La Colonial es un relato de una pequeña sociedad olvidada. Sin ahondar en las vidas de los que ahí habitan, el director trata de ofrecer al espectador un retrato en conjunto. El largometraje documental fue parte del Festival Internacional de cine de Morelia en su edición 20.
Morelia, Michoacán, 31 de octubre (SinEmbargo).– Desde la colonia Guerrero, en la Alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México, se cuentan historias. En una especie de microcosmos hay lugar para los que la sociedad tiene en el olvido, llamada La Colonial.
Este sitio con más de 60 años de antigüedad, en una de las colonias más viejas de la capital, pasa aún así desapercibido para la mayoría, sin embargo para otros se ha convertido en su hogar, muchos que por ahí hacen una parada.
“Hoy esta casa funciona como un hogar de varias personas, de varios hombres que en su mayoría son de edad madura que han tenido que hacer dentro de La Colonial su casa, su comunidad y así mismo forman una especie de familia entre ellos en donde comparten su intimidad y donde tiene que aprender a convivir, siendo tan diversos todos”, cuanta en entrevista el cineasta David Buitrón Fernández.
El director michoacano que ha colaborado en reconocidos cortometrajes como Zapata 252, Distintos tiempos, Siempre Dani o Llegando a México, por mencionar algunos, se aventura a su primer largometraje documental en el que retrata la intimidad de los hombres que habitan dentro de lugar.
“Para mí es como esto, como un retrato de un microcosmos de una pequeña fracción de lo que es la sociedad, fuera de la colonial pero ahí dentro. En donde a través de la cotidianidad, del día de ellos, sus actividades, se descubren muchos aspectos de la sociedad que están ahí impresos. La construcción social tal cual tenemos como que se ve reflejada o se puede descubrir a través de los diálogos que tenemos con las personas que nos rodean. Es el retrato de lo que es un hogar y de lo que significa para quienes habitan”.
El cineasta, que compite a mejor Largometraje Documental en la Sección Michoacana del Festival Internacional de cine de Morelia (FICM), relata que dio con este lugar gracias a algunos comentarios, pero cuando fue al lugar se sorprendió, pues lo que ahí sucedía era más complejo de lo que se imaginaba:
“Descubrí que en realidad más que diferencias con las personas que viven en la casa había muchas similitudes, que al final todos queremos tener un lugar en donde vivir, tener cierta compañía con quien estar o dialogar, un trabajo estable. Realmente al final de cuentas para mí no hay muchas diferencias. Todos tenemos las mismas necesidades de alguna manera, para mí eso fue lo importante”.
La Colonial es un relato de una pequeña sociedad olvidada. Sin ahondar en las vidas de los que ahí habitan, el director trata de ofrecer al espectador un retrato en conjunto.
“Me di cuenta que aunque son muy interesantes y valiosas las historias de cada uno de los que habitan ahí, finalmente son muchos, y podría hacer un documental de cada uno de ellos, si pudiera, pero para mí era más importante generar un trabajo más conjunto de la casa y eso significaba retratar más a la comunidad o a diferentes o a varios miembros de la comunidad que solo a unos cuantos”, recalca.
Filmada a blanco y negro, las cámaras de La Colonial se metan en cada uno de los cuartos de esta casa que parece caerse a pedazos, en las que estos hombres pagan una cuota para vivir ahí, pero que la habitan en condiciones insalubres.
Aún así, La Colonial se vuelve en un punto de encuentro donde se escuchan los unos a los otros, ese lugar que les ha negado la sociedad.
“Me fui con el retrato de la cotidianidad, de lo que hacen, de las conversaciones que tienen, de las actividades que hacen día a día y más bien fue a través de eso que nosotros nos pudimos dar más una idea de quiénes son, o qué es lo que hacen porque me daba la sensación que al imponer entrevistas, o al elegir de lo que se iba a hablar, como que restaba mucho de lo que realmente en esencia es. Era más importante permitirles que ellos expresaran lo que quisieran y no yo imponerlos”.
Con este filme, David Buitrón Fernández desea transmitir además ese “reírse de la tragedia” que tiene lugar en esa casa y que es una característica muy mexicana. Asegura que deseaba mostrar la “jocosidad” mexicana, pero sin llegar a la “fascinación”.
“Era mas como mantener todo lo más aterrizado posible, que se sintiera lo más cercano para quien lo viera. Creo que cuando se termina la película no sientes que estás distanciado con las personas, sino más bien puedes sentir esas semejanzas y cercanía. Como que realmente los puedes comprender y al final resalta rasgos humanos con los que empatizamos y conectamos”.
“Haber podido crear y contar esta película sin una guía real, desde un principio, sólo guiados por la intuición y como poder hacer o generar que estas personas en su cotidiano puedan estar en una película y verse en una pantalla y puedan comunicarse con eso con muchas personas que los van a ver, es una gran alegría. Es una gran alegría poder trasladar esas platicas, sentires y pensares hacia la pantalla”, culmina.