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Ernesto Hernández Norzagaray

31/12/2022 - 12:02 am

Año Nuevo

“Vivimos en una vorágine de sucesos emocionales que no parece importarnos mucho lo que ocurre más allá de nuestro ombligo y la mosca que ronronea alrededor de nuestros tabiques nasales”.

“Vivimos en una vorágine de sucesos emocionales que no parece importarnos mucho lo que ocurre más allá de nuestro ombligo y la mosca que ronronea alrededor de nuestros tabiques nasales”. Foto: Mario Jasso, Cuartoscuro

Un país que está permanentemente viéndose el ombligo o espantando la mosca que ronda en su nariz está destinado a que un día los grandes cambios del mundo lo sorprendan y no sepa qué hacer cuando el cobrador está YA tocando la puerta, metió el pie y empuja con mano y cabeza.

Esta imagen ridícula es la que parece dominar el imaginario colectivo que diariamente está alimentada con el insumo de las conferencias mañaneras, los actos ridículos y las desgracias que un día si y otro, también, nos sacuden provocando una cierta desazón, inquietud y desánimo.

Vivimos en una vorágine de sucesos emocionales que no parece importarnos mucho lo que ocurre más allá de nuestro ombligo y la mosca que ronronea alrededor de nuestros tabiques nasales.

Esta semana los principales medios de comunicación -y, hasta, los blogs más oficialistas- han estado ventilando el caso del “plagio” de una tesis que involucra a la Ministra Yasmin Esquivel y el debate público se ha centrado en ella unos a favor y otros en contra.

El Presidente López Obrador, ¿cómo no?, ha salido al paso para defenderla, aunque como siempre siendo “respetuoso” de las autoridades encargadas de investigar. En tanto, la comentocracia hace lo suyo y aquello alcanza una resonancia de cientos de decibles.

Con esto no quiero decir que no sea un tema importante cuanto es un caso de corrupción que alcanza a una Ministra de la Suprema Corte de la Nación y, mejor, a quien podría, pudo ser, con la bendición del señor, su próxima presidenta.

Quizá, en otro país, con otra cultura institucional, si ocurriera un caso como este supondría ipso facto la separación del cargo de la Ministra. Sólo, por una cuestión de responsabilidad política o simplemente por poner por delante a la institución.

Pero, en México, eso casi nunca sucede. La responsabilidad no es un valor político muy extendido. El hombre o mujer público pueden cometer cualquier tropelía o abusar sin que haya necesariamente consecuencias legales. En estos casos penosos las instituciones suelen no funcionar con la agilidad que debieran. Están politizadas. Y si están politizadas, los casos se reciben, pero los procesos judiciales, no caminan porque están detenidos por un poder superior.

O, acaso, han avanzado los casos que hace un año sacudían a la opinión pública. En el verano de 2021 habían ocurrido elecciones federales concurrentes con una docena de locales. Y, como se está volviendo una costumbre en nuestras rutinas políticas, intervino el crimen organizado con su estela de muertos – se calcula que más 120 personas vinculadas directa a partidos- y, aunque fueron hechos notorios, profusamente ventilados en la prensa, no sabemos de alguien que este en la cárcel por estos crímenes. Lo que si es un hecho es que sus “candidatos” hoy están en la representación política votando los temas nacionales o estatales.

También podríamos preguntarnos en que cárcel están los políticos que “saquearon el país” y serían llevados ante la justicia y ha sido una parte del relato justiciero de este Gobierno. Están, seguramente, en estos días disfrutando con sus familias y amigos de las fiestas de fin de año.

Y que podemos decir de quienes fueron sorprendidos en actos de corrupción notorios como fue el caso de Pío López Obrador o los personajes de la llamada Casa Gris, por solo mencionar, los más escandalosos. Igual estarán preparando las viandas y bebidas para la noche vieja.

Y así, seguramente, muchos de los temas que hoy ocupan nuestra atención estarán sin resolver o siendo desviados de la mirada del ojo público.

Somos, un país que como lo decía Alejandro Páez, en una disquisición exquisita que vive el eterno castigo representado en el mito de Sísifo.

Es decir, el castigo, que recibió aquel gobernante griego mitológico, ambicioso, cruel y embaucador de Éfira -hoy Corinto- sometido al martirio eterno de subir una gran roca a la cúspide de una montaña y, al llegar, la veía rodar para que el otrora poderoso Sísifo empezara de nuevo la tarea de subirla.

Y ese sacrificio, para la mala suerte nuestra, no se ha agotado con el gobierno justiciero. Sucedió con los priistas y panistas, pero hoy se reedita con el gobierno morenista. El pueblo convertido en Sísifo sigue subiendo la roca. No hay giro en el mito. Sólo propaganda emocional basada en otro mito, este si encarnado.

Sería más afortunado hablar en lugar del mito de Sísifo, de nuestro laberinto de la soledad, que reveló con brillantez Octavio Paz.

Por eso, nos domina, el eterno retorno a las raíces. A la búsqueda incesante de la figura providencial. Las procesiones para venerar y pedir milagros a la Virgen de Guadalupe. Y nos olvidamos, frecuentemente, del mundo que nos rodea con su dinámica avasallante.

Total, dirán los más convencidos del mito, el mundo está peor, porque no tienen esa figura providencial y, tampoco, tienen una virgen morena por lo que nos la piden prestada hombres y mujeres de otros países para alcanzar el sosiego, la resignación, la paz.

Porque el mundo sigue rodando con su frenética velocidad y avisos alarmantes. Ahí está la no tan silenciosa la lucha por los mercados que sostiene el mundo occidental con los chinos; la inoperatividad de los marcos globales de seguridad colectiva que han activado militarmente al mundo; la amenaza latente de la recesión global que vendría trastocarlo todo agudizando los problemas estructurales de las economías emergentes que a la larga se traducirá en mayores dificultades para acceder a bienes básicos.

La inestabilidad y el descontento social que llegó para quedarse más allá de cualquier geometría o sello político; la fractura y atomización de los movimientos sociales y sus reivindicaciones; un autoritarismo bajo presión cuando el 70 por ciento de la población vive bajo dictaduras producto de una tendencia fuerte a la involución democrática y el resurgimiento de los movimientos nacionalistas y xenófobos por el mundo (léase https://www.esglobal.org/10-temas-que-marcaran-la-agenda-internacional-en-2023/).

Y, mientras esto sucede, no sin el ruido de la metralla en el este de Europa o en muchas de nuestras ciudades, con su fuerza devastadora, el debate sigue alrededor de nuestro ombligo y esa mosca que ronda incansablemente sobre nuestra irritada nariz.

Cómo a esto no se ven visos de cambiar, sólo nos resta desear a todos los lectores de SinEmbargo, un mejor año para la reflexión de nuestro tiempo, él que nos tocó vivir.

Abrazo a todos.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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