Hay libros, hay bebidas, hay fabada y crepas, además de miles de objetos que tapizan sus paredes. En este mes, el Cultubar Hostería La Bota cumple 11 años de tratar sin cansancio de ser esa unión entre cultura y gastronomía. Uno de sus fundadores, Antonio Calera-Grobet platica con Mundano sobre los obstáculos y alegrías que han pasado en más de una década en el Centro de la CdMx.
Ciudad de México, 21 de octubre (SinEmbargo).– Un 5 de octubre de 2005 la hostería La Bota abrió sus puertas en el Centro Histórico, estaba en la calle de Regina y ahí permaneció hasta que el lugar no dio para más y tuvieron que mudarse a uno más grande. Ahora, a 11 años, una editorial, un festival cultural, algunas clausuras y muchos vinos y paella, el cultubar sigue más vivo que nunca y con la esperanza de que sea una historia que no termine.
Mundano platicó con Antonio Calera Antonio Calera-Grobet sobre el aniversario de este lugar, ubicado actualmente en la Peatonal de San Jerónimo #40, en el centro de la Ciudad de México.
"Hay emociones cruzadas, por un lado por supuesto significa que algún músculo se ha ido levantando y se ha podido construir, aunque sea de manera provisional, un espacio para el encuentro, pero al mismo tiempo también –y no puedo echarlo a un lado– existe la sensación de vulnerabilidad y de que todo esto que se ha hecho probablemente no tenga futuro, se pierda, porque en el país no están dadas las circunstancias para que un organismo de este tipo viva muchos años, la longevidad de los espacios culturales como éste es reducida", responde sobre su sentir en esta celebración.
Pero, ¿por qué es tan difícil? El también poeta menciona que las personas que no los conocen podrían pensar que la mayor dificultad proviene del intentar "zurcir de manera invisible el dominio entre la comida y el arte", un esfuerzo que implicaría mucha gente, pero no. El mayor problema lo han encontrado en las autoridades capitalinas.
"El problema con las autoridades en el Centro Histórico no es que sean más estrictas, el problema está en que son corruptas, yo tengo formas de probarlo, constantemente hay amagues de clausura porque no se le sirvió otra copa a #LadyPolítica o por no darle otra ronda a #LordClausuras, ese es un territorio agresivo y también, como si no fuera poco esto, resulta que además de las amenazas constantes a las que nos enfrentamos, también hay que enfrentarnos a un espacio olvidado, calles olvidadas, es un desdén evidente, pareciera como si estuviéramos en la zona más desprotegida de La Habana. Al parecer las autoridades piensan que pintando las cortinas con motivos orientales es que el Centro Histórico vive y no es así, para que el Centro Histórico viva se requiere de una cantidad de cosas muchísimo más profundas, pensadas, desde la sociología, antropología y de la experiencia", dice.
"Lo propio es dedicarnos al placer de la comida, a juntarnos con nuestros amigos artistas en el centro sin que enfrente una autoridad busque clausurarte en lugar de ver qué necesitas, te oprima y te haga sentir vulnerable. Y una Autoridad del Centro Histórico que nos tiene olvidados, hay cualquier cantidad de grupos que se dedican a todo menos a hacer Centro y persisten".
HABLEMOS DE COMIDA
El encargado en este tema es Adrián Calera-Grobet, hermano de Antonio, quien dice que el platillo favorito entre los clientes es La Gran Chinampa y los de ellos: la fabada y su clásica paella. "Son dos platillos españoles que hacemos bastante bien", dice.
"En La Bota se inventan platillos por gusto, no por un currículum gastronómico sino por el placer. Tenemos platillos que nosotros con los amigos hemos inventado que sólo puedes comer en La Bota, tenemos como 10 o 12 que nosotros hicimos y que la gente viene por ellos. Tenemos un platillo que se llama Ladrillo de Placer Total, hecho con una salsa casera de chipotle y tamarindo, hecho desde mis abuelos o La Gran Chinampa, que es una torta dorada, que va ahogada en una salsa verde con queso de Chiapas, crema, tiene embutidos adentro", ejemplifica en entrevista.
¿Y para beber? "La gente toma mucho vino en La Bota, tenemos vinos importados de todo el mundo, tratamos de mes con mes ir buscando vinos que la gente puede comprar a un precio barato, no sangramos al cliente con precios de botellas de 500 - 600 pesos, son botellas de 200-250 pesos. Se toma mucho clericot y sidra".
Además, otro de los consentidos es un mezcal orgánico joven que viene de Matatlán, Oaxaca.
MÁS DE UNA DÉCADA DE LABOR CULTURAL
Presentaciones de libros, lecturas de poesía en voz alta, debates, exposiciones, "no pasan muchos días sin que en La Bota haya una actividad de música o de literatura, con revistas, con editoriales, con creadores", dice su propio fundador, a quien se le dificulta elegir algún hecho más importante que el otro en estos 11 años.
Sin embargo, recuerda La Chula, un foro-librería móvil que ahora está estacionada en la Feria del Libro de Zócalo pero que el resto del año funciona como un enlace entre La Bota y el resto de las delegaciones.
Recuerda también el Festival de Primavera y la Editorial Mantarraya, que con 60 libros publicados lucha al "tú por tú" con otras editoriales financiadas o con más tiempo en el mercado.
"Lo más importante siempre será el cobijo del otro, a La Bota no llegan sólo creadores del Centro Histórico o de la delegación Cuauhtémoc sino de otras delegaciones, del Estado de México, lo que quiere decir que la gente se descuelga hasta el Centro para vernos y yo creo que esa es una virtud que pocos espacios tienen, tú no puedes decretar convertirte en un epicentro cultural, por más que tú lo incites o quieras determinarlo con fogonazos de promociones para que la gente se embriague, no lograrás que la gente te siga visitando si no tienen una oferta que les interese.
Esa es la celebración más grande que podríamos hacer, la de recibir en la casa al otro, todo el tiempo, de muy diversa manera, con muchas formas de interactuar, con diferentes rostros", dice Calera-Grobet.
NO ES UN BAR
Antonio o "Toño" para los cuates, recuerda cuando se le ocurrió arrancar con La Bota luego de que lo invitaran a fundar La Casa Vecina para la Fundación del Centro Histórico, "supuestamente iban a llegar algunos extranjeros a rentar el lugar y yo le pedí a la gente de la Fundación que me dejara rentarlo por unos meses y así fue, no sólo pasaron seis meses como fue mi periodo de prueba sino que ya van 11 años y contando".
"Yo no me canso de repetir que en el principio nos quisimos aislar del término de 'bar', el Centro Histórico vivió en los años 90 una de las invasiones más bárbaras que haya podido hacerse desde el negocio corrupto, que fue invadir todas sus arquitecturas, catalogadas o no, con espacios terribles, bares de barra libre. Yo no quería que se llamara Bar, nos inventamos un término para desligarnos de esa imagen estropeadora de las cosas", dice. Por ello lo de "hostería", lo de "cultubar".
"De pronto no pudimos frenar, esto fue creciendo y tuvimos que cambiarnos de sede a la calle de San Jerónimo porque el espacio ya no podía albergar la cantidad de visitantes. Vamos a ir pensando próximamente en fraguarnos como una asociación civil o una fundación e ir buscando un lugar más grande o algún anexo porque hay noches cuando no nos damos abasto", continúa.
Cuenta que considera a la hostería un sitio que ha ayudado a formar un ambiente crítico y pensante, no es un lugar de resistencia, "nosotros no somos bestias para cargar en nuestros lomos la resistencia. No creo que hayamos resistido como la telaraña con los elefantes, en realidad aquí se ha creado pensamiento crítico".
"La gente que nos conoce es numerosa, nos siguen desde hace tanto tiempo que no me dejarán mentir que La Bota no ha cambiado un milímetro sus primeros ideales, surgió para ser ese zurcido entre la gastronomía y el arte, y la sobremesa sobre la realidad mexicana. Tú te das cuenta que quienes están haciendo sobremesa en La Bota por más que quieran sustraerse de lo que está sucediendo en México, termina también discutiendo lo que nos pasa, por qué la clase política nos olvidó, por qué sigue corrompida. Hay que recordar que uno de los lugares donde se reunió toda la gente cuando lo de los maestros, con los desaparecidos, con toda la guerra contra el narco que empezó [Felipe] Calderón, fue en La Bota, aquí o salían los contingentes o regresaban", dice.
"Cualquier persona que nos tilde a nosotros de restaurante nada más, lo hace de mala leche. Nosotros somos un espacio que muy probablemente pudiera funcionar si despejáramos el restaurante por ejemplo. Y a lo mejor ahí está nuestra principal labor, seguir tejiendo el pensamiento crítico, propulsándolo, ligando a la banda, porque vaya que nos interesa que la gente nos siga visitando".
Para festejar, planean lanzar un libro en el mes de diciembre, en el que reunirán las colaboraciones que alrededor de 100 de sus amigos publicaron en distintos medios a lo largo de estos 11 años. Quieren que sea un tiraje de uno dos o tres mil ejemplares para que, si es posible, la gente se lo pueda llevar de forma gratuita, "a fin de cuentas va a funcionar como una especie de álbum familiar donde se van a ver retratados", dice Antonio.
“El lanzamiento será en este año y haremos una gran fiesta para abrazar a los cuates, aunque básicamente en el mes de octubre podemos situar el inicio de La Bota, ojalá que no termine jamás", finaliza.