Convivir con el narco es mirarle los ojos al demonio: Carlos Velázquez y “El karma de vivir al norte” (FRAGMENTO)

31/10/2013 - 12:30 am
También es autor de La Biblia Vaquera. Foto: Notimex
También es autor de La Biblia Vaquera. Foto: Notimex

Ciudad de México, 31 octubre (SinEmbargo).- “Lo último que pretendía era escribir sobre Torreón. Ni siquiera deseaba vivir en la ciudad. Una encuesta reciente había re- velado que de cada diez personas, seis querían marcharse de la región. Yo era una de ellas. Pero no conseguía alejarme. Sentía que si me largaba cometería una traición. Me convertiría en un rain dog. Pero, qué buscaba en un sitio como éste. ¿La muerte?”.

Las primeras líneas de El karma de vivir al norte (Sexto Piso) son apenas una pequeña ventana al infierno que se despliega en unas conmovedoras páginas, escritas en primera persona por un autor que ha sabido ya cimbrar el patio literario con sus obras anteriores.

Carlos Velázquez (Torreón, 1978) se dio a conocer en 2008 con La Biblia Vaquera (un triunfo del corrido sobre la lógica), un libro de relatos que El País describió como “un artefacto inclasificable donde lo deforme se une a lo absurdo en una realidad fuera de control”.

En el 2010 publicó La marrana negra de la literatura rosa y ahora vuelve con El karma de vivir al norte, un testimonio fascinante de lo que ha sido vivir en Torreón durante la reciente Guerra del Narco, experimento aciago que nos dejó muchos muertos sembrados en el camino y un desconcierto cargado de horror del que todavía no logramos zafar.

Como en un filme de Scorsese, el protagonista no alcanza a escapar nunca a tiempo del terror de la noche encerrada en una prisión donde el crimen y la ley se confunden. La ley suele ser criminal, el crimen no tiene códigos ni brújulas.

Más bien escapa a tiempo, pero no como un héroe que pudiera luego dar cuenta de ello en el programa Survivor del canal Bio, sino como un vecino de la vuelta de casa que se salvó por los pelos de ser aniquilado por una pala mecánica.

Dijimos Scorsese y dijimos noche encerrada, pero el karma de vivir al norte no tuvo después de hora ni solsticio enmarcado en una cita a ciegas. Cualquier día, cualquier hora, estaba bien para el mal.

En el medio de la lengua voraz de Satán, mostrando una humedad bulímica desde alguna esquina, este hombre común intenta y logra mantener viva a su pequeña. Para hazaña semejante él también requiere seguir respirando. Los dos propósitos se constituyen por momentos en tareas de un Terminator que el narrador no es ni será nunca.

La pluma de Velázquez es descarnada y lacerante. Sí: te abre un hueco allí donde se dice está el corazón y te deja con la mirada fija hacia una pared sin tiempo donde la primera pregunta que te surge es dónde estabas cuando todo eso pasaba.

Con su estilo personalísimo y su afán de desnudarse no de forma erótica sino de forma impúdica, Carlos habla por sí. Y al hacerlo se erige sin voluntad ni sino en el portavoz de tantos que convivieron con los cadáveres sin memoria que construyeron el paisaje que es ahora la marca de nuestra ignominia.

Como el autor no es cursi ni “nenita” (que no se entienda el término como machista, por favor), también le agrega humor al licuado. Y allí está, cerrando cada capítulo con la firme expresión de que se irá ya de Torreón, ya mismito.

Nunca lo hace claro. Probablemente todavía esté allí.

–      El karma de vivir al norte es una guía anti-turística de Torreón, ¿verdad?

–      Sí. Abarca los años duros, de plomo, entre 2005 y 2012 y es el relato de mis días en las calles de Torreón, durante la Guerra del Narco.

–      Nada indica que eso haya cambiado mucho en nuestros días…

–      Bueno, se ha reducido mucho la violencia, pero definitivamente todavía siguen las ejecuciones. Hay que revisar la prensa a diario para darse cuenta de que el índice de mortalidad ha bajado, pero no ha desaparecido.

–      Uno entiende que el narrador no se quiera de ir allí y por otro lado piensa en cómo se puede resistir tanto…

–      Es reflejo de mi propia contradicción. No sólo está la disyuntiva de irse o quedarse, entre resistir o rendirse, sino también la responsabilidad de los actos de cada uno y cómo esos actos contribuyen a ser parte del problema. Hay ocasiones en que el protagonista, aunque debo decir en este punto que para mí el gran protagonista es la ciudad, arriesga el pellejo innecesariamente, a veces en forma deliberada, otras buscando ese dato que marque la diferencia.

–      Una ciudad que no puede ser medida en forma arquitectónica o geográfica a la manera de Ítalo Calvino.

–      Una de las cosas que me llama la atención en nuestra literatura reciente es que ha dejado de darle el protagonismo a la ciudad. Y lo que yo quería era recuperar esa tradición, llevándola al género de la crónica. Y quería demostrar lo que ha sucedido con la ciudad desde finales de los ’60 hasta acá. Cómo ahora la ciudad abreva de otros componentes para definirse. Tenemos las series televisivas, que de alguna manera marcan los ritmos con que se vive hoy.

–      Entre el arsénico, la cerveza y el futbol Torreón ha construido además una gran personalidad. Por el contrario, el DF es una enorme urbe despersonalizada…

–      Efectivamente, Torreón es una ciudad única y creo que por esa razón se ha convertido en un laboratorio social muy interesante. Digamos que su proyecto de identidad no se ha completado. Entonces, en esta búsqueda que defina bien quiénes somos, no sólo los habitantes de la Laguna sino todos los coahuilenses, se vino encima la destrucción que trajo consigo la lucha por el territorio entre dos cárteles. Convivir con el narco es mirarle los ojos al demonio y constituye una experiencia hipnótica, que te arrastra.

EL HAMBRE DE PODER

Foto: Sexto Piso
Foto: Sexto Piso

En El karma de vivir al norte, Carlos Velázquez plantea que un muchacho sicario o diler del crimen organizado, aun cuando recibiera los 2500 pesos semanales que gana con su actividad delictiva por parte de un organismo que le pagara para estudiar, no lo haría.

No es el dinero solamente lo que hace que los chicos ingresen al delito. “Es el hambre de poder”, dice el autor.

“Esta ponderación de la vida del narcotraficante que vemos mucho en la televisión, en las novelas, en los videos musicales, en la prensa…en el norte la mayoría de la gente se droga con crack, que es sumamente adictiva que deja reducidos a un trapo a los consumidores”, explica.

–      En tu libro pones en tela de juicio mucho de la literatura que se ha escrito alrededor del narco

–      Sí, porque en ella hay toda una exageración de los símbolos del crimen organizado. Las personas del narco o las que están a su alrededor no actúan de acuerdo a un guión establecido. Hay muchos actos inconcientes o no deliberados que pueden terminar en tragedia o en una situación muy chusca como la de aquella vez en que me quedé dormido al lado del auto descompuesto y se me confundió con un ejecutado. Después de que salí del problema, llegué a mi casa y dije; – Dios, ¿qué hice? Nunca planeé tocar un límite semejante y sin embargo sucedió. Contar eso me parece mucho más importante que narrar la epopeya de un narcotraficante.

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Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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