Maite Azuela
25/10/2016 - 12:00 am
Hacer: una de las razones para ser
Muchos de nosotros amanecemos atrapados en la cueva del caos social, revolcados por la crisis de derechos humanos, enterados de la devaluación del peso frete al dólar, preocupados por un futuro que esta vez no parece poder dar un giro ni para el 2018. Sin embargo, afortunadamente hay matices, hay equilibrios y luces que encienden rutas alternativas.
Muchos de nosotros amanecemos atrapados en la cueva del caos social, revolcados por la crisis de derechos humanos, enterados de la devaluación del peso frete al dólar, preocupados por un futuro que esta vez no parece poder dar un giro ni para el 2018. Sin embargo, afortunadamente hay matices, hay equilibrios y luces que encienden rutas alternativas.
Sabemos que la responsabilidad del Estado para resolver problemas públicos sacando el mejor provecho de los ingresos que adquiere a través de la productividad e inversión de su sociedad, no puede quedarle exenta bajo ninguna premisa. La filantropía no se da a basto para sustituir la política pública. A pesar de que el sector privado asume el ejercicio de manejar recursos públicos en la prestación de servicios sociales, es importante entender que hay una clara diferencia entre el altruismo y las políticas públicas.
A diferencia de la filantropía las políticas públicas, aunque coincidan con la finalidad de mejorar la vida de las personas, son directrices señaladas por la estructura de poder. Quienes integran el gobierno deben abordar las prioridades que se supone han elegido los individuos a partir de un proceso democrático que las ha determinado.
Sin embargo, existe un trabajo minucioso, dedicado y profesionalizado que intenta cubrir las enormes lagunas ocasionadas por la pésima priorización de objetivos públicos por parte de los gobiernos a todos los niveles. La necesidad de atenuar los estragos de las políticas clientelistas y electoreras que abandonan estrategias de largo plazo y la urgencia de dotar de un piso mínimo que cubra las necesidades básicas de la población más vulnerable, va quedando en manos de unos cuantos. Algunos de estos, sin formar parte de los gobiernos, sin contar con sus recursos, con enorme voluntad y empuje consiguen resultados admirables.
Conocer historias de solidaridad y trabajo comunitario no resuelve la crisis ni reordena el caos, pero definitivamente es una bocanada de aire fresco que nos aleja de la posible asfixia. El premio “Razón de ser” promovido por la Fundación Merced, ha impulsado desde su creación el reconocimiento a Organizaciones de la Sociedad Civil que se distinguen por su institucionalidad y sobresalen por sus logros a favor de los grupos vulnerables. Les comparto algunas de estas oxigenantes soluciones.
¿Personas con cáncer de mama y bajos recursos tienen posibilidad de sobrevivir? En Chihuahua, la Fundación CIMA lleva quince años trabajando con la identificación temprana del cáncer de mama y ha conseguido salvar más de 26 mil 823 vidas.
¿Indígenas abandonados por sus gobiernos puede aspirar al desarrollo comunitario? En San Cristobal de las Casas, Chiapas, uno de los municipios con más altos índices de pobreza, abandonado por sus gobiernos y saturado de publicidad política que ignora las prioridades sociales de sus comunidades, surgió la organización CÁRITAS. Fue en 1994, tras el estallamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, con el objetivo de fortalecer la economía solidaria, así como las capacidades organizativas de las familias indígenas y campesinas articuladas para el buen vivir.
¿Los niños ciegos pueden ir a la escuela? Contra la falacia de que un niño ciego no puede acceder a una educación de calidad, en la Ciudad de México, la organización ILUMINA, Ceguera y Baja Visión, que desde 2005 concentra su atención en la educación y salud, brindando servicios para persona con discapacidad visual.
¿Adultos con alguna discapacidad intelectual pueden trabajar? Nuevo León también tiene una historia para sumar esperanza, ANDARES se dedica a abrir espacios de oportunidad laboral. Los guían hacia una vida independiente a través de programas que promueven una filosofía inclusiva con la participación activa de la sociedad.
Las políticas públicas como compromisos adquiridos por quien asume el poder no son renunciables. Por ello debería representar un costo político cuando arrojan malos resultados y más cuando no hay trabajo alguno emprendido desde el gobierno. Por lo pronto, no queda más que reconocer el esfuerzo que desde la sociedad civil organizada se realiza para sopesar la falta de políticas púbicas eficaces y profesionales.
Ofrecer soluciones alternativas a problemas sociales, en esta coyuntura de espesa neblina, representa un esfuerzo mayor. Agradezcamos que hay seres humanos dispuestos a hacer algo por los otros. Porque nos dotan de historias que nos dan razones para no desistir.
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