Por motivos distintos, en las últimas semanas me tocó ver la nómina (“el gasto”, dicen) de Comunicación Social de tres estados de la República. En las tres encontré a un mismo puñado de periodistas y columnistas de los llamados “nacionales” (gente conocida por muchos), además de periodistas y columnistas de los respectivos medios locales.
En las tres nóminas, además de salarios fijos (que les llaman “convenios”), hay cobros “especiales” de esos periodistas. Cobros por una conferencia. Cobros por moderar una mesa. Cobros por “tres entrevistas” (éstas, de una periodista de televisión). Cobros por “una portada”. Por los motivos que se imaginen.
No me escandalizo. Sé de qué va el medio en el que me muevo. Sé cómo se ha descompuesto todo esto, aún más, en los últimos años.
Varios de esos nombres y apellidos que coinciden en las listas son de comunicadores que se disfrazan de “combativos” dos o tres días a la semana. Otros son los mismos descarados de siempre.
Hay viejos periodistas de televisión, muchos, y nuevos; hay dueños de medios impresos, de blogs, sitios web; protagonistas de programas. No hablo de listas de medios: ir por publicidad de gobierno no es ninguna vergüenza. Hablo de personas físicas.
Debo decir que, aunque no me asusto, me dolió profundamente ver en esas listas a un periodista en particular; a uno al que respetaba años atrás. Ya me lo habían dicho, además. Me negaba a aceptarlo. Ahora lo vi.
Un amigo que conoce de estas cosas tiene un cálculo de cuánto más o menos nos cuesta, a los mexicanos, la prensa. Los estados, calcula, deben repartir entre 25 mil y 30 mil millones de pesos al año. Mucho de ese dinero se va a medios, y una cantidad importante a periodistas en particular, a esa nómina vergonzosa.
Mi amigo hizo su cálculo nacional a partir de cinco o seis nóminas estatales que conoce muy bien. Ese monto no incluye, por supuesto, el gasto federal, que debe ser monstruoso.
Pinches periodistas; ésos periodistas.
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Creo que cualquier Reforma del Estado debe pasar por la prensa mexicana. Por lo que escucho y veo, muchos periodistas forman una banda de vividores de la hacienda pública. Enrique Peña Nieto engañó a México cuando propuso regular la relación con los medios, eso ya lo sabemos. Nunca llegó la mentada regulación. El próximo Presidente debe ofrecer algo más que mantener el estatus quo. Debe ofrecernos acabar con los privilegios que cierta prensa, sobre todo la “tradicional”, disfruta.
No es una tarea fácil cortar de tajo la fuente de la corrupción que significa el dinero público para periodistas. No digo que se deje de dar publicidad a la prensa; digo, claramente, que se regule. No lo hicieron Vicente Fox Quesada y tampoco Felipe Calderón Hinojosa cuando tuvieron la oportunidad, y por supuesto que tampoco Peña Nieto. Ahora los estados copian a la federación, y miles de millones salen de los gobiernos perredistas, verdes, panistas y priistas para comprar espacios en televisión, radio y prensa impresa y web. Con cualquier pretexto, les dan dinero para promocionar la imagen del Gobernador en funciones.
No es una tarea fácil romper con los nexos de corrupción. A Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, le ha costado madrazo tras madrazo negarse al chantaje de las televisoras. Javier Corral Jurado está a punto de enfrentar una campaña permanente de los medios locales porque ya anunció que no podrá darles cochupo.
Pero un dato interesante: veo las encuestas y me doy cuenta que la gente premia a “El Bronco” por su divorcio con la prensa (encuesta de Reforma) aunque lo castiga, severamente, por no cumplir sus promesas de combatir la corrupción. Es decir: la gente quiere que los políticos pongan un alto a las carretadas de dinero para los periodistas y quieren un fin de la corrupción en serio, que pase por los periodistas.
En este país de gobiernos corruptos, creo que cuando se corten los flujos de dinero público a los comunicadores empezaremos a ver un cambio.
Porque, pinches periodistas, de verdad: no habrá dinero para abatir la pobreza, pero ellos sacándole dinero a las arcas públicas. Sé que parece que generalizo y ofrezco una disculpa si se entiende así. Se también que hay mujeres y hombres honestos en mi oficio.
Por eso insisto: pinches periodistas; ésos periodistas.
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“Graco Ramírez transforma Morelos”, dice la portada de una revista publicada la semana pasada. Y sonriente, a todo lo que da, sale el Gobernador. La revista se empezó a promocionar justo el día en el que la CNDH le exigió al mandatario que se disculpara con las familias morelenses por haber lanzado a fosas clandestinas los restos de decenas de desaparecidos.
No es el único Gobernador que paga a revistas equis por promoción: camiones y camiones con la cara de Rafael Moreno Valle circulan en la Ciudad de México, con cargo al erario público. O con la cara de Manuel Velasco Coello. O con la de Eruviel Ávila. PRD, PAN, PRI, PVEM. En los estados y en los municipios pasa lo mismo: un Alcalde le paga a las publicaciones locales para que lo metan “transformando” sus comunidades. El político contento, los corruptos también.
El oficio de periodistas se ha refinado. Ahora somos extorsionadores profesionales de políticos y gobiernos. No sólo es la televisión: son los impresos, las páginas web. Hemos olvidado quiénes somos. Denunciamos a ladies y lords pero no a los que saquean a la Nación.
Pinches periodistas (ésos periodistas), me cae. El sueño de un oficio humanista y noble terminó, en este país corrupto y corruptor, en manos de los saqueadores. Por eso estamos como estamos.
Somos, como gremio, parte de la pus que contamina a la República completa.
Se nos olvida que nosotros no somos los empresarios ricos, ni los políticos poderosos, ni los funcionarios con todas las posibilidades. Nos relacionamos con ellos y pensamos que debemos ser como ellos. Se olvida que nosotros, en teoría, estamos hechos de otra materia; que en nuestra medianía y honestidad está la posibilidad de lograr un cambio para los demás.
Pinches periodistas (ésos periodistas), me cae.