Ciudad de México, 31 de octubre (SinEmbargo).– De acuerdo con un estudio realizado en Gran Bretaña, una familia promedio tira a la basura alimentos por valor de más de 800 euros (14 mil 184 pesos aproximadamente) al año. Sin embargo, no se trata de un caso único, el desperdicio de alimentos no consumidos supone un gran reto a escala mundial, el cual la humanidad tratar a todos los niveles.
Sin embargo, cuando podría señalarse como principales responsables a las personas y sus hábitos, no sólo los consumidores son los culpables del problema, también otros actores de la cadena de producción alimentaria, como gobiernos y organizaciones internacionales, tienen que cambiar su actitud frente a los alimentos, dice Divine Nije, de la Organización de Alimentación y Agricultura de Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en ingles).
“Lo primero que hay que hacer es concienciar a la gente de que desperdiciar alimentos es un problema. Es decir, hay que empezar por los consumidores”, agrega Nije. En este aspecto, la FAO recomienda ciertas prácticas como poner porciones pequeñas en los platos, recuperar restos, realizar compras planificadas a largo plazo o donar comida a los necesitados, publicó el servicio de radiodifusión internacional Deutsche Welle.
Por otra parte, en lo referente a la postura de los gobiernos, muchas políticas agrarias imponen que los agricultores produzcan más de lo que se necesita. Además, “nuestra tecnología no es eficiente y eso también es parte del problema”, añade Nije, con lo que alude a la falta de medios en la cadena de producción destinados a reducir pérdidas, como los sistemas de conservación para prolongar el ciclo de vida de los alimentos.
No obstante, existen países como Alemania, donde las empresas que trabajan con alimentos están obligadas legalmente a eliminarlos, dice Nicolas Boy, de la empresa ReFood, quien explica la razón por la que los restos no se pueden tirar simplemente al basurero. “La comida se pudriría allí y produciría gas metano”, dice.
En este caso, ReFood lo tiene claro y ya encontró su forma ecológica para recuperar alimentos. Así, los restos de comida originados por la industria alimentaria, supermercados y restaurantes, son recogidos por esta empresa para ser convertidos en energía por medio del reciclaje y, de los restos, también se puede extraer abono para los agricultores.
A partir de papas y zanahorias se puede conseguir biodiesel o biogás. “Es un proceso complicado que requiere mucha planificación”, dice Boy. “Hay que triturar y seleccionar la basura. Posteriormente se calienta hasta 70 grados para eliminar gérmenes y después es enviada a centrales de biogas y biomasa”.
Un procedimiento tan sensato y sostenible sólo puede ser implantado con desperdicios alimentarios del gran comercio. Los hogares están excluidos y precisamente en estos últimos es donde se tira la mayoría de los alimentos. “Hay que cambiar todo el sistema”, dice Boy: “La basura alimentaria de los hogares solo se podrá reducir cuando se apruebe una ley para reciclar los alimentos. Será muy caro y precisará mucha organización”.
De esta manera, mientras Alemania es el primer país europeo que obliga a los productores comerciales a reciclar los alimentos, Francia siguió su ejemplo y desde el año pasado cuenta también con una ley similar.
No obstante, aún queda concienciar al resto de Europa y el mundo entero, en donde los hábitos de consumo llevan implícito un gran desperdicio.
De acuerdo con un análisis publicado por el Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales (NRDC) en agosto de este año, los habitantes de Estados Unidos tiran a la basura hasta un 40% de sus alimentos cada año, lo que representa alrededor de 165 mil millones de dólares en desperdicios, los cuales tienen su origen principalmente en los hogares.
“Las familias estadounidenses tiran aproximadamente el 25 % de los alimentos y bebidas que compran”, sobre todo por la cultura de la comida abundante y barata desarrollada en el país durante décadas, dice el informe. Mientras que “los restaurantes y otros establecimientos de servicios de alimentos también sufren grandes pérdidas relacionadas con los desperdicios porque los platos que proporcionan son mucho más grandes que los recomendados por el Gobierno”, agregó el NRDC.
Así mismo, el informe reclama que el Gobierno estadounidense no dedica suficientes recursos a identificar dónde existen las ineficiencias en el sistema y lo acusa de no combatir el problema en comparación con los esfuerzos puestos en marcha en Europa.
Mientras tanto, los expertos opinan que es necesario alertar sobre el problema y encontrar nuevos caminos para eliminar que los alimentos vayan a parar a la basura, lo que en principio y en la práctica no es tan difícil de evitar. “Estamos hablando de comida. Y esa comida que tiramos puede ser utilizada en otro sitio para combatir el hambre”, concluye Nije.