes en sus tradiciones. Tuz Chi platica que en un día llega a limpiar hasta cincuenta osarios de difuntos.
Para los pomuchenses, la limpieza de los huesos es un ritual de amor que realizan año tras año, pues con ello le dan la bienvenida a sus seres queridos, quienes regresan a visitarlos en estos días dedicados a ellos.
Tienen que transcurrir tres años como mínimo para poder sacar el cuerpo, fraccionarlo y transportarlo al osario, señala Benancio. Posteriormente se podrá “lavar los restos óseos, hacerlo antes es imposible porque aún la piel está adherida a los huesos”, abunda.
Las cajas donde son depositados los restos generalmente miden 30 centímetros de ancho por 60 de largo, de cualquier tipo de madera o de cartón para los más pobres.
Estos depósitos son llamados “osario” y ahí colocan un mantel blanco bordado con el nombre del difunto y de figuras que van desde ángeles hasta rosas, de acuerdo al sexo, la personalidad y la edad del ser querido. Las cajas deben permanecer abiertas con los cráneos en la cima de los huesos para que les de la luz del sol y el aire fresco, eso dicta la tradición. Los pomuchenses señalan que hay osarios abandonados porque sus familiares se casan, se convierten a otra religión o ya no van a visitar sus difuntos.
La señora María Concepción Pantí Hass cuenta que su abuela fue quien le enseñó esta tradición y ahora es ella quien lo realiza en compañía de su nieta y su hijo para transmitirles la misma enseñanza que le heredaron sus antepasados. Un mes antes se dedica a bordar los paños para su papá, esposo e hijo que yacen en el cementerio. Recientemente acaba de fallecer “Evelia”, otro familiar. Tienen que hacer un “huequito” pues ya no cabe en la osamenta familiar, dice. La osamenta que su hijo baja pertenece a su papá Julián Santiago Panti Uitz quien falleció hace 30 años.
Los restos óseos de los esposos Virgilio Chan Ake y Carmela Uc Coyoc, descansan en un osario familiar. La familia Dzib Chan acude año tras año a lavar la osamenta, cambiar el paño que le bordaron o pintaron con cariño y limpian cada uno de los huesos de sus muertos.
La señora Carmela Chan visita a su papá Virgilio, quien falleció de muerte natural. Le “pegó un aire frío” cuando el huracán Gilberto arribó en territorio pomuchense, conversa. “El Gilberto se lo llevó”, afirma doña Carmela mientras suspira. Su mamá falleció de anemia, cuando ella tenía 15 años de edad. Este año no van poner su altar de muertos ya que se tiene la creencia que si se pone en el mismo año en que falleció un familiar, morirá pronto otro de ellos. Tienen que esperar un año para realizar su ofrenda en casa.
El 1 y 2 de noviembre se realiza la misa en el cementerio del pueblo y las familias acuden muy puntuales y alegres pues van a recibir a sus difuntos. Con ello culmina la celebración del día de muertos en el poblado. Polvo eres y en polvo te convertirás.